Las distancias no hicieron nada: exploración escénica
Estamos en un antiguo foro de madera, con su escenario y sus cortinas, en el albergue para migrantes de CAFEMIN, cerca del metro Misterios, en la ciudad de México. Trabajamos en Memoria Migrante “Un proyecto de historia oral, arte y encuentro cultural ambulante”.
Es desde principios de noviembre del 2012 que nos reunimos a diario en este albergue a crear un laboratorio escénico con cinco mujeres latinoamericanas residentes en México hace 20 y 30 años, que huyeron de la guerra y las dictaduras militares de El Salvador, Honduras, Guatemala y Colombia. Primero reconstruimos sus historias de vida mediante la memoria, después hicimos una instalación artística, y más tarde escribimos una dramaturgia colectiva con ellas y montamos una pieza escénica a partir de sus experiencias con el proceso migratorio.
Lejos de interesarnos solamente por la ficcionalización de relatos de vida o por configurar una pieza inscrita en lo documental, consideramos que teatro y memoria ofrecen la posibilidad de que pasado y presente coexistan en un mismo tiempo y espacio, sin discriminar lo que “ha sido” de “lo que es”. Es desde ese territorio intermedio y relativo que podemos afirmar, junto con Porchia: “Las distancias no hicieron nada. Todo está aquí.”
“Todo está aquí”, un proyecto apoyado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA 2012-2013), es una exploración escénica recientemente estrenada en el foro “La Gruta” del Centro Cultural Helénico y que después de una gira por San Luis Potosí y Monterrey regresa a la Ciudad de México en marzo, abril y mayo.
Lo que leerán es una conversación con las protagonistas, mujeres que se arrojan generosamente al escenario, al juego y a la plática; que se disponen a quitar sus máscaras y disfrutar.
Para comenzar me gustaría que cada una pudiese relatar brevemente su historia, cuáles son los momentos que han determinado que hoy cada una de ustedes sea quien es…
Nélida: Mi nombre es Nélida Cecilia Herrera Ardilas, soy colombiana y tengo 50 años. Antes del 2007 trabajaba en una empresa, era vendedora. En el 2007, Autodefensas Unidas de Colombia (una organización paramilitar de extrema derecha), secuestró a mis tres hermanos y a mi padrastro y los asesinaron cruelmente. A partir de esa persecución que sufrió mi familia fui desplazada en mi propio país; desde Valledupar tuve que andar rodando hasta que la Cruz Roja Internacional me apoyó y salí de colombia con cuatro de mis cinco hijos. Fuí a Costa Rica, que no pedía visa, luego de cinco años el padre de mis hijos se vino a México y dijo que aquí era “El séptimo cielo” y nos trajo. Al principio, con los niños muy pequeños, me costó mucho trabajo todo. Dos años después, unos cursos en Derechos Humanos me abrieron un poco los ojos respecto a la violencia familiar que yo vivía. Fue con esos cursos que sentí que comencé a empoderarme y empecé a trabajar para independizarme. Trabajaba con los vecinos, limpiando ventanas, porque no podía hacer otra cosa ya que mi hijo estaba muy pequeño. Luego, por medio de una amiga colombiana que vivía aquí desde hacía varios años, conseguí una entrevista en el Instituto de la Juventud y desde entonces, desde hace nueve años, trabajo allí como tutora de jóvenes; tengo 35 jóvenes a cargo.
A partir de entonces comencé a participar y trabajar como voluntaria en la Casita del Refugiado, mis hijos comenzaron a participar en actividades y encontré mucho apoyo. Allí, por ejemplo, te conocimos a ti y comenzamos a hacer una obra de teatro.
¿Tú Adelina…?
Adelina: Me llamo Adelina Granados Sánchez y la edad no se las voy a decir porque la edad no se dice (risas). Yo soy de nacionalidad salvadoreña y me vine hace 37 años de paseo a México; en aquél entonces en mi tierra aún no había guerra ni nada de eso. Me vine de paseo y me gustó mucho, conocí al papá de mis hijos que es mexicano y ya me casé y aquí me quedé, México me atrapó. Y luego nacieron mis hijos y ya estoy atrapada por ellos, porque la verdad se me hace muy feo dejarlos e irme. Siempre me sigue gustando México y lo conozco bastantito.
¿A qué te dedicas?
Adelina: Yo soy modista en alta costura y me gusta muchísimo la cocina —aunque no tengo el título de chef—; y ahora también soy actriz de teatro. Y para mí esto es un sueño porque nunca pensé que llegaría a ser actriz.
Eva ¿podrías resumirme tu vida?
Eva: Soy de El Salvador, tengo 79 años y me llamo Eva Aranda. Salí de mi país a raíz del conflicto salvadoreño con dos hijos, mi esposo y un sobrino. La dictadura ya me había matado a un hijo de 15 años. Para entonces mi hijo mayor ya tenía cuatro años de estar en Belice porque tras la muerte de mi otro hijo se lo habían llevado también a él, aunque gracias a dios nos lo devolvieron vivo. Vivimos dos años en un pueblo a 12 kilómetros de Chetumal, allí empezamos a criar gallinas, era un pueblo muy pobre, puro lodo; nos dieron un pedazo para hacer milpa, criamos puercos… También dábamos clases de corte y confección y mi esposo de carpintería. Mi hija es modista en alta costura y diseño y yo la ayudaba. Una vez hicimos el vestuario para un concurso bailable y ganaron nuestras niñas y entonces allí conocimos a unos señores que trabajaban en el Palacio de Gobierno y eran de aquí del DF. Aunque andábamos indocumentados nos decían que no había problema porque querían que gente como nosotras enseñara oficios. El licenciado Nachito y su esposa Dorina nos dijeron que podíamos aquí en el DF arreglar nuestros documentos. Decidimos entonces venir; primero estuvimos dos años viviendo en Tabasco donde había mucho trabajo de carpintería, luego decidimos venir para el DF y arreglar nuestros documentos. Al llegar nos estabilizamos aquí, había buen trabajo y bien pagado para la carpintería y la costura. Por medio de “Sin Fronteras” conseguimos nuestros papeles. Mis hijos también consiguieron trabajo.
¿Y a qué te dedicas ahora?
Eva: Pues siempre me ha gustado el oficio del hogar y siempre coso, aunque sea un poco. Me gusta la cocina, lavar y planchar. Pero ya estoy sola, con un hijo, mi esposo ha fallecido. Y ahorita con esta obra de teatro me siento muy contenta. Ya había participado en obras en las escuelas, pero ésta ha sido más en serio.
¿Y tú Tere que nos quieres contar?
Teresa: Soy María Teresa, salvadoreña; pero por la persecución militar tuve que dejar mi país. Uno de mis hijos lo metieron preso a los 16 años, acusado de guerrillero. Tuve la oportunidad de integrarme al Frente de Liberación Nacional Farabundo Martí. Al exiliarme dediqué muchos años a denunciar en diferentes países la violencia que se vivía en El Salvador por la dictadura militar. Entré a México como una mamá soltera, arrastrando hijos. Siempre he trabajado en lugares relacionados con la problemática de migrantes y refugiados: trabajé cino años en Casa de los Amigos y lo demás lo trabajé en SEDEPAZ (Fundación para la Seguridad, Desarrollo Sostenible y Paz). He hecho muchas cosas, pertenezco a una comunidad en el lugar donde yo vivo, es una comunidad donde visitamos a los enfermos, si alguien necesita ayuda pues juntamos un poquito de azúcar, frijolitos y se los llevamos. Los hijos que yo traía ya estudiaron y se prepararon. Hicimos una vida aquí en México; soy naturalizada pero eso no me quita decir que yo soy salvadoreña porque mi tierra es mi tierra, allá dejé mi ombligo, allá dejé mis raíces. Agradezco muchísimo a México por todo lo que me da, lo que aprendí y por permitirme salir adelante. Yo fui una mujer sometida a los caprichos de un esposo, no sabía lo que eran los derechos, no sabía lo que era la autoestima, no sabía valorarme como mujer… pero aquí se me han abierto esos espacios y yo he aprendido. Hace diez años que estoy en la Casita de refugiados, pertenezco a Mujeres Monarcas, recibimos allí a muchísima gente y es allí donde damos nuestras entrevistas y nuestros testimonios; he estado en universidades dando conferencias, en muchísimos lugares. La vida en México para mí fue muy distinta a la que tuve en mi país. Me siento muy orgullosa de lo que soy: soy una mujer fuerte, una mujer guerrera, una mujer que vino a luchar. Soy una mujer de poco estudio y aún así hoy estoy como actriz en una obra de teatro.
Mari…?
María: Yo soy María Dilia Ramírez. Nací en Honduras el 23 de junio de 1934 en Santa Rita de Copán, un lindo pueblo rodeado de agua. A mí me marcó la invasión de junio de 1954 a Guatemala, país al que yo había llegado en 1953, y del que me enamoré y en el que decidí quedarme. En ese momento Guatemala era tan alegre: solo fiestas y paseos. Pero con la invasión militar de los EU llegó el luto y llegó el dolor. Desde esa época el vivir en Guatemala fue hasta irresponsable. Recién entrado Carlos Castillo Armas, el títere que pusieron los gringos, y al que los estudiantes le decían “Caca”, yo fui detenida, eso fue en el 56. Mi prima Romelia trabajaba en una fábrica y estaba involucrada en el movimiento guatemalteco y entonces yo también comencé a participar y eso significaba tener agallas. Y venciendo el miedo, aún temblando las piernas me uní a la juventud y hacíamos las tareas asignadas creyendo que se podía recuperar el Movimiento Revolucionario. Una noche asesinaron a mi primo, que era como mi hermano. Como yo dije entonces “no voy a llorar” porque tenía que apoyar a mi prima que fue para mí como una segunda madre. Cuando a él lo matan yo trabajaba en la Universidad y luego de eso ya no podía ni dormir por las noches. Yo ya estaba embarazada de mi hija Maya, y para ella fue también muy duro porque desde la panza sintió el golpe que significó la muerte de su tío. En Guatemala participé en el Sindicato de la Universidad y en la Secretaría de Cultura; estaba muy feliz. Y llegan los 80 y un amigo me dice “vengo a decirle que se vayan, se tienen que ir y lo tienen que hacer inmediatamente, viene un ramalazo de los militares que las puede golpear” y así nos regresamos a Honduras que decían era un oasis, pero no lo era. A mí me tenían vigilada las 24 horas. Por eso decidimos la salida hacia México, ACNUR nos ayudó, primero salieron mis hijas, mi mamá y yo. Al llegar a México tuve una tienda y colaboraba en una agencia de prensa guatemalteca, llamada SERIGUA. Ahora me dan una pensión y eso me ayuda a resolver mi economía. También participo en Monarcas. Hoy me dedico a jugar con mi nieta, a jugar en esta obra de teatro y a coordinar un Libro Club en la Casa Espacio Refugiados, donde propiciamos el encuentro de personas que nos juntamos para leer cuentos, poesías y novela, además de nuestras experiencias dado que se juntan los exilios de todos los países; es un encuentro de personas migrantes refugiadas y mexicanas que nos abrazamos a partir de la literatura.
¿Y quién de ustedes me cuenta cómo se conocieron?
Nélida: Nos conocimos a partir de los talleres acerca de Derechos Humanos que impartían en Sin Fronteras. Comenzaron a asistir Tere y Eva y de allí surgió la idea de conformar un grupo de mujeres para ayudarnos y empoderarnos que nombramos “El grupo Monarcas”. Como Tere saludaba a todo el mundo decidimos poner a Tere como la presidenta, y luego José Luis Loera, coordinador de la Casa Espacio del Refugiado nos invitó para reunirnos allá en su sede de Centro Médico. Así poco a poco llegaron también Mari y Adelina.
¿Y por qué se llaman “Monarcas”?
Tere: Porque todas llevábamos problemas y Sin Fronteras nos puso un psicoanalista y entonces allí íbamos todas y todas contábamos nuestras historias y chillábamos. Y pensamos cómo le ponemos al grupo, no sabemos quién fue pero hubo alguien que dijo “Mariposas Monarcas” haciendo alusión a las mariposas que vienen desde Canadá migrando hasta Michoacán: hay mariposas que en el camino se quedan, pues se rompen sus alas, las agarran, las golpean, las lastiman y todo… Así les pasa a las migrantes que pasan por México, se viola a las mujeres, las roban, las secuestran, las matan, las regresan….
¿Y qué es lo que hoy hacen las Mariposas Monarcas?
Adelina: Nos reunimos en el parque de Centro Médico; yo en lo personal soy voluntaria en las “cajas de ahorro” y también tomo clases de pintura. Además hay clases de baile, escritura, música, inglés francés y existe el Libro Club.
¿Tú Eva cómo definirías a la Casa Espacio Refugiados?
Eva: Es una casa donde han llegado muchas personas que vienen de otros países, como llegamos nosotras, y necesitan información y se les da. Se trata de ayudar, de saber lo que cada quién necesita y tener la voluntad y la organización para ayudarnos mutuamente.
Nélida: La Casa Espacio Refugiados es un lugar de convivencia que acoge a mexicanos y migrantes, se apoya a la gente a salir adelante en esta ciudad que es un monstruo.
¿Qué significa para ustedes ser refugiadas?
Mari: Ser refugiado es que el Alto Comisionado de las Naciones Unidas le haya dado a una el estatus de refugiada en el país donde está.
Tere: Ser refugiada para mí es “ser perseguida en mi país”, porque un refugiado no puede seguir en su país. Significa abandonar tu tierra por obligación para salvar tu vida.
Eva: Ser refugiado es dejar con tristeza tu país y llegar a uno nuevo que no conoces. A mí me trajo mucho dolor ser refugiada.
¿Y qué es para ustedes la frontera?
Mari: La frontera es un límite que imponen para dividirnos y no debería de existir porque la tierra es una y no tiene dueño.
Tere: La frontera no la forman los pueblos, la forman los gobiernos. Los gobiernos lo hacen para que no se unan pueblos con pueblos, por ejemplo nunca quisieron que el pueblo salvadoreño se uniera con el pueblo mexicano.
Eva: La frontera es miedo. Miedo cuando ves a los policías pasar.
¿Qué es lo que cada una de ustedes hace hoy para defender los derechos humanos?
Adelina: Vienen mis paisanos e intento ayudarlos, les doy una cama en mi casa y les ofrezco acompañarlos en todas las diligencias que tienen que hacer aquí.
Mari: Pues hasta aquí participando en Monarcas, y a través del Libro Club propiciando un espacio de discusión sobre los derechos humanos a partir de la literatura del mundo.
Tere: Yo lo hago a partir de que a mi se me reconozcan mis derechos humanos y sean respetados. Porque aunque sea extranjera tengo los mismos derechos que cualquier mexicano. Y cuando veo que a alguien se le ataca pues le doy a entender que tiene que luchar por sus derechos porque aun siendo extranjero, es hermano y es persona y merece respeto.
Eva: Yo lo que suelo hacer es canalizarlos a Sin Fronteras porque allí pueden hacer sus papeles, muchos de ellos no saben que existen esas oficinas pero al llegar reciben mucha ayuda.
Nélida: Yo lo hago visibilizando la problemática por medio de entrevistas que me han hecho y lo hago también por medio de esta obra de teatro.
¿En qué medida creen que participar en esta obra de teatro es una manera de defender los derechos humanos?
Nélida: Con esta obra de teatro sensibilizamos a muchos mexicanos, jóvenes en su mayoría, lo hacemos de una manera artística y muy bonita, es muy poderosa.
Tere: Porque de esta manera damos a conocer que existimos los refugiados y relatamos cómo es que dejamos nuestros países y llegamos hasta aquí. A partir de esta obra de teatro yo sé que hay personas que comienzan a entender nuestra problemática.
Mari: Creo que la obra ha madurado y expresa claramente una denuncia cuando mencionamos que tenemos una maleta llena de historias terribles. Yo denuncio el secuestro de mi marido, digo que existe la desaparición forzada y eso no puede existir.
Eva: En estas presentaciones que hemos hecho nos ha visto mucha gente que no sabía que somos mujeres refugiadas y se nos han acercado a hacernos preguntas acerca de por qué hemos dejado nuestro país.
¿Cómo comenzó en ustedes esta obra de teatro?
Adelina: Para mi comenzó cuando comenzaron a indagar quién era yo, quién era cada una de nosotras. Porque todas nosotras somos diferentes y eso se ve en la obra.
Mari: Para mí su acercamiento y todo el proceso ha sido un trabajo alegre y muy arduo. Ustedes han sido muy amorosas con nosotras. Hemos sido su materia prima que ustedes modelan como directores para crear esta bella obra.
Ah, curiosamente yo también me siento como la materia prima que ustedes modelan según prefieran, que bueno que sea recíproco. ¡A veces me parece que trabajamos en un manicomio! (risas).
Tere: La primera vez que se acercaron a nosotras yo pensaba que ustedes estaban locas y poco a poco me dí cuenta que podíamos hacer cosas juntas.
Nélida: Yo creo que comenzó a partir de una historiadora que quería saber de nuestras historias del pasado. Luego se te ocurrió hacer una obra de nuestras vidas a partir del trabajo realizado con historia oral.
Eva: Cuando a mí me dijeron y le conté a mi hijo; él me dijo que era una cosa muy seria hacer una obra de teatro: “¿Usted está segura que quiere hacerlo” -“Sí, yo creo que sí”.
Todas ustedes han sido muy generosas al entregarse al teatro y a sus reglas del juego. ¿Después de esta experiencia, qué encuentran en el teatro?
Mari: Pues yo, realización por el hecho de descubrir que tengo la capacidad de hacer ésto que hago. Me siento tan feliz, tan feliz de ver cómo cada una resuelve sus escenas.
Nélida: A mí me ha dado alegría, me ha revelado otra forma de denunciar los abusos a los migrantes, me ha apoyado.
Eva: A mí me ha dado muchas cosas recordar mi niñez, y olvidar ciertas tristezas que una tenía al salir de su país. Me siento muy contenta.
Tere: Yo siento que me ha dado mucha satisfacción y me ha encantado trabajar con tanta gente. Todos los que la ven dicen que la nuestra es una bonita obra y que tiene algo especial para ofrecer. Y a la vez, a pesar de tratar un tema tan duro, te vas de la función con alegría.
Adelina: A mí me ha dado la posibilidad de contarles a mis nietos y bisnietos: ¡que su abuela y su bisabuela estuvo en el teatro! (Risas)
¿Después de esta experiencia sienten que en ustedes algo cambió?
Nélida: La verdad es que sí. Yo me siento más joven, me hizo rejuvenecer. Yo siento que profundamente cambió en cada una de nosotras algo, la tristeza por ejemplo. Me siento más viva y con ganas de hacer más cosas.
Eva: Yo he sentido que me ha dado mucho olvidar las penas y las tristezas. Cuando llego aquí vengo contenta y cantando. Yo tenía una cosa en el pecho oprimido que nunca he podido sacar. Y hoy me siento tranquila y contenta y seguiré adelante a pesar de mis 79 años.
Tere: Me ha dado compromiso, responsabilidad y amor. Estar empapada en esto, me levanto y vengo corriendo sabiendo que aquí tengo que estar. Y me pregunto… ¿qué va a pasar con nosotras después de todo esto?…
Mari: A mí me ha dado mucha seguridad, volví a ser aquella niña que cantaba y bailaba. Una niña que se había ido apagando y ahora he vuelto a cantar y a contar.
Adelina: He aprendido muchísimos ejercicios de respiración, mi voz se empoderó y mis hijos dicen que ahora grito más. Me ha ayudado mucho en lo personal, hago los ejercicios que nos enseñó Azalia y ya no me canso tanto, a pesar de que traigo bastón. De verdad es que físicamente aguanto más.
Tere: Mis hijos me dicen “mamá usted siempre ha sido gritona, pero ahora grita más, qué le pasó” (risas).
¿Qué podrían decirle a la gente que lea en esta revista respecto a la obra? ¿Qué es lo que va a ver?
Adelina: Las experiencias del pasado y del presente.
Mari: Verán a cinco mujeres con un pasado bastante difícil pero que hoy son felices, están llenas de vida y hacen teatro.
Eva: Tal vez esperarán ver gente joven trabajar en teatro y se sorprenderán a ver cinco viejitas actrices, espero que les guste.
Tere: Una historia de vida que venimos arrastrando y que a su vez es un mensaje para la gente. La obra que nosotras estamos desempeñando es muy distinta a las otras obras de teatro porque nuestras historias son reales y muy dolorosas.
Nélida: Para mí es una declaración, una liberación personal, una liberación del dolor.
Videoclip TODO ESTÁ AQUÍ: https://www.youtube.com/watch?v=6UvhB9mqTxw&hd=1
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