El árbol en la niebla

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31 de enero de 2012. Todo comenzó en abril del año pasado: Nos reunimos 7 mujeres y un hombre en el FARO Tláhuac, alrededor de una pequeña mesa ratona, sobre un cómodo sillón de peluche fucsia entre almohadones con forma de peces tomando café y comiendo huevos en salsa de tomate con tortillas de maíz.

Nayma, Socorro, Gladys, Estela, Ignacia y María Luisa vinieron al encuentro cuando Memoria Migrante (“Un proyecto de historia oral, arte y encuentro ambulante”) les propuso comenzar un Taller de Historia Oral para reconstruir historias de vida de las mujeres de su colonia. Durante más de tres meses nos encontramos cada miércoles a las 10 de la mañana en el sur de la Ciudad de México y nos dispusimos a rastrear sus árboles genealógicos, los juegos de la infancia, la relación con sus padres, sus primeros amores, su sexualidad, su maternidad, el mundo del trabajo la militancia, las fiestas y celebraciones, el espacio público y el ámbito privado, en fin… la condición de ser mujer.

Incluso hubo tiempo para compartir espacios de silencio reunidas todas alrededor de un manojo de telas, botones, agujas e hilos que sirvieron para que cada una pudiese coser su muñeca; una manera de hacerse a sí mismas, de sublimar su propia biografía a través de una actividad tan femenina.

Gracias a este proyecto se sentaron las bases para un Archivo de la Memoria en Faro Tláhuac -con el audio y la transcripción de todos los encuentros-.

Memoria Migrante es un proyecto que se propone integrar la práctica de la historia oral con diferentes lenguajes artísticos. Por ello este año se está desarrollando la continuación de dicho taller y las mujeres de Tláhuac están por estos días creando una dramaturgia colectiva a partir de sus relatos de vida y esculpiendo una pieza escénica a cargo de la Licenciada en teatro Florencia Bergallo, Genaro J. Recabarren y quien suscribe.

La obra de teatro se titula “Un árbol en la niebla” y se estrena el 18 y 19 de febrero en Faro Tláhuac, en marzo y abril estará en Casa Vecina, en mayo en el Casa Espacio Refugiados de centro Médico, en junio en la Fundación Alumnos 47, y cierra su programación en julio en el Centro Cultural España-México.

Sin embargo, lo que aquí nos convoca es poder dar cuenta cómo llegaron a ser quiénes son éstas mujeres mexicanas: niñas trabajadoras, jóvenes ingenuas, ancianas traviesas; adultas guerreras…

Gladys: Nunca recibí reyes magos aunque Omar, mi hermano, siempre nos motivaba a escribirles. Lo que sí me gustaba era jugar con mis vecinitas y Rosalino en los charcos de agua sucia, que abundaban en temporadas de lluvia, a atrapar ajolotes y echarlos en un frasco de Frutsi y conservarlos hasta que se hicieran sapitos. También me gustaba ir con Omar a atrapar chapulines en el pasto largo y seco; los metíamos vivos en una bolsa de plástico hasta que se morían asfixiados. Tardábamos horas en capturar los suficientes para comer 2 tacos de ellos, tostados con sal en una tortilla.

Educación

María Luisa Rivera Grijalva: Desde muy niña María (mi madre) fue solicitada a su mamá para ayudar como mocita, barriendo y acarreando agua, cargando niños o haciendo mandados. Muchas veces sus patronas no la dejaban salir a la hora que iniciaban las clases y llegaba tarde, corriendo y sin haber podido ir a su casa a cambiarse de ropa y lavarse la cara, y su maestra, sin escuchar explicaciones, la castigaba por descuidada y sucia, haciéndola hincarse en una esquina del salón, con los brazos cruzados, sin hablar y con la cabeza agachada; desde ahí recibía María las burlas de sus compañeras que le hacían gestos o le enseñaban la lengua. Por eso ella no pasó del segundo año de primaria; y a pesar de eso, María escribía con una hermosa y elegante letra manuscrita que yo admiraba muchísimo y que trataba de imitar cuando empecé a escribir, a los seis años…

Velorios

Ignacia Coraza: Yo recuerdo que cuando se morían los niños me gustaba ir mucho a los velorios ya que éramos humildes y allí nos daban café con canela y pan de dulce… Además en esos velorios no era “rezar y rezar” si no que todos nos juntábamos y nos poníamos a jugar frente a la caja del niño muerto y así era toda la noche -como por 1955- en las casas ya que no habían agencias. Se ponían la caja en medio y sillas alrededor si acaso eran 1 o 2 padres nuestros y ave marías y no se rezaba ya que los niños van directo al cielo…

Casamiento

Ignacia: Mi nombre es Ignacia Coraza y nací en Julio del ’47 y yo también soy originaria del Estado de Puebla, mi padres nacieron en un pueblito llamado Tlacotepec, aquí atrasito de los volcanes. Mi papá fue campesino y nos cuenta que el papá de mi papá (o sea mi abuelo) de niño fue vendido a una hacienda. Antes -estamos hablando como por 1880 más o menos- los peones que estaban en las haciendas, para poder independizarse tenían que casarse. Pero, para poder casarse tenían que cargar maíz; y para demostrar que eran fuertes tenían que cargarse no sé cuántos kilos de maíz en la espalda. Entonces para que un campesino o un peón pudieran separarse de la hacienda y casarse tenía que demostrar y cargar esos bultos y sólo si era fuerte ya se podía casar y ya se podía ir… Luego de la boda, al patrón le tocaba la primera noche con la novia. Después de esa noche ella volvía con su hombre.

Trabajo

Ignacia: Pues el oficio mal visto era el de las muchachas que ofrecían sus servicios, a pues las cariñosas. Pero yo pienso que uno de los oficios mal vistos es el de trabajar en casa ajena porque te dicen “eres la gata, la chacha, la sirvienta”; es un oficio mal visto ya que piensan que trabajar en un laboratorio o en una oficina es más digno que trabajar en una casa. Ese es un oficio mal visto pero también considero que es uno de los oficios donde uno aprende mucho. Yo me vine a trabajar a México de sirvienta, yo buscaba buenas casas porque es donde pagan bien: yo no me iba a trabajar a las casas de mi colonia, me iba a Polanco. No me gusta que me traten mal entonces en una casa la señora me decía “tú eres muy inteligente, vas a ser mi mano derecha, mira sabes que yo te voy a proponer que seas mi ama de llaves, tu vas a ser mi ama de llaves porque veo que eres muy leal y preparada.

No comíamos lo mismo que los patrones, ¡ah! Pero eso sí: nos daban muy buena comida, todos los días nos daban bistecs pero carne de muy bueno calidad, la leche excelente, todo muy buena comida pero… no comíamos lo mismo que los demás: si yo hacía ensalada para todos a nosotros no nos tocaba ensalada; pero yo siempre me las ingeniaba para que me tocara lo mismo que a ellos.

Pero la verdad es que a esa señora le gustaba que uno le lavara el piso de la cocina arrodillada y yo lo lavaba con la escoba; entonces… llego un día y me cachó lavando el piso con la escoba y que arma el gran escándalo y digo -¿qué tiene eso de malo? ¡La limpieza se está haciendo!- y ella – “no, esto no puede ser posible”- y que le habla a sus amistades- ¡ja ja ja! ¿Cómo cree ésta “simple gata” que va a ser ama de llaves?-.

Entonces a los 15 días me arreglo y le subo el desayuno al señor (porque al señor había que subirle el desayuno) y que le digo a la señora -¿sabe qué? Me liquida porque me voy, nada mas hago el desayuno y me voy.- y ella- ¿cómo que te vas?- y yo- sí, usted quédese su dinero, yo me voy con mi trabajo a otro lado porque a mí no me gusta que me traten mal y a mí no me van a humillar!-.”

Infancia. Juegos

Ignacia: Juguetes que yo recuerde no, si acaso una pelota pero no teníamos juguetes, luego los niños juntábamos papeles y hacíamos nuestra pelota de papel y lo amarrábamos con cintas o hilos, las almohadas eran las muñecas, nos amarrábamos el rebozo de mi mama como si fuera un bebé y éramos felices. Cuando hubo muñecas de carne era la moda, era muy bonita, una de mis amigas la tenia había una familia que tenía un autobús y ahí nos reuníamos a jugar ese era nuestro lugar de juegos, Nosotras poníamos los trastes y ella ponía la muñeca, yo siempre era la criada, porque la criada siempre se encargaba de la muñeca. Jugábamos a la tiendita: pasteles de lodo, vendíamos las hojas de los arboles, vendíamos azúcar, café todo hecho de tierra. Y también en el tiempos de otoño juntábamos las hojas que pudiéramos y enfrente de la casa hacíamos una lumbrada brincando de un lado a otro o ahí calentándonos nada más.

Estela: Y… de juegos… solo eso… brincábamos la riata y el columpio, de mas grandes hacíamos días de campo con las vecinas, a la “Caja de agua” nos íbamos que era un campo, íbamos allá y llevábamos comida, ella y su primo nos avisaban. Ellos mataban a los pajaritos y en la tarde los íbamos a desplumar para cocinarlos pero solo ella se los comía solita, todos. A mí no se me antojaba, mejor comíamos de la que comida que nosotros llevábamos, ella sola se las comía pues nada mas, y como había pastito era de rodarnos y darnos maromas y eso eran los juegos”

Trabajo

Socorro: Nosotros somos descendientes de familias de campesinos entonces generalmente las tias se dedicaban al hogar y en muchas ocasiones ayudaban a la tarea del campo… yo recordando a la edad de 6 o 7 años mi papá nos llevaba al campo y cortábamos chayote, nopales, naranjas, aguacates… afortunadamente venimos de estos lugares donde las plantas son prodigas. Entonces yo recuerdo que mi papá me llevaba al campo y a mí me asustaba ver llegar el fin de semana -el resto de la semana íbamos a la escuela- pero el sábado… nos levantamos y encontramos cientos de rejas que llenar con chayotes o nopales. Y ese oficio era bastante difícil porque había que agarrar las pencas de los nopales sin ninguna protección; de hecho yo recuerdo como llegábamos en las tardes con las manos hasta hinchadas de tanto… de que se te quedaban las espinas y no había ningún medio para evitarlo, no teníamos ni la mínima idea de que podíamos usar unos guantes. Era enfrentarte con lo que tenias, y yo recuerdo bien que lo que nos hacia mi madre es: lavarnos las manos con cenizas porque cortaban las espinas, y lo que se te quedaba ya ni modo… a esa edad ya estábamos participando en un sustento familiar.

Celebraciones: Carnaval

Socorro: Yo recuerdo que en San Diego, mi pueblo, allá por los ´60, era curioso ver el grupo que organizaba el carnaval: el capitán tenía la obligación de forrar una caja de zapatos y vestir una muñequita de 30 centímetros de plástico, que hasta el peinado tenían de goma, y la vestían muy bonita; en cada casa llegaban y le bailaban la muñequita. Bailaban todos alrededor de la muñequita al mismo tiempo, en cada familia, donde se detenían les daba un poco de dinero… yo recuerdo que era algo muy simbólico: mi papá les daba 50 centavos o una Coca-cola a cada uno. El carnaval era toda una semana y para concluirlo había quien se disfrazaba de diablo, eran personajes que se dedicaban a hacer travesuras a todo el pueblo: iban y se robaban las gallinas las cosechas, les echaban tierra a las personas, se dedicaban a hacerles travesuras. Pasabas por la calle y te jaloneaban, todo mundo les huía y los niños les teníamos miedo, tu veías por las rendijas de la casa y te metías por debajo de la cama porque si te tocaban te hacían alguna maldad entonces…

¿Qué año era eso?

Socorro:- Yo creo que por el ´61, en San Diego. El ultimo día hacen algo que ahora me estremece aún más que antes: reunían 20 gallinas y las colgaban de una patita entonces toda la gente del carnaval le iba danzando y brincaba a la cabeza de la gallina; entonces siempre había quien estuviera moviendo la cuerda como una piñata y la gente pasaba y les agarraba el pescuezo y se les colgaba el cuello hasta que les quitaban la cabeza. Entonces después de eso, iban con toda la gente para echarse la sangre de la gallina y… fue una tradición… la cual fue cambiando: ya no se permite la famosa “despescuezada de gallina”; ya el carnaval terminaba con el baile muy en grande y ya no se martirizó a las pobres gallinas.

Nayma: Bueno, yo soy Nayma Fernández Pérez, tengo 22 años. Nací un dos de Julio de 1988, soy la hermana menor de 2 niñas: mi mamá nos cuenta que ella siempre quiso tener niñas, desde que era pequeña soñaba con ser mamá; entonces ella comenta que cuando nació mi hermana lo único que le faltaba era tener otra niña. Mi abuela decía que lo ideal siempre era tener dos hijos varones porque así “tienes dos manos y dos brazos más para trabajar”. Pero cuando el doctor le dijo a mi mamá que yo era niña, a ella le dio mucha alegría. (…) Si me pidieran definirme creo que todas las personas que me conocen coinciden en que soy un poco hiperactiva. Por eso mi mamá siempre ha estado como que muy: -¡Nayma hay que ser un poco más ordenada, no te distraigas tanto!-; entonces creo que la parte más importante y la columna vertebral de mi vida es mi mamá, en un principio.

Partos

Estela: Yo tuve un hijo nada más. Cuando empecé con los dolores, si no mal recuerdo, un domingo en octubre de 1960 sería. En la madrugada me vio una cuñada y dijo -“voy a ver a mi hermana para que me acompañe al hospital”- . Le tocaron a un señor que tenía un taxi, serian las 5 de la mañana, me llevaron al hospital de Puebla, fuimos a la casa de la doctora, nos dijo que pasáramos con la enfermera hacia el hospital. Yo quería ir al baño, me tardé mucho, me vio la enfermera y me dijo que me fuera a la cama. Pero yo pensaba que la cigu%u0308eña me iba a aventar a mi hijo en la panza, es que mi mamá falleció cuando yo tenía 17 años y nadie me platicó acerca de eso, entonces eso pensaba en el hospital. A la mera hora me colocaron en posición, me dijeron “puje” y ya, pero yo no sabía y, en varios intentos fue como salió mi hijo: me lo acostaron, se lo llevaron a hacer limpieza, como a las 10 am me lo dieron, estaba muy contenta pero como era muy burra… sentía que lo quería pero… al no saber nada, no fue que lo esperaba emocionada; me sentía feliz pero hasta ahí. Cuando lo tuve estuve contenta y regrese a la casa de mi papá.

Nayma: Bueno… recuerdo que mi abuela paterna tenía a todos mis tíos en la casa, siempre me remitía cuando nacen en la película de “Como agua para chocolate”: amarraban telas en los árboles a sus brazos, al aire libre, paradas ellas pujaban y pujaban… y el bebé nacía. Así recibían a los niños. Todos fueron en su casa por los ´40… el parto de mi mamá ya fue en hospital y se quedo con ganas de un parto natural…”

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