https://naavagreen.com/wp-includes/fonts/depo-25-bonus-25/

https://beccopizza.com/wp-includes/depo25-bonus25/

https://samouraimma.com/

Slot Qris

Slot Bet 100

jueves 19 septiembre 2024

Guerra y Popularidad

por María Cristina Rosas

Es harto conocido que los conflictos armados suelen elevar los índices de aprobación de aquellos personajes que desencadenan las hostilidades. Piénsese en el caso de Dwight Eisenhower y la Guerra de Corea; de George H. W. Bush y la primera Guerra del Golfo y de su hijo en la Guerra en Afganistán; sin dejar de lado a Harry S. Truman, quien consumó la victoria de EEUU en la segunda guerra mundial, por citar los casos más conocidos. Claro que hay excepciones. El teniente coronel Leopoldo Galtieri, quien asumió el poder en 1981 en Argentina, inició una guerra contra el Reino Unido para reivindicar la soberanía sobre las Islas Malvinas en 1982, que buscó sobre todo, que los argentinos cerraran filas con el dictador. Sin embargo, la guerra tuvo el efecto contrario: fue un catalizador para que la población manifestara su repudio a la dictadura y fue también un hecho determinante para que el país transitara a la democracia y contara, a partir de 1983 con gobiernos encabezados por civiles. A quien parece que sí le ayudó la Guerra de Malvinas a afianzarse en el poder fue a Margaret Thatcher, quien enfrentaba una cruenta oposición a sus reformas económicas pero que, gracias a la contienda, vio catapultada su popularidad en los comicios de 1983.

Así que guerra y popularidad parecerían condicionarse mutuamente. Por ello no deja de llamar la atención la decreciente popularidad del actual presidente estadunidense Joe Biden, quien, con todo y la contienda bélica entre Rusia y Ucrania, ve caer sus números, acusado de una gestión “mediocre” en torno al citado conflicto, pero además con una opinión pública agobiada por la inflación y el incremento en los precios de los combustibles. Así, a la relación entre guerra y popularidad sería necesario sumar la que existe entre deterioro económico y popularidad. Fue la crisis económica la que pulverizó la apabullante popularidad de George H. W. Bush, quien perdió la reelección ante William Clinton en los comicios de 1992. 

Lo anterior ha encendido los focos rojos en la Casa Blanca, donde se mira con preocupación la poca popularidad de Biden de cara a las elecciones de medio término de noviembre próximo, donde parece inminente que su partido pierda la mayoría en ambas cámaras, lo que, a su vez, le hará muy difícil gobernar en los dos años que le quedan, y que allanaría el camino para un posible triunfo de los republicanos y quizá, el regreso de Donald Trump a la presidencia.

 

Por supuesto que la popularidad puede caer y posteriormente recuperarse. Ronald Regan tenía índices muy bajos en su segundo año de gobierno, pero remontó ante el desarrollo de la segunda guerra fría y sobre todo, al reinventar al gobierno en la Unión Americana, con la consigna de pocos impuestos y mayor libertad económica, ello aderezado con una vigorosa carrera armamentista. Barack Obama llegó a tener los índices de popularidad más bajos en 2014 debido a la crisis económica, la percepción del declive de la influencia de Estados Unidos en el mundo y por los impactos económicos de las guerras en Afganistán e Irak. 

Con todo, los malos números de Biden son más preocupantes, no sólo por su experiencia previa como Vicepresidente en la administración de Obama, sino también por su gestión política anterior como Senador. Parecía un político experimentado, poseedor de habilidades negociadoras en torno a diversas materias, pero hoy, ese expertise no parece que sea suficiente para encabezar una exitosa gestión de crisis en la guerra entre Rusia y Ucrania, como tampoco en las relaciones con la Unión Europea, mucho menos frente a un actor tan poderoso y omnipresente como la República Popular China (RP China). 

Y como se comentaba en el caso de la Guerra de las Malvinas, donde la dictadura argentina perdió y Margaret Thatcher ganó, algo similar parece estar ocurriendo hoy con la popularidad de Biden frente a la de Vladímir Putin, presidente de Rusia. Hacia el 22 de marzo, casi un mes después del inicio de la “operación militar especial” de Rusia en Ucrania, el 83 por ciento de los rusos aprobaba la gestión de su Presidente contra un 15 por ciento que la reprobaba.¹ En el gráfico anexo, el papel de las guerras en la aprobación de Putin, resulta evidente. Se puede ver cómo sus números crecieron con motivo de la anexión de Crimea y el inicio de la Guerra del Donbás en 2014; cómo la intervención en Siria nuevamente catapultó la imagen del mandatario eslavo en 2015 y cómo ahora ocurre lo mismo con la incursión en Ucrania. En contraste, el efecto de un evento deportivo tan importante como la Copa del Mundo de 2018 no elevó la popularidad de Putin, ello sin dejar de lado que sus números cayeron a niveles históricos en 2020, con motivo de la pandemia provocada por el SARSCoV2, agente causal del COVID-19.

¿Por qué la popularidad de Putin es tan alta en Rusia? A los ojos del mundo, sobre todo en Europa y EEUU, la imagen de Putin es equiparada a la de un ser maligno, siniestro, desalmado. Una encuesta desarrollada por el diario USA Today el 13 de marzo entre personas de ascendencia rusa y ucraniana que residen en Estados Unidos, reveló que los entrevistados caracterizaban a Putin con términos como “dictador”, “tirano”, “monstruo.”² Ello hace recordar la manera en que Ronald Reagan, durante su presidencia, se refirió a la entonces Unión Soviética como “el imperio del mal.”³

Más allá de este lenguaje hollywoodizado para referirse a Rusia y los rusos, cabe preguntar por qué Putin mantiene una popularidad tan abrumadora en su país. Desde que llegó al poder, Putin ha consolidado su poder, también llamado putinismo en diversos círculos académicos y políticos, en dos etapas: la primera, que comprendió desde su arribo al poder en 2000 hasta 2013, y la segunda, de 2014 a la fecha. En la primera, Putin se erigió en el salvador del país, de su prestigio, de su economía, de la sociedad y su calidad de vida. En ella, el gobierno restableció el control estatal sobre las empresas y los bancos, con un rechazo al neoliberalismo y una planificación estratégica orquestada por el Estado. Atacó a los oligarcas y se alió con la iglesia ortodoxa. En esta etapa, la economía rusa tuvo importantes tasas de crecimiento y de aumento del nivel de vida de la población. En la segunda, la narrativa perfila a Putin como el guerrero que enfrenta tres desafíos: las sanciones económicas que Occidente le aplica desde 2014; enfrentar a la amenaza que encarna Occidente; y el uso de la fuerza -tanto de la guerra convencional como de la ciberguerra y de la estrategia del conflicto asimétrico- para reivindicar la influencia rusa en el espacio postsoviético y su estatus de gran potencia en las relaciones internacionales.⁴

Estos elementos exacerban el nacionalismo, el orgullo nacional y el patriotismo entre los rusos. No se olvide que Putin ha cuidado mucho el lenguaje usado para justificar la “operación militar especial” en territorio ucraniano, destacando la desnazificación de Ucrania; los ataques perpetrados por las autoridades ucranianas contra los rusoparlantes; y claro, las pretensiones de Kiev de incorporarse a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), lo que, a los ojos de Moscú, amenaza a su seguridad nacional. 

En cualquier caso, las cifras son contundentes: a cada acción militar ordenada por el gobierno de Putin, corresponde un repunte en su popularidad. Ello también evidencia el temor de la población rusa al caos y a la incertidumbre como lo visto tras el colapso de la Unión Soviética. Putin es, a los ojos de la población, el capitán del barco, quien no sólo evitó que se hundiera, sino que ha logrado rencaminarlo. La guerra para muchos rusos seguramente no es la opción más deseable. Sin embargo, es esta contienda bélica la que permite al país mantener a raya a sus detractores, colocando a Rusia en el centro del debate en el mundo, y, no menos importante, protagonizando la reconfiguración de las relaciones internacionales en el siglo XXI.

Ciertamente las cifras revelan también cuál es el talón de Aquiles de Rusia, donde destaca su creciente vulnerabilidad económica y, en un futuro próximo, las consecuencias sociales, políticas, culturales e incluso religiosas de las acciones militares emprendidas. Toda guerra involucra oportunidades y peligros. El desgaste que genere la contienda, en particular si se prolonga en el tiempo -como lo evidencia Estados Unidos, tras una guerra de 20 años en Afganistán- puede resultar devastador para quien la orqueste. 

Irónicamente, el Presidente de Estados Unidos ha usado un lenguaje que defenestra a Putin y que limita las posibilidades de una negociación entre ambos. Con ello intenta negar la centralidad de Rusia en la agenda global, sin dejar de lado que pareciera más importante para Washington la “amenaza china” que la propia Europa. Biden ha ido tan lejos como para sugerir la remoción de Putin del poder, con un lenguaje propio de la era más imperialista e intervencionista de EEUU en el mundo. Involucra un retroceso en las “buenas prácticas” para gestionar la solución de conflictos y sienta un terrible precedente para futuras contiendas. Hoy por hoy, la permanencia de Putin en el poder parecería estar garantizada hasta 2036 según la reforma constitucional más reciente. Paradójicamente los errores de la administración Biden parecen acercarlo cada vez más al final de su mandato -con una reivindicación de Donald Trump y ciertamente de los republicanos.


¹ DW (31.03.2022), “Popularidad de Putin aumenta a más del 80% desde ofensiva contra Ucrania, según sondeo”, disponible en https://www.dw.com/es/popularidad-de-putin-aumenta-a-m%C3%A1s-del-80-desde-ofensiva-contra-ucrania-seg%C3%BAn-sondeo/a-61322195 

² Véase Susan Page (March 13, 2022), “Poll takeaways: What one word describes Putin? We asked. The answers weren’t pretty”, en Yahoo News, disponible en https://news.yahoo.com/poll-takeaways-one-word-describes-140015591.html

³ Emilio Díaz Miranda (4 de marzo de 2022), “Rusofobia, el Imperio del Mal y la izquierda dividida”, en El Diario, disponible en https://www.eldiario.es/canariasahora/canarias-opina/rusofobia-imperio-mal-izquierda-dividida_132_8804168.html 

 Mira Milosevich-Juaristi (9 febrero 2018), El putinismo, sistema político de Rusia, Madrid, Real Instituto Elcano, disponible en https://www.realinstitutoelcano.org/analisis/el-putinismo-sistema-politico-de-rusia/ 

También te puede interesar

betvisa

jeetbuzz

jeetbuzz

jeetbuzz

winbuzz

winbuzz

daman game