1. No creo que la actitud de Ernesto Zedillo sea valiente como él se considera (inmodesto). Habla a diez días de que termine el sexenio, lo cual, en todo caso, lo demuestra cobarde y sin reflejos. Y un hombre con poca memoria: el ascenso de López Obrador no se explica sin su apoyo, lo mismo en la bola que le dio cuando perdió con Roberto Madrazo en las elecciones para gobernador en Tabasco que para hacerlo candidato al gobierno de la ciudad de México cuando no reunía los requisitos de residencia. Difundir su súbita preocupación sin una sola crítica, en la desesperación de sumar solo por sumar, es una actitud de borregos. (Hay que recordar que con esa óptica se sumó a Miguel Ángel Yuñes).
2. No creo que celebrar a un político del oficialismo o de la oposición, sea periodismo. Esa es propaganda y quienes participan en esos desfiguros no son periodistas sino matraqueros. Saltar en la cama divertido como lo hizo Hernán Gómez en el Palacio del Gobierno de Campeche es tan grotesco como tomarse fotos con las alcaldesas salientes del PAN.
3. No creo que deban dejar de comentarse los ostensibles errores de la oposición porque, según Héctor Aguilar Camín, eso es trivial. Claro que no es trivial. La oposición es responsable del advenimiento del populismo y su actitud mezquina (pensando siempre en las prerrogativas económicas que la ley les otorga) permitieron que Morena arrasará en la jornada electoral del 2 de junio (ese es un hecho, más allá de considerar siempre la operación de Estado en la que se encaramó el presidente para sentar como sea a su criatura presidencial).
4. No creo que la tragedia del populismo autoritario se explique nada más porque mágicamente se abrió paso. Sin duda empresarios, medios, intelectuales y partidos políticos son responsables de ello. Incluso hay quienes vieron los afanes tiránicos hasta que estaba terminando el sexenio o quienes, también casi al terminar el sexenio, se preguntaban sesudamente (porque ellos siempre usan el cerebro, se entiende) si estamos en presencia de un cambio de régimen.
5. No creo que deba festejarse la (pésimamente escrita) carta Genaro García Luna en la que afirma que el presidente tiene vínculos con el narcotráfico. Si hay documentos, audios y videos, los debe presentar.
6. No creo que el presidente signifique una ruta y Claudia Sheinbaum signifique otra ruta. Ella es el alfil del presidente para la trascendencia política de su proyecto autoritario. La presidente entrante lo sabe y está gustosa de ello. No obstante, también puede decirse que es rehén de López Obrador porque este no le ha dejado margen de maniobra, como consta en las decisiones legislativas recientes, la composición del próximo gabinete y la incorporación de Luisa María Alcalde y Andy López Beltrán. Lo que sí habrá es un rejuego de fuerzas internas que Sheinbaum intentará aprovechar para abrir margen de maniobra, pero eso es otra cosa.
7. No creo que sea buena idea (y lo he dicho desde hace tiempo) proclamar “Disfruten lo votado”. Y no lo creo no solo porque es una pieza de una imaginación pequeña, sino porque, nos guste o no (y a mí no me gusta) millones de personas sí disfrutan lo votado. Festejan cada decisión del presidente y sienten el resentimiento que este las ha inoculado desde hace muchos años. Creo que a una oposición responsable le queda la labor de persuadir.