Islandia cobró notoriedad gracias a la aparición de un grupo de escritores que mostraron la violencia oculta de un país donde, en apariencias, nunca pasa nada.
Arnaldur Indridason, el más popular de los escritores policiales islandeses con más de cinco millones de libros vendidos en todo el mundo, conoce los estereotipos existentes sobre su patria: “Los turistas tienen una imagen muy inocente… El cielo tan blanco, el mar tan limpio, la nieve. Pero aquí también hay sangre… Tenemos todos los crímenes ordinarios que se encuentran en todas las capitales del mundo, droga, prostitución y algún que otro asesinato… Tenemos aquí material para inspirarnos, como en cualquier otro sitio”.
Autor de libros fundamentales para el nuevo policial negro como Las marismas (2000), La mujer de verde (2001), La voz (2002), El hombre del lago (2004) e Invierno ártico (2005), Indridason se define como un escritor de realismo social al ofrecer “historias de gente normal y corriente en circunstancias inusuales: hay mucho sobre la sociedad islandesa en mis libros”.
Sus novelas suelen transcurrir en Reykjavik, la capital deIslandia, y están protagonizadas por el inspector Erlendur Sveinsson, un hombre regordete y cincuentón, divorciado, que debe cargar con el recuerdo de un hermano muerto y soportar los reproches de una hija adicta mientras resuelve casos que incluyen el hallazgo de un esqueleto enterrado durante la Segunda Guerra Mundial, un anciano disfrazado de Papá Noel acuchillado en el sótano de un gran hotel y el asesinato de un niño inmigrante.
Para explicar porqué escribe policiales, Indridason cita a un contemporáneo: “Ian Rankin dijo que antes de conocer una ciudad lo mejor es leer un policial ambientado allí. De ese modo sabrás lo que ocurre en esa ciudad. Hay mucho sobre la sociedad islandesa y sobre Reykjavik en mis libros”.
Indridason obtuvo su consagración internacional al ganar el premio RBA 2013 por Pasaje de Sombras, donde muestra los contrastes y cambios de su país en los últimos sesenta años como consecuencia de la llegada de jóvenes militares extranjeros: “La Segunda Guerra Mundial es un periodo muy interesante en la historia de Islandia. Fuimos ocupados por británicos y estadounidenses y la población de la capital se duplicó en un periodo muy corto. La presencia de los militares afectó de una manera muy notable, sobre todo en las chicas jóvenes”.
Según los miembros del jurado, Pasaje de sombras propone “una reflexión sobre en qué medida la irrupción de los extranjeros y de la extrañeza global provocan en las sociedades una tensión entre la tradición y la modernidad dictada por momentos ajenos”.
La reciente bancarrota desatada por la crisis bancaria islandesa ha propiciado, según Indridason, la aparición de novelas, cuentos y ensayos que intentan explicar el desastre nacional; él mismo, en su última novela, denuncia “la avaricia y de sus consecuencias”.
Si Indridason es el rey de la novela negra islandesa, la reina indiscutida del género es Yrsa Sigurðardóttir, conocida por sus historias sobre Dora Gudmundsdóttir, una abogada divorciada de treinta y seis años, madre de dos hijos.
Últimos rituales, la primera novela de la saga, marca el tono general de su obra, mezcla de realismo, terror y suspenso, con una familia alemana recibiendo una carta escrita con la sangre de su hijo asesinado en Islandia: “No hallarás nunca paz ni consuelo. Arde para siempre…”.
Siguiendo el ejemplo de G. K. Chesterton, las novelas de Sigurðardóttir (Últimos rituales (2007), Ladrón de almas (2009), Cenizas (2010), The Day is Dark (2011), I Remember You (2012) y Someone to Watch Over Me (2013)) comienzan planteando situaciones que solo parecen admitir una explicación fantástica para convertirse, lentamente, en policiales que registran las particularidades de una sociedad marcada por una geografía extrema, la creencia en la magia –heredada de sus antepasados– y una historia de violencia que se remonta a los vikingos.
Ottar Martin Nordfjörd, el autor más prometedor de la nueva generación, muestra en su thriller “La luz solar” como los grupos de extrema derecha racistas se inspiran en esta mitología sobre el poder de la sangre y la necesidad de honrar a los ancestros para justificar su odio a los inmigrantes.
“Muchos escritores escandinavos –explica Nordfjörd– usan el crimen como espejo de la sociedad, como un modo de mostrar los problemas que hay en ella. El problema de los últimos diez años ha sido la creciente xenofobia pero también el antifeminismo. En realidad, todo está interconectado, pues esa actitud hacia las mujeres también afecta al modo en que se ve a los extranjeros”.
Las palabras del escritor finlandés Arto Paasilinna, figura destacada de la novela nórdica, pueden aplicarse sin cambiar una coma a sus vecinos de Islandia: “El enemigo más poderoso de los finlandeses es la oscuridad, la apatía sin fin. La melancolía flota sobre el desgraciado pueblo y durante miles de años lo ha mantenido bajo su yugo con tal fuerza que el alma de este ha terminado por volverse tenebrosa y grave. Tal es el peso de la congoja, que muchos finlandeses ven la muerte como única salida a su angustia”.
Como los maestros de la literatura rusa del siglo XIX, los escritores islandeses de policial negro, marcados por las imposiciones de una geografía caracterizada por el frío y un entorno hostil (pequeñas ciudades rodeadas por desiertos, volcanes y glaciares), cuentan con el tiempo, el silencio y largos inviernos sin sol para estudiar las pasiones que sacuden el alma humana llevándola a la violencia y el crimen.