El nuevo aliento que para la oposición ha representado la virtual candidatura de Xóchitl Gálvez es frágil, como todo en política. La imagen fresca y transparente de la senadora se ha encontrado con señalamientos y acusaciones que no se han enfrentado con la pericia y minuciosidad que muchos ciudadanos quisieran.
Hace menos de 24 horas se difundió una investigación que, con suficiente solidez documental (aunque con deficiencias en su elaboración) afirma que en 2018 Xóchitl simuló, en marzo de ese año, haber vendido su departamento en las Lomas de Chapultepec para donar el dinero a niños de escasos recursos.
Según los documentos fue hasta abril de 2019 que el trato se concretó, un año después de lo dicho por Xóchitl. El departamento se vendió a la diputada Mariana Gómez del Campo por 8 millones de pesos.
Documentos de 2021, respecto a otra compra inmobiliaria hecha por Xóchitl, asientan que para ese año la senadora declaraba como su domicilio la misma vivienda que, dos años antes, supuestamente pasó a poder de Mariana Gómez del Campo.
Faltan muchos meses para el proceso electoral de 2024. La senadora Gálvez tiene el deber moral de dar explicaciones documentadas y cuidadosas sobre este asunto y de todos los que vayan surgiendo.
Deben ser explicaciones transparentes, basadas en documentos, datos y cifras. Deben dejar del lado las afirmaciones subjetivas, las proclamas y las puntadas.
Mucho le hemos escuchado a López Obrador frases que exigen un acto de fe. “Me podrán decir Peje, pero no lagarto”. “Yo tengo principios, tengo ideales. No soy un vulgar ambicioso”.
Profesional de la política al fin, Xóchitl conoce y domina estos recursos. Se entiende. Pero ojalá le quede claro que no es momento de apelar a la bravata (“¡Con los dos puedo!”) o a la simpleza (“El presidente tiene miedo”).
“Si ustedes van, yo voy” ha sido el llamado de Xóchitl a los ciudadanos y que motivó un entusiasta apoyo que la hace deudora de toda la apertura y claridad. A esa gente se debe.
Es momento de demostrar, Xóchitl, que eres diferente.