Un tribunal de enjuiciamiento impuso pena de 33 años de prisión a Benjamín Serment Rosique y su pareja, por los delitos de homicidio que cometieron el año pasado contra el cineasta León Serment Guerrero y y su exesposa, la productora Adriana Rosique Manjarrez, ambos padres del hoy condenado.
En su resolutivo, el tribunal señaló que a ambos responsables se les niega sustitutivos de pena de prisión o el beneficio de suspensión condicional de la ejecución de la pena, debido a que la conducta que cometieron se castiga con más de cinco años de cárcel.
Una vez que los procesados aceptaron su responsabilidad, su defensa legal solicitó al agente del Ministerio Público una reducción de sanciones, y dar paso al desahogo mediante procedimiento abreviado.
Cuando sucedió el asesinato, hace un año, todos éramos ‘guiados’ por la declaración autoencubridora del hijo homicida; decía Héctor de Mauleón:
48 horas después del crimen, lo único que se sabe es que la Policía de Investigación prometió revisar las cámaras de vigilancia de la zona, con la vaga esperanza de que alguna de ellas hubiera captado a los asesinos. Mientras tanto, como decía Serment, las catástrofes nacionales siguen afectando a la gente en su pequeña vida cotidiana. Vivimos en el año más violento.
Por su parte, Mariano Yberry señalaba en etcétera, en noviembre de 2016:
El río de sangre. Él, parado a un lado del cadáver, mientras su perro no dejaba de ladrar. El río de sangre que crecía mientras su padre lo buscaba, pensando si su vástago estaba herido. No sabía que lo observaba agonizar confiando en sus cómplices. Ni siquiera pensaba que el homicidio lo planeó su propia sangre.
Sin registro en las cámaras. Sin registro en la memoria del personaje que inventó Benjamín en un intento por engañar a las autoridades; un doble que finge no tener recuerdos del plan para asesinar a sus padres, justo en el punto ciego de la cámara de seguridad que apunta a Periférico y Alconedo.
Lo que sí recuerda es cómo pidió ayuda, no sin antes subir a su perro al departamento de su padre (a unos metros de la escena del crimen). Vio a Pamela; ella ya lo esperaba. Quería ver en su rostro el desarrollo de los hechos. La palabra no dicha, con la mirada. El silencio cómplice.
Cinco, diez minutos, quizá menos o más. El punto era asegurarse que los ojos de su padre quedaran inmóviles y algún paramédico declarara la hora de la muerte.
Su pasividad sería tomada en cuenta por los investigadores. Cada elemento se fue conjugando (…) cada indicio apuntaba a que el asesinato de León Serment no había sido casual ni producto de la rabia de unos asaltantes cuyas víctimas no traían nada de valor consigo (así lo declaró Benjamín, totalmente ileso, a la policía).
Y es que hay que decir que los medios adoptaron casi sin cuestionamientos la versión del hijo, y se volcaron hacia una severa crítica contra las autoridades por la inseguridad reinante… Pero la misma atención mediática abrió una ventana de oportunidad, aprovechada al máximo por la policía investigadora (debemos admitir ahora), que se dedicaba silenciosa a hacer su trabajo mientras los reflectores caían sobre la familia del director asesinado:
La muerte de León generó enojo, molestia, miedo. Pero faltaba su madre, Adriana Rosique, quien en cada interrogatorio iba encontrando las piezas del rompecabezas que había creado su hijo y su novia, a quien nunca le tuvo confianza.
Y es que fue algo insólito que aquella noche del 27 de agosto, Benjamín y Pamela visitaran a León. Su expareja y su vástago nunca se llevaron bien, y su novia sencillamente parecía una mala influencia que sólo empeoraba las cosas. Según la versión que dio a Micha, estaban tratando de arreglar sus problemas.
Cada minuto que trataba de entender lo que sucedió, en medio de sollozos y del dolor de perder al hombre de su vida, a quien la llevó a descubrir su verdadera pasión, Adriana se daba cuenta que lo único que no cuadraba ahí era la presencia de su hijo.
Cuánta culpa sintió durante dos semanas al pensar que su vástago sería capaz de asesinar a su padre. Sabía que Benjamín siempre estuvo en tratamiento psiquiátrico, recordaba las peleas de años que quedaron registradas en la memoria. Pero una madre nunca piensa lo peor de su hijo aun cuando tiene la realidad frente a sus ojos.
Al reconocer su responsabilidad este miércoles, la defensa de los hoy condenados solicitó el desahogo del caso mediante procedimiento abreviado. En el caso de Benjamín, hijo de las víctimas, se declaró culpable de los dos homicidios en razón de parentesco calificado, y su sentencia incluye la pérdida de derechos que tenga respecto a las víctimas, incluidos los de carácter sucesorio.
En el caso de la mujer, la pena impuesta es por el delito de homicidio calificado cometido contra la pareja. Ambos, fueron condenados a un pago por concepto de reparación del daño consistente en 250 mil 903 pesos a una víctima indirecta, que deberá cubrir cada uno en la etapa de ejecución de sentencia.
(Con información de El Universal)
aml