Ernesto Zedillo, presidente de la República entre 1994 y 2000, criticó con dureza la reforma judicial impulsada por el presidente Andrés Manuel López Obrador y aprobada por el Congreso. Afirmó que lo que pretende la llamada “cuarta transformación” es cambiar “nuestra democracia en tiranía”.
Durante su intervención en la inauguración de la Conferencia Anual de la Asociación Internacional de Abogados, el exmandatario mexicano trazó una historia de la trayectoria histórica del Poder Judicial en México, con especial énfasis en el régimen autoritario del siglo XX y en la reforma que él promovió y realizó en 1994, que le otorgó mayor autonomía e independencia.
Tras reprobar que el Instituto Nacional Electoral y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación hayan otorgado una “absurda sobrerrepresentación” al “partido oficial”, la que le permite realizar cambios constitucionales por sí mismo, como, de inmediato, “la destrucción de la independencia, los estándares profesionales y las capacidades del Poder Judicial Federal”.
Al respecto, Zedillo recordó la continua pugna que ha mantenido López Obrador contra el Poder Judicial y los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), a cuyos ministros ha insultado y cuestionado sus decisiones. Y no sólo esto, sino que incluso ha colocado en el máximo tribunal a “personas que difícilmente cumplen los requisitos indispensables de independencia, profesionalismo e, incluso, ética”.
“A pesar de estas agresiones, la Corte había logrado, hasta ahora, preservar una mayoría para actuar con independencia e integridad, simplemente aplicando la Constitución para impedir los atropellos de otros poderes del Estado”, recalcó el expresidente. Esa conducta de la SCJN provocó “frustración” en López Obrador, que evolucionó hasta “una venganza brutal: la destrucción de la independencia e integridad del Poder Judicial para que esté al servicio de la fuerza política en el poder”.
Por ello el tabasqueño presentó su iniciativa al respecto, de la que Zedillo explicó que se trata “en última instancia, de la devastación del Poder Judicial y la abolición de otras instituciones estatales autónomas muy importantes para la transparencia, rendición de cuentas y otras áreas cruciales para el desarrollo del país. Estas instituciones condenadas a desaparecer precisamente fueron creadas para limitar el uso arbitrario de la autoridad del Ejecutivo. Se perderá otro contrapeso esencial en la democracia”.
Para Zedillo, es claro que la reforma judicial no mejora el funcionamiento ni aumenta la capacidad del Estado para procurar e impartir justicia, debido a que no cumple con aspectos democráticos como “igualdad ante la ley, protección de derechos, imparcialidad, acceso a la justicia, capacidad de respuesta, transparencia, debido proceso y proporcionalidad”. Peor aún: “Los cambios violarían prácticamente todos esos principios”.
Así, comentó el expresidente, la intención de la reforma “es simplemente arrasar con el Poder Judicial como entidad independiente y profesional, y transformarlo en un servidor de quienes detentan y concentran el poder político”.
Así, acerca de unos de los aspectos más polémicos de la reforma, la elección popular de los juzgadores, Zedillo señaló que el principal riesgo es que deban su nombramiento no a los votantes sino a “sus patrones políticos”, quienes podrían ser, incluso, delincuentes que les hayan patrocinado.
“Es previsible, entonces, que habrá jueces y magistrados que obedezcan, no a la ley, sino al poder político dominante. Este riesgo se verá agrandado porque el nuevo régimen dispondrá también de los medios para castigar a los ‘desobedientes’”, como lo serán la Administración Judicial y el Tribunal de Disciplina Judicial.
Además del contenido de la reforma judicial, Zedillo también denunció el proceso legislativo para su trámite, al que calificó como “gran fraude a la Constitución, las leyes y los regímenes interiores de las Cámaras del Congreso”, por lo que la aprobación fue “una felonía histórica”.
Finalmente, Zedillo presumió que al concluir el siglo XX en México ya había una “verdadera democracia”, y remató: “Los nuevos antipatrias quieren transformar nuestra democracia en otra tiranía”, que es “lo que busca la cuarta transformación”.