Apagones ideológicos

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La sombra de los apagones recurrentes oscurece nuevamente el panorama energético de México. El reciente estado operativo de emergencia declarado por el Centro Nacional de Control de Energía (CENACE) es solo la punta del iceberg de una política energética errática, caracterizada por el desprecio a la inversión privada y a las energías renovables.

El gobierno de López Obrador ha optado por una ruta marcada por la ideología en lugar de una gestión técnica y pragmática. La desgasta retórica anti-privatización ha frenado las inversiones necesarias en generación eléctrica, dejando al país en una situación precaria. Desde 2022, prácticamente no se ha puesto en marcha ninguna nueva central eléctrica, lo que augura apagones continuos, por lo menos hasta 2028.

La apuesta por la estatización y los intentos por hacer de CFE de nuevo un monopolio han generado desconfianza en el sector privado y han traído consecuencias devastadoras. La desconexión de plantas privadas en operación y la compra de las centrales de Iberdrola por 6200 millones de dólares sin aumentar la capacidad de generación son ejemplos claros de un enfoque mal concebido. El dinero gastado en adquisiciones y en proyectos ineficaces podría haberse invertido en infraestructura vital para garantizar un suministro eléctrico estable y sostenible.

La falta de visión estratégica es alarmante. Se ha cacareado hasta el cansancio la construcción de una central generadora en Sonora, presentada como un avance en energía fotovoltaica, pero resulta insuficiente y mal ubicada, evidenciando una desconexión con las necesidades reales del sistema eléctrico nacional. Mientras tanto, la demanda energética continúa en aumento, especialmente en un contexto de sequía y calor extremo, donde la gente emplea más electrodomésticos que consumen más energía, la industria demanda más capacidad de refrigeración en sus procesos y nuestras plantas hidroeléctricas son insuficientes debido al bajo nivel de las presas.

Fiel a su costumbre, el presidente desestima el problema; esta vez culpa al clima, pero es imperativo reconocer la verdadera raíz del problema: una política energética basada en caprichos ideológicos en lugar de la eficiencia y la planificación adecuada.

Si no se toman medidas urgentes, los apagones seguirán siendo una triste realidad para el país, y el costo humano y económico será insostenible. Es hora de encender la luz de la razón y dejar atrás la oscuridad de la ideología.

La evidencia es clara: mientras otros países avanzan hacia la transición energética, México se queda rezagado en un laberinto de decisiones erráticas y desacertadas.

Nuestro país necesita un gobierno sin obsesiones dogmáticas que adopte políticas públicas basadas en la eficiencia y el bien común. Es necesario fomentar la competencia y la innovación en el sector energético, abrir la puerta a la inversión privada y aprovechar al máximo el potencial de las energías renovables. Solo así podremos construir un futuro energético más seguro, sostenible y próspero.

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