¿De qué manera lucha Carmen Aristegui por defender la libertad de expresión? Me refiero a una libertad que no sea la suya. Más allá de su épica batalla a favor de sí misma y unos cuantos discursos al recibir premios, no recuerdo nada.
No se ha pronunciado jamás en contra de los continuos ataques que el presidente Andrés Manuel López Obrador efectúa contra los medios de comunicación, los cuales representan, luego de los asesinatos de periodistas, el mayor peligro contra la libertad de expresión que se vive en este sexenio. Ante ello, Aristegui finge demencia.
Además, su noticiario es de los que menos realce da a los asesinatos de periodistas (y a los fallecidos por COVID-19, pero ese es otro tema), pero en cambio se dedica a sí misma abundantes piezas periodísticas que suman a su leyenda personal.
En el año 2016, al recibir el premio del Centro de Periodismo Knight, declaró: “en muchos lugares de México, se puede silenciar a un periodista incómodo e incluso asesinarlo, y nada o casi nada ocurre. Si el periodista tiene cierta presencia pública, él o ella puede ser perseguido mediante demandas cuyo objetivo no es obtener justicia, sino tomar venganza por lo que publica. Me temo que ese es mi caso”. SU caso. Porque todo tiene que tratar de ella. Porque su “persecución” simboliza la de todos los periodistas mexicanos. Así su egolatría.
En ese momento, como recordará el lector, se refería a su despido de la radio, ocurrido en 2015, tras la publicación del reportaje sobre la llamada “Casa Blanca” de Enrique Peña Nieto. Reportaje por el que fue ampliamente reconocida pero que no fue de su autoría.
Ahora, en noviembre de 2020, al ser distinguida con un nuevo reconocimiento, Aristegui tiene el descaro de recibirlo a nombre de los periodistas mexicanos asesinados.
Me refiero al Premio 2020 para la Protección a Periodistas de la ONG Campaña Emblema de Prensa (PEC), que reconoce a personas dedicadas a defender la libertad de prensa y que hace un par de días fue concedido a Aristegui. Ella, no podía ser menos, lo aceptó como “un gran honor” y con ello, se asumió (no exagero) como representante de la lucha por la libertad de expresión en México.
“Recibir el Premio PEC es un gran honor y representa un importante apoyo para continuar nuestro trabajo en México. Aprecio mucho este premio que llama la atención sobre la situación de los periodistas en México. La forma más brutal de silenciar a un periodista es el asesinato. Cuando se mata a un periodista, también se asesina el derecho de la población a ser informada”, declaró.
Ello me indigna. Me gustaría saber dónde está la lucha de Aristegui por la libertad de expresión y cómo esa batalla que dio por su espacio radiofónico (a lo que tiene perfecto derecho), la convierte en la cara visible del periodismo mexicano y en la representante moral de los colegas muertos.
Es triste e indignante que se decida “honrar la memoria” de los periodistas asesinados premiando a alguien que destaca por una gran falta de solidaridad hacia sus colegas.
Al respecto cito al secretario general de la PEC, Blaise Lempen: “Rendimos homenaje a la valentía de los periodistas mexicanos. El Premio PEC 2020 se otorga a Carmen Aristegui por su lucha contra la impunidad en México y la corrupción que asola cualquier lucha efectiva para poner fin al asesinato de periodistas”.
¿Perdón? ¿Qué ha hecho Carmen Aristegui al respecto? ¿Alguien sabe?
La PEC reconoce la “lucha” de una periodista que nunca se ha pronunciado a favor más que de Aristegui, cuya causa más intensa es la propia y a quien se la tiene como víctima por el mero hecho de haber sido despedida de algunos medios de comunicación (millonaria liquidación de por medio) como si ello fuese el máximo peligro que un periodista puede vivir. Y como si ello la hubiera silenciado. Y me refiero al hecho de que, a pesar de haber perdido dicho espacio radiofónico en MVS, Aristegui siguió publicando columnas en varios medios y seguía al aire en su portal de noticias. Jamás salió del escenario de los medios.
Diversas organizaciones mundiales de periodistas han premiado reiteradamente a una conductora que sacó uñas y dientes cuando perdió algunos espacios en radio, pero que ha callado cuando otros periodistas pierden los suyos o pierden sus empleos. Por ejemplo, cuando Milenio despidió a más de 100 trabajadores sin liquidación, o cuando Carlos Loret de Mola perdió, al igual que ella, su programa. Eso no es tema para Aristegui, qué barbaridad.
Periodistas de todo el mundo queman incienso a alguien que dedica en su propio portal horas a desarrollar los temas que le fascinan, con los que tiene fijación, pero que ignora (por propia voluntad) temas incómodos para el actual gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Porque Aristegui no es ajena al oficialismo.
Desconozco si la organización Campaña Emblema de Prensa (PEC) tiene vínculos de amistad o colaboración con Aristegui o si, de manera ingenua, se ha comprado el muy acertado marketing que la conductora y sus fans realizan desde hace tiempo.
Opino que la ONG está profundamente desinformada, por decir lo menos, y que muestra de ello es la siguiente declaración, tomada del boletín oficial que informó del premio:
“La situación de los periodistas en México es particularmente dramática. La Campaña Emblema de Prensa (PEC) ha decidido honrar la memoria de todos los periodistas asesinados, amenazados y censurados en este país, otorgando su Premio anual de Protección a los Periodistas a la periodista mexicana Carmen Aristegui), que ha demostrado un coraje excepcional en la defensa de la libertad de prensa y la lucha contra la impunidad”.
¿Coraje excepcional? ¡Por favor! Ni con la mejor voluntad puede decirse que Aristegui es una luchadora por la libertad de expresión.
Lo que sí es Carmen Aristegui, admito, es:
1.- Una conductora solvente, aunque en exceso reiterativa.
2.- Una entrevistadora aceptable.
3.- Una buena columnista.
4.- Una excelente propagandista de sí misma.
5.- Una astuta negociante.
La buena prensa que se ha hecho la conductora (al más puro estilo Madre Teresa de Calcuta) y que le ha ganado adeptos que la reverencian, establece que Aristegui es ni más ni menos la periodista más valiente, esforzada y perseguida de México. Ella, que disfruta de una elevada posición económica que le permitió, incluso, viajar en un automóvil blindado, para proteger su vida. Cuya labor está lejísimos del periodismo de a pie, ese que realizaban prácticamente todos los colegas que han sido asesinados en años recientes.
Uno de los elementos que tuvo gran influencia en la decisión de la PEC, según estableció en su boletín, fue un documental de la directora Juliana Fanjul, titulado dramáticamente Silencio Radio.
Cita el boletín a la realizadora: “Cuando Carmen Aristegui fue censurada en marzo de 2015, sentí que yo (y miles de oyentes mexicanos) estábamos siendo privados de mi derecho a una información libre e independiente. En un deseo de no convertirme en cómplice a través de mi propio silencio, decidí hacer Silencio Radio“.
Evidentemente, la PEC (como muchas organizaciones en el mundo) se ha comprado el cuento de que Aristegui hace un periodismo “libre e independiente”. Por supuesto, difiero. El periodismo de Aristegui es sesgado y guiado por intereses.
Al respecto, como siempre hago, remito al lector al libro de Marco Levario Turcott, El periodismo de ficción de Carmen Aristegui, un trabajo imperdible. En esta obra se documenta, con absoluta corrección metodológica, la verdadera naturaleza del trabajo de quien solita se erige como LA voz del periodismo mexicano.