25-01-2025

Carranza, la legalidad dentro de la Revolución mexicana. Entrevista a Felipe Ávila Espinosa

Compartir

Uno de los grandes personajes de la Revolución mexicana fue Venustiano Carranza, el jefe del Ejército Constitucionalista que venció tanto a Victoriano Huerta como a Francisco Villa y Emiliano Zapata, y que dio inicio a la institucionalización del Estado mexicano moderno.

Sin embargo, se trata de una figura que ha sido mal entendida, según comenta el historiador Felipe Ávila Espinosa, quien ha publicado el libro más reciente dedicado al Varón de Cuatro Ciénegas, Venustiano Carranza. Constructor del Estado mexicano (México, Crítica, 2020, con ilustraciones de Jorge Aviña), una muy completa y bien contada biografía de, como dice en el libro, “un hombre íntegro, congruente con sus principios, patriota, nacionalista y defensor de la soberanía del país como pocos”.

Ávila Espinosa (Ciudad de México, 1958) es doctor en Historia por El Colegio de México. Ha sido profesor de Historia en la Facultad de Filosofía y Letras e investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM. Actualmente es director general del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México. Autor de al menos siete libros, ha sido miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué un libro sobre Venustiano Carranza? Hay una nutrida bibliografía sobre él, biografías y trabajos sobre algunos aspectos importantes de su vida, como la Constitución de 1917.

Felipe Ávila Espinosa (FAE): Carranza es un personaje central para comprender el México del siglo XX. A pesar de que existe una amplia bibliografía sobre la Revolución y también algunos trabajos biográficos sobre él, hace falta seguir conociendo mejor a este personaje porque creo que ha sido mal entendido.

Hace varias décadas que no se escribe un libro biográfico sobre Carranza. Las biografías que hay de él son de la década de los setenta y de autores estadounidenses; después está la Biografía del poder, de Enrique Krauze, de los años ochenta, pero en los años más recientes los únicos trabajos sobre Carranza han sido de carácter académico, de Luis Barrón, Javier Garciadiego, Javier Villarreal y Manuel Plana, que han estudiado aspectos particulares de la vida de Carranza y no son biografías como tales.

Considero que hacía falta una biografía de Carranza que, además de ponerse al día en la investigación historiográfica más reciente y sin perder el rigor académico, tratara de ser una biografía para el gran público que no es experto ni historiador, pero que tiene interés y que puede acercarse de una manera fácil, accesible, entendible y con el propósito de agradar en su lectura. Por eso es un libro de divulgación.

El libro es una mezcla entre un trabajo académico y uno de divulgación. Este propósito es porque muchas veces los libros académicos se quedan en las bibliotecas, en las bodegas de las universidades, con una circulación muy restringida y que sólo son leídos y comentados por un reducido círculo de investigadores.

A mí me interesaba trascender ese auditorio de especialistas y poder llegar al amplio público de la República mexicana.

Grupo Planeta

AR: En el libro usted menciona que hay algunos mitos sobre Carranza, uno de los cuales es que era un hacendado porfirista, pero usted aclara que más bien era un ranchero medio. ¿Quién era socialmente Carranza?

FAE: El que mencionó es uno de los mitos que no se sostiene pero que prevaleció durante muchas décadas en la historiografía de la Revolución. Carranza fue un ranchero, un propietario rural de las clases medias del norte de México, en una sociedad de frontera que creció a base de esfuerzo, de defensa de su tierra, de lucha sin cuartel contra los pobladores originales de esos territorios, contra tribus indígenas nómadas del norte de México y de buena parte de Estados Unidos.

Creció en una sociedad que se fue construyendo basada en el esfuerzo, a punta de fusil, con trabajo. Fue muy especial: tenía poca población, con grandes extensiones de tierra despobladas, la mayoría desérticas o semidesérticas, con muy poca agua. Allí la riqueza dependía de la posesión de las pocas aguas que hay, del comercio y, poco a poco, de la industria que se fue desarrollando en el noreste de México, particularmente en la zona de Nuevo León y en la región minera de Coahuila.

Carranza fue un personaje de esa región, de esa sociedad que había transitado por etapas difíciles, en la que se libraron algunas de las batallas de la Guerra de Reforma y de la lucha contra la Intervención francesa. Allí había una fuerte tradición popular juarista de la época de la reforma liberal del siglo XIX.

Así Carranza fue continuador de esa tradición republicana, un profundo conocedor de la historia de México que siempre tuvo a Benito Juárez como el símbolo referente de su propia historia personal, el ejemplo a seguir…

AR: Su padre había sido juarista…

FAE: En efecto. Algunas de las decisiones que tomó Carranza fueron siempre tratando de emular el ejemplo de Juárez. Pongo dos casos: cuando enfrentó a Francisco Villa y a Emiliano Zapata a finales de 1914, se dirigió a Veracruz, donde estableció su gobierno y promulgó leyes como las del 6 de enero de 1915, del petróleo y del municipio libre. Eso tiene una relación directa con la lucha de Juárez en su época, cuando éste se refugió en Veracruz y desde allí comenzó a promulgar las famosas leyes de Reforma.

El segundo caso es Querétaro. Allí se puso fin al imperio de Maximiliano, donde se le ejecutó junto a Miguel Miramón y Tomás Mejía, y así esa ciudad quedó como el símbolo de la victoria republicana. Para Carranza ese lugar también tuvo un papel simbólico central, y lo escogió para decretar que fuera la capital de la República en 1916 y que fuera donde se realizara el Congreso Constituyente de 1916-1917. Allí fue donde se juró y promulgó la nueva Constitución.

Tanto era el cariño que le tenía Carranza a esa ciudad que desde 1916 todos los años, hacia final de diciembre iba con su familia a festejar su cumpleaños y a pasar el Año Nuevo. Querétaro siempre fue un referente histórico para Carranza, y su inspiración era lo que fue esa ciudad para Juárez.

AR: En toda la trayectoria de Carranza se nota lo que usted llama “legalismo”: siempre buscaba apegarse a la Constitución, como cuando ocurrió el golpe de Victoriano Huerta y convocó a defenderla. ¿Cómo hizo una revolución con ese legalismo?

FAE: Es uno de los aspectos que lo caracterizaron: su profundo conocimiento de la ley, y también su gran compromiso para que todas sus acciones fueran legales. Cuando Carranza desconoció a Huerta calificó su asalto al poder como golpe militar, que era un acto ilegítimo y espurio, lo llamó usurpador y le desconoció. A partir de ese momento y con la promulgación del Plan de Guadalupe Carranza se asumió como el único representante legal y legítimo del Estado mexicano.

A partir de entonces todos los actos de Carranza fueron en apego estricto a la ley; no en balde denominó a su movimiento y a su ejército como “constitucionalista”, porque lo que él buscaba era restablecer el imperio de la Constitución, y todos sus actos y decisiones tenían un fundamento legal, y si las leyes no existían pues entonces las creaba.

Carranza asumió los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial en su persona como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, y después como encargado del Ejecutivo. De esa manera legisló, ejecutó y juzgó, pero desde 1913 y 1920 no hubo uno solo de sus actos que no estuviera apegado estrictamente a la ley.

Este es un aspecto sorprendente porque en una etapa tan atípica, tan extraordinaria como una revolución, lo común es que las acciones se hagan porque se consideran necesarias, sean legales o no. La legalidad es lo que menos le preocupa a los revolucionarios cuando están inmersos en una revolución. La ley no les preocupaba de ese modo a Pancho Villa, a Álvaro Obregón, a Pablo González, a Salvador Alvarado, a cualquiera que nos venga a la memoria, y sí a Carranza, porque era el único que tenía esta concepción legalista.

AR: Uno de los temas más interesantes es la formación de Carranza como político. Fue un producto del Porfiriato: no cumplía 30 años cuando fue presidente municipal, y llegó a ser senador. Fue seguidor del general Bernardo Reyes, en una ocasión perdió las elecciones para la gubernatura de Coahuila e incluso participó en una rebelión para impedir la reelección de un gobernador, de la que dice usted que fue la única rebelión local triunfante en el gobierno de Porfirio Díaz. ¿Cuáles fueron las principales lecciones que a Carranza le dejó el Porfiriato y que usó en su praxis revolucionaria?

FAE: A diferencia de los otros líderes de la Revolución mexicana, Carranza era el único que tenía esa experiencia política previa. Había sido presidente municipal de Cuatro Ciénegas, el pueblo donde nació y vivió; había sido diputado local, senador de la República y gobernador provisional de Coahuila, y llegó a serlo constitucional en el gobierno de Francisco I. Madero.

Entonces, era el único de los líderes importantes de la Revolución que tenía esa trayectoria política. Había sido simpatizante del reyismo, una corriente política dentro del sistema porfirista muy peculiar Reyes era, después de Díaz, el militar más prestigiado y popular en el Ejército, y también, quizá, el político más exitoso del sistema porfirista. Aunque trató de ser el sucesor de Díaz sin conseguirlo, como gobernador de Nuevo León y como secretario de Guerra puso en práctica reformas importantes y novedosas que se salían de la tónica de la mayoría de los gobernantes porfiristas.

Reyes fue de los primeros en impulsar las reformas laboral y educativa, y tenía una buena relación con el movimiento obrero en Jalisco y Nuevo León. Era una opción que trataba de abrir el cerrado sistema político porfirista, pero dentro de las instituciones y las leyes.

Si algo definió a la ideología y a la práctica política de Carranza fue su reyismo. Cerca de Reyes adquirió una gran experiencia política porque se dio cuenta de la forma en que gobernaba, administraba y promovía reformas dentro de la ley. Eso le permitió, además, tener contacto directo con la clase política porfirista. Se pudo codear, sobre todo en el Senado, con algunos de los políticos más destacados del México de comienzos del siglo XX.

Eso le dio un bagaje y una experiencia que ningún otro revolucionario tuvo, y pudo aprovecharla, así como los contactos, el conocimiento del funcionamiento del gobierno y el Congreso, así como la relación con los gobernadores y los congresos locales.

Esa experiencia y esos conocimientos le permitieron consolidar su liderazgo como jefe de la Revolución constitucionalista, y subordinar a personalidades tan fuertes como la de Álvaro Obregón y poder derrotar a otros líderes revolucionarios tan populares y carismáticos como Villa y Zapata.

Bernardo Reyes

AR: Usted dice que el proyecto de Carranza era muy distinto al de Madero, al que usted llama “liberal democrático”, mientras que el del primero era liberal, moderado y más vertical. ¿Cuáles eran las características del liberalismo que enarbolaba Carranza, y que lo llevó a distinguirse de Madero pero también a chocar con los radicales en el Congreso Constituyente?

FAE: Hay de liberalismos a liberalismos: hay uno más popular y radical, y otro moderado. Sin duda Carranza era un moderado, que tenía en Reyes su modelo a seguir como gobernante.

El tipo de gobierno que anhelaba Carranza lo plasmó en el proyecto de reformas a la Constitución que sometió al Congreso Constituyente, un documento muy amplio y muy fundamentado de cuál es el tipo de Estado y de gobierno que proponía. En buena medida, su contenido político fue el que se aprobó y que quedó en la Constitución.

Carranza concebía un poder presidencialista fuerte, que tuviera más facultades que el Poder Legislativo y que no le estuviera subordinado, ya que a él le atribuía buena parte del fracaso de Juárez durante su gobierno. Así, a diferencia de la Constitución de 1857, en la de 1917 se estableció un predominio notable del Ejecutivo sobre los poderes Legislativo y Judicial.

Fue, entonces, la idea de un presidente fuerte, con facultades hacendarias, de veto, administrativas. Fue notable la forma en que Carranza concibió lo que debía ser el poder presidencial.

Madero era más liberal, más abierto, menos presidencialista, más respetuoso de las facultades y de la autonomía de los poderes Legislativo y Judicial. Su énfasis estaba en una democracia plena, a diferencia de Carranza, que proponía un liderazgo centralizado, un Ejecutivo fuerte. Esas son las dos diferencias centrales en los proyectos políticos de Madero y Carranza.

AR: Villa y Zapata significaron proyectos populares, “plebeyos”, como dice usted. Pero Carranza se dio cuenta de que debía atender problemas sociales. ¿Cuáles fueron los límites de Carranza al implementar reformas en este sentido? En el Constituyente los jacobinos lo rebasaron.

FAE: Aceptó la necesidad de las reformas sociales al igual que Reyes lo había hecho, pero Carranza lo hizo en plena revolución. Eran circunstancias muy distintas pero la propuesta de Carranza fue muy parecida a la de Reyes, pero que lo haya sido durante un proceso revolucionario le da otra connotación.

Carranza aceptaba reformas sociales pero les ponía un límite: que no fueran radicales sino paulatinas y ordenadas, que se llevaran a cabo dentro de las instituciones y apegadas a los preceptos legales.

No podía estar de acuerdo ni podía tolerar ocupaciones de tierra en las que los campesinos recuperaran las tierras que decían que les pertenecían, sino que el proceso mediante el cual se debería de hacer la reforma agraria debería ser tal y como lo establecía la Ley Agraria de 1915, que promulgó Carranza desde Veracruz. Allí apareció muy clara su concepción de la reforma agraria: los pueblos que se consideraran legítimos propietarios de sus tierras debían hacer una solicitud a la Comisión Nacional Agraria (CNA). Las comisiones locales analizarían las solicitudes, y si consideraban que tenían razón los pueblos, pasaban el expediente a la CNA, que era presidida por el secretario de Fomento y Agricultura. Si ese órganos determinaba que los pueblos solicitantes tenían razón, entonces mandaba el expediente al presidente de la República, que era el que finalmente firmaba la restitución o la dotación de tierras a los pueblos.

Era un proceso burocrático en el que los pueblos no tenían la certeza de que sus solicitudes fueran a ser resueltas favorablemente. Era un procedimiento muy distinto al planteado en el Plan de Ayala y a la Ley Agraria de Zapata, quien proponía que los pueblos recuperaran inmediatamente sus tierras, que se pusieran a trabajarlas y las defendieran con las armas en la mano. Era una reforma agraria radical y desde abajo, sin tener que acudir a los tribunales ni al presidente.

Lo mismo se puede decir de los derechos laborales: para Carranza las demandas obreras tenían que plantearse ante los patrones, y si no se ponían de acuerdo entonces tenían que recurrir a las instancias de mediación, las juntas de conciliación y arbitraje, y tenían que acatar sus resoluciones. Eso era distinto a las acciones directas que hacían los obreros radicalizados, sobre todo los de las agrupaciones anarquistas que hacían huelgas, boicots, sabotajes y acciones directas con las que Carranza no estaba de acuerdo por su concepción legalista e institucional.

Lo mismo con la educación: Carranza estaba de acuerdo en que el Estado tenía que hacerse responsable de la educación, que tenía que ser libre, laica y gratuita. La diferencia con los legisladores radicales del Congreso Constituyente era que él sí estaba de acuerdo en que en las escuelas privadas se impartiera educación religiosa y que los padres de familia fueran los que decidieran dónde estudiaban sus hijos porque tenían derecho a hacerlo y no se les decía prohibir. Carranza y los diputados carrancistas defendieron la libertad de enseñanza en el Congreso Constituyente, pero los jacobinos educación religiosa y el clero quedó excluido del sistema educativo nacional.

AR: Las relaciones internacionales fueron muy importantes para Carranza, desde su época de líder regional con la inversión extranjera, hasta problemas muy peliagudos como las intervenciones de Estados Unidos en México y la Primera Guerra Mundial. Usted destaca su nacionalismo, que le dio forma a la Doctrina Carranza. ¿Cómo fue ese nacionalismo en el ámbito exterior?

FAE: Carranza ha sido uno de los presidentes de México más nacionalistas, pero no sólo en términos discursivos sino en la práctica. Tuvo el valor, la entereza, la firmeza de defender la soberanía nacional, la independencia de México, la autodeterminación de nuestro país en condiciones internacionales extremadamente difíciles por la Primera Guerra Mundial y por la debilidad estructural económica de México en esa época, y lo hizo con mucha dignidad.

Carranza escribió algunas de las páginas más brillantes del nacionalismo mexicano y de la diplomacia internacional. Fue un adalid de la defensa de la soberanía, de la condena a la intervención de un país extranjero en los asuntos internos de otro país, en la igualdad de los Estados en el concierto de las naciones. Consideraba que no porque un Estado fuera más fuerte económica o militarmente tenía derecho a meterse y a subordinar a uno más débil, y que todos tenían la misma condición jurídica y debían respetarse en términos de igualdad.

También defendió los derechos de los ciudadanos extranjeros a tener las mismas condiciones jurídicas que los nacionales, sin exclusión pero también sin privilegio. Así, los extranjeros que vivían en el país tenían que aceptar las leyes mexicanas y aceptar un trato igual que el que se daba a los mexicanos, tenían que renunciar a tener privilegios y a gozar del apoyo y de las prerrogativas de sus gobiernos, que no tenían por qué defender sus condiciones dentro del país al margen de la ley. Esto es algo que hay que reconocerle a Carranza.

AR: En el libro usted reconoce a Carranza como un estadista, un político formidable que, en condiciones adversas y en notables desventajas, siempre sacaba lo mejor de él. ¿Por qué resolvió tan mal su sucesión, lo que terminó costándole la vida?

FAE: No entendió la situación que vivía México en esos momentos. Pensaba que era un país que, al salir de una revolución en la que los militares habían sido el actor central, tenía la suficiente madurez institucional para poder prescindir de los caudillos militares. Consideraba que México no debía ni merecía ser gobernado por militares.

Esa fue una mala evaluación, una percepción equivocada. Creo que no había manera de evitar en esos momentos que los militares siguieran gobernando a México (lo siguieron haciendo todavía 25 años más), y era imposible que en 1920 hubiera un presidente civil.

Los militares eran el verdadero poder no sólo bélico sino también político. Eran el principal actor que había en México, que estaba saliendo de una terrible revolución armada. Entonces oponerse a ello era un suicidio político, y no nada más político sino después real, que fue lo que sucedió con Carranza cuando trató de impedir que Obregón llegara a la presidencia de la República.

Su apuesta por un presidente civil fue temeraria y suicida. Eso hizo que Carranza fuera asesinado, derrocado y, en cierta medida, hecho a un lado en la historia oficial de la revolución que empezaron a construir los sonorenses, que fueron el grupo que capitalizó la Revolución mexicana.

AR: Aunque son contextos completamente distintos, ¿hoy qué puede recuperarse del legado político de Carranza, quien puso los cimientos jurídicos, constitucionales del país?, ¿cuáles son su tres principales lecciones?

FAE: En primer lugar, su apego a la ley, el respeto irrestricto al derecho, a la legalidad, no violarla ni hacerla a un lado. Como gobernante, apegarse estrictamente al cumplimiento de la ley, de las instituciones. Este comportamiento habla de una ética como gobernante que es muy deseable que tuvieran nuestros políticos y gobernantes. Esto es algo que debe valorarse.

Un segundo aspecto: su nacionalismo, que Carranza demostró en condiciones tan difíciles y que es ejemplar. Vale la pena conocerlo, valorarlo y rescatarlo, porque es uno de los aspectos que más necesarios en los momentos tan difíciles que atraviesan México y el mundo.

Carranza demostró que se pueden defender la soberanía y los intereses del país, aun en condiciones muy difíciles y ante potencias extranjeras mucho más poderosas que nosotros, con dignidad, alzando la voz, sin agachar la cabeza y plantándole cara a las principales potencias.

Finalmente, su valentía, la entrega incondicional de Carranza a México, en la que demostró su patriotismo, su compromiso, su amor por el país y su congruencia con sus principios, los que puso en práctica sin importarle los riesgos ni las consecuencias. Apegarse a ellos fue lo que le costó la vida, pero siempre estuvo dispuesto a sufrir esas consecuencias sin haber claudicado jamás. Considero que Carranza supo morir con dignidad y en la defensa de lo que creía que eran los principios que México necesitaba. Ese es también un gran ejemplo.

Autor