Mucho de lo que se escribe en medios y redes sociales, tiene que ver con lo que hace o dice López Obrador. Uno de sus grandes logros es fijar la agenda de temas que se discute en la plaza pública, con todo lo bueno y malo que esto tiene, pero la oposición puede hacer un esfuerzo y buscar temas que le ayuden a llevar la conversación pública por mejores senderos, en un esfuerzo por salir del clima de confrontación y polarización que vivimos. Esta es una propuesta de temas que bien pudiera abordar la oposición para, con ellos, ganar la iniciativa y empezar un debate que realmente sirva al país.
López Obrador pasará a la historia como el presidente que se negó al diálogo.
No sólo no recibió a Javier Sicilia con el pretexto de no lastimar la investidura presidencial –aunque las estampitas y sus frase “coloquiales” como fuchi caca deben enaltecerla mucho–, sino que tampoco se ha sentado a platicar con ningún político de oposición, incluso se ha dado el lujo de ignorar voces como la de Cuauhtémoc Cárdenas que ha hecho varias propuestas en lo que va del año.
Si bien en sus redes sociales el presidente presume fotos de desayunos con Ricardo Monreal y su asistencia a eventos con empresarios, las versiones de desencuentros con distintos sectores sociales son más que las imágenes que se han dado a conocer.
Tampoco ha aceptado platicar con familiares de desaparecidos, como recientemente esquivó en Veracruz, y hasta se enoja si le alzan la voz, algo que hace con mucha frecuencia en eventos o en las mañaneras.

Así, se trata de un presidente que gobierna para quienes le dieron su sufragio en 2018, olvidando al resto de la población.
Tampoco se ha visto un mayor esfuerzo de la oposición para invitarlo a un diálogo para beneficio del país.
López Obrador incumplió su promesa de llamar a la reconciliación.
Un día sí y otro también, la tribuna montada en Palacio Nacional es aprovechada para avivar el fuego de la polarización, señalando que o se está con el presidente o en su contra, no hay términos medios y en redes sociales, sus fanáticos se dedican a atacar a quienes critican alguna acción o decisión del mandatario con palabras similares a las que se pronuncian en las mañaneras.
La polarización que vivimos es alimentada continuamente por el mandatario y su grupo de fieles, además de que la oposición en redes sociales se traga el anzuelo y hace suyas las provocaciones, repitiendo las frases, las expresiones y los conceptos que el mandatario dice cada día, con lo que refuerzan su estrategia, pero sin darse cuenta que está incumpliendo con su promesa de gobernar para todos y promover la reconciliación nacional, algo muy necesario en estos días.
López Obrador no es un ser divino, sino una persona con virtudes y defectos.
El aparato de propaganda oficial nos quiere imponer la idea de que el presidente es alguien perfecto, que no comete errores y que goza de virtudes que sólo en su círculo de incondicionales observan, pero que son invisibles para el resto de la humanidad.
Dicen que es el presidente más querido en la historia –volviendo a la necesidad que tiene de trascender en la historia–, que ganó con 30 millones de votos –sin importar que fueran parte de un padrón de 90 millones–, y que todo lo hace para desmontar privilegios y acabar con la corrupción, pero las adjudicaciones directas, las sospechas en casos como los de Ana Gabriela Guevara, Carlos Lomelí o Manuel Bartlett hacen difícil creer en dicho discurso, además de que muchos servidores públicos perdieron sus empleos por una rabiosa austeridad y no se sabe si hablaban del privilegio, en estos tiempos, de tener un empleo remunerado.
Mucho avanzaríamos si vemos al presidente como lo que realmente es, una persona con virtudes y defectos, que tiene la más alta responsabilidad del país y que necesita del concurso de todos para sacar adelante su encomienda, pero que en el camino está expuesto a cometer errores, como todos. Ya si no se deja ayudar y piensa que todo está bien y que dar una mala noticia lo rebaja de nivel, pues ese es otro cantar.
Si el presidente está haciendo un mal trabajo, ¿cuál es la alternativa?
Un problema que tiene la oposición en su conjunto, es que no ofrece alternativas a la ciudadanía. Reacciona a la agenda que fija cada mañana López Obrador, contesta sus provocaciones, se pone el saco que se diseña en Palacio Nacional, pero no tiene una propuesta que impulse y con eso tomar la iniciativa de cara a los comicios de 2021.
Hasta el momento, la oposición partidista no se ha hecho presente con una propuesta articulada y que difunda a toda la ciudadanía, sólo se han presentado algunos puntos aislados de liderazgos regionales o locales, pero un esfuerzo coordinado y de alcance nacional ha brillado por su ausencia.
No se escuchan voces desde los partidos que ofrezcan una propuesta diferente, que defiendan algunas instituciones atacadas desde la 4T, o que promuevan las ideas que desde la sociedad civil se han hecho en diferentes rubros.