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viernes 20 septiembre 2024

Don camaleón

por Rubén Cortés

Para 2018, AMLO vuelve a cambiar de imagen. Ahora es un hombre de clase media (a veces medio alta, según vaya la chamba) que no sataniza el dinero bien ganado, cuando se puede lleva a su hijo a un juego de Grandes Ligas y sube fotos a Facebook de sus viajes.


Admite cobrar tres mil 500 dólares por conferencia, pero como en la familia el gasto es mayor subirá su tarifa a cinco mil dólares, aunque a veces hay buenas oportunidades, como en agosto próximo en Acapulco, donde le pagarán 20 mil dólares.


Para el AMLO de 2006, quienes vivían así eran pirruris, pero en 2016 son gente que trabaja para llegar, mantenerse y escamar más si fuera posible en ese cada vez más amplio estrato que es la clase media mexicana.


Por eso admite ganar dinero y divulga fotos en El Vaticano, La Habana y con el pelotero dominicano “Big Papi”, esta última junto con su hijito, como cualquier padre al que le va bien sin ser rico y se da un gusto.


Ya no vive de “donaciones de los compas”, aunque hasta 2015 gastó mil 200 millones de pesos provenientes de “donativos”, según sus propios reportes al IFE.


Tampoco predica “austeridad republicana”. No repite a Juárez: “No sueldos altísimos, no coches de lujo, no viajes al extranjero, esas fantocherías que nada más sirven para utilizar el dinero de todos en beneficio de unos cuantos”.


No: hoy va a la radio a decir que tiene ganancias altísimas y usa las redes sociales para aparecer a bordo de camionetas último modelo y paseando por el mundo… “esas fantocherías”. Ya no acusa a la “mafia del poder” de complot en su contra si lo descubren usando un reloj de lujo o un traje Hugo Boss.


Como el 9 de mayo de 2005, al anunciar que su campaña presidencial sería “austera”, lució un reloj Tiffany de platino y correa de piel de lagarto, colección “Mark”, de 85 mil pesos de entonces. Y cinco días antes había estrenado un traje Hugo Boss de mil dólares.


AMLO cambió. Ya no más el “Primero los pobres” de 2006 o “La República Amorosa” de 2012. Ahora es ciudadano medio de 2016, cuyo país es la novena economía del mundo, el décimo más visitado por turistas y uno de los únicos seis que crecen en medio de la crisis mundial.


Hoy busca ganarse a la clase media, que tanto le teme porque lo ve como un Hugo Chávez resucitado. En lo único que no cambia es en lo que dijo a Radio Fórmula: “No confío en el INE, confío en la gente y hoy tengo más gente que nunca”.


¿Quiénes son la gente para AMLO? ¿Los que voten? No: los que vayan a la plaza a oírlo.


Como Fidel Castro.



Este artículo fue publicado en La Razón el 18 de julio de 2016, agradecemos a Rubén Cortés su autorización para publicarlo en nuestra página.

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