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La respuesta que dió el presidente a un desplegado en el que se pide la unión de la oposición de cara a las próximas elecciones, lo muestra como alguien más interesado en entrar en debates a diario, pero no en gobernar, algo para lo que se supone peleó durante décadas, claro, a menos que todo haya sido mera apariencia.

De escenografía

Los índices delictivos, en especial el que corresponde a asesinatos, van a la alza, pero el presidente sostiene que realiza diariamente reuniones a las 7 de la mañana con su gabinete para darle seguimiento al tema. A la pregunta de por qué a pesar de dichas reuniones no hay resultados, no hay respuesta.

Ante el embate del Covid-19 y las casi 40 mil muertes —al momento de publicarse este texto— vemos al presidente comiendo en restaurantes y sin cubrebocas, a pesar de la evidencia científica que apunta a su necesidad para evitar contagios. Ante esto, la respuesta es que no es tan grave la situación.

Mujeres han denunciado el incremento de casos de violencia de género, incluso con marchas y llevando preguntas a la conferencia mañanera; la respuesta es que se exagera y que en su gobierno se respetan los derechos humanos, además de reducir el presupuesto de programas para atenderlas.

Un grupo de personas, desde periodistas hasta historiadores, publica un desplegado en el que convocan a una alianza para las elecciones de 2021. A diferencia de las peticiones de los padres de niños con cáncer, de las mujeres enfrentando una violencia cotidiana, de empresarios y trabajadores que piden apoyos para no perder patrimonio o empleos, en esta ocasión el presidente sí tiene tiempo para contestar y denunciar —una vez más— que se busca regresar al pasado de corrupción.

Ante denuncias de irregularidades o falta de cumplimiento de objetivos de programas gubernamentales, como es el caso de Sembrando Vida, la respuesta es que un diario de circulación nacional busca dañar a su gobierno.

Y es que este simple recuento ilustra la manera de gobernar de López Obrador: manteniendo la apariencia de que se gobierna.

Los resultados en materia económica, en salud por la pandemia, en empleo y en seguridad, demuestran que tenemos un gobierno incapaz de dar resultados. La concentración en la toma de decisiones en una persona, el propio presidente, que no está preparado e informado para atender la multitud de temas que tiene que encarar a diario una administración pública, es parte de la explicación de por qué estamos como estamos.

La austeridad ha servido más para debilitar a instituciones del Estado que para mejorar la función gubernamental, pero hay que mantener la imagen de que tenemos a un mandatario austero, tan austero que ya heredó en vida a sus tres hijos mayores sendas propiedades, mantiene un rancho en el sureste mexicano y tiene a su hijo menor en una de las escuelas más caras de la capital del país.

Una austeridad que permite este y otros lujos, como comer en El Cardenal en plena crisis económica.

Muchos nos preguntamos a qué hora gobierna López Obrador si constantemente está en giras, en conferencia de prensa o grabando videos para alimentar sus redes sociales, sin contar las versiones periodísticas de miembros del gabinete que se quejan de la falta de diálogo con el presidente, igual que los gobernadores, empresarios, grupos sociales como las mujeres o familiares de víctimas y la oposición partidista.

Así, la función de gobierno queda reducida a una mera apariencia, a una escenografía en la que lo importante es enviar un mensaje que ayude a dar la impresión de que se está trabajando, a pesar de que nadie vea los resultados.

Se trata de una nueva versión del Rey va Desnudo, pero abarcando a todo su gobierno que también se pasea sin ninguna prenda que disfrace su verdadera esencia: la incapacidad.

El problema es que la oposición no muestra señales de tener la capacidad de construir una alternativa viable, pues por un lado organizan manifestaciones en autos, en los que gritan —recordando lo sucedido en la década de los años 70 del siglo pasado en San Miguel Canoa, Puebla— comunista a un presidente que es tan o más neoliberal como los últimos tres que hemos tenido, en tanto que por otro lado siguen pensando que las reglas del juego son las mismas del sexenio pasado, algo que ya no corresponde a la realidad.

A propósito de la acusación de comunista, cuestión de recordar cómo ha tenido al lado en una de sus mañaneras y en la reciente gira a Washington, a Carlos Slim, quien no aparecería junto a ningún gobernante comunista, primero porque ya no existen y, segundo, porque sólo se toma la foto con sus socios, y López Obrador ha demostrado serlo desde su paso por la jefatura de gobierno de la Ciudad de México.

Además, el Tratado de Libre Comercio es un instrumento neoliberal, como también son las decisiones de mantener la estabilidad macroeconómica y manejar el déficit en un rango establecido, pero aparentando no ser neoliberal porque hay que jugar para la tribuna y guardar las apariencias.

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