La cineasta Murga

La directora Celina Murga es la creadora de un coherente universo cinemático que regresa después de diez años. El aroma del pasto recién cortado (2024) es su cuarta película de ficción. Con ella la cineasta confirma un lugar entre creadores audiovisuales que —sin estar acompañados por barullo— merecen ser tomados en cuenta y vistos en América Latina y el resto del mundo. Una forma de examinar el valor del cine de Murga (1973, Argentina) es averiguar si sus creaciones van más allá de la sutileza. En otras palabras, dado que sus largometrajes y hasta su documental (Escuela Normal, 2012) rebosan esa característica, conviene partir de que la sutileza no basta.

Pablo tiene una aventura con una de sus estudiantes.

La manera de hacer cine de Murga escapa tanto del oportunismo temático y del efectismo audiovisual —que suelen disfrazarse de creatividad y conciencia social— tan típicos de nuestro tiempo, como de otras fórmulas del circuito de festivales. El aroma del pasto recién cortado no es un filme en que “no pase nada” argumentalmente, por el contrario, da materia demás en este aspecto, aunque no llame la atención sobre las acciones. Los protagonistas son dos profesores de agronomía —Joaquín Furriel como Pablo y Marina de Tavira como Natalia— que están viendo sus cuerpos envejecer. A ella su hija le dice: “Te salieron más canas”. A él le cuesta acostumbrarse a usar lentes ante la emergente dificultad para ver de cerca. Al estar entre jóvenes, Pablo se ve en un reflejo, en otro momento le parece “raro” que su anciano padre tenga una novia, pero a su esposa le resulta “lindo”. Los dos profesores emprenden aventuras sexuales con estudiantes. 

Natalia tiene una aventura con uno de sus estudiantes.

A ambos profesores los abruman responsabilidades del cuidado de sus hijos. Las relaciones con sus respectivas parejas se prestan al enojo incluso por nimiedades. El esposo y la esposa de ambos buscan trabajo y en los dos casos interpretan su imposibilidad para conseguirlo por cuestiones de género: él culpa a las políticas que dan preferencia a las mujeres, ella se siente discriminada por la tradicional elección de hombres. Destaca que la emoción erótica parece ausente. ¿Es el centro del largometraje de Murga el nuevo despertar sexual de sus maduros protagonistas? Para ambos profesores es su primera infidelidad marital o al menos eso dicen a sus jóvenes amantes. ¿Se trata sólo de una cinta sobre crisis de la madurez en masculino y femenino? Si lo fuera, el tratamiento de Murga supera —sin ostentación— las interpretaciones esquemáticas. Natalia parece excitada ante su alumno. Pablo se muestra cariñoso y hasta titubea ante la posibilidad de infidelidad; cuando su aventura con la estudiante se revela en redes sociales, él quizá siente vergüenza. Admite su falta ante su esposa y cuando nota su llanto se acerca a ella silencioso. Natalia adopta una actitud retadora ante su esposo y apenas atina a decir “hablemos […] no es importante”, aunque se sabe en falta pues pregunta si sus hijas lo saben. No obstante, Natalia termina con su amante, Pablo vuelve a acostarse con la suya. En el joven personaje femenino asoma frescura hasta en sus palabras, pues en contraste con el título comercial de la obra, ella dice: “el olor del pasto recién cortado”. 

Los protagonistas son profesores en una facultad de agronomía.

El estilo audiovisual de Murga es apenas perceptible, lo que se convierte en mérito, pues a pesar de su sofisticación no se basa en virtuosismo técnico ni está supeditado a imperativo narrativo. Puede hablarse de un mundo en las películas de Celina Murga —entre muchas razones— porque va y viene entre lo que se supone actual y lo que hemos llamado fundamental. Así emergen las suspicacias y acaso los celos “de siempre” —“¡Qué arreglada que estás!”— al igual que circunstancias contemporáneas intrascendentes como la omnipresencia de teléfonos celulares, la necesidad de recargar sus baterías, las dificultades de operación. Durante una presentación para periodistas —en la Cineteca Nacional de la Ciudad de México— Marina de Tavira quiso forzar una lectura de género de la película a partir de supuestas diferencias entre su personaje y el personaje masculino que llevarían a que éste padecería menos que Natalia. Pero que haya ligerísimas diferencias entre ellos no vuelve eso lo principal de los personajes. Por la situación creada por Murga el viejo asunto de las desigualdades y el nuevo conflicto de reacomodo entre hombres y mujeres no puede sino hacerse presente, pero no en la forma reduccionista en que de Tavira quiere verlo —que es también la de buena parte del público potencial de esta cinta— pues Murga es bastante más perspicaz que las visiones en boga. En vez de día del padre, en la escuela de sus hijos se celebran “las nuevas configuraciones familiares”, lo que lleva a Pablo a descalificar el acto como “boludez”, sólo para oír el reproche de su hijo mayor, quien así se exhibe plenamente indoctrinado en creencias tanto o más falibles que las antiguas. 

Claro que también hay una dimensión mundana en El aroma del pasto recién cortado. En el buen desempeño actoral de Marina de Tavira aparece una rareza: su personaje es explícitamente mexicano y sin embargo conjuga en la segunda persona del singular a la manera argentina, una fallida muestra de adaptación a su entorno y en cambio evidencia de la intrusiva coproducción internacional, comenzando por la elección de reparto. La promoción del filme no deja de mencionar la producción ejecutiva de Martin Scorsese, fruto de la relación que se creó entre ambos cineastas en 2008-2009 gracias al programa de mentorías promovidas por la empresa Rolex. Pero Murga no requiere de alguien que no es un artista cinemático —lo audiovisual popularísimo es otra cosa— aunque Scorsese sepa reconocer el mejor cine. Murga está en otro plano: cuestiona si la captura de cotidianidad —tan visitada— sigue generando cine. En mi visión, si capturar cotidianidad fuera suficiente para hacer cine con estar mejor planteados y no manipulados por sensacionalismo, los programas de televisión de realidad podrían sustituirlo. 

Las aventuras de los profesores parecen tener sólo consecuencias privadas.

Más que una película sobre asuntos percibidos ideológicamente como urgentes problemas del presente, Murga aborda tanto la cuestión sustancial de ser mujer como la de ser hombre y su condición de espejo, de igualdad ante dificultades inevitables como el envejecimiento, el fracaso y la finitud de la vida. También coloca al universo que ha creado en comunión con los espectadores desde situaciones como la angustia económica. Las de Pablo y Natalia son vidas paralelas que a pesar de compartir contexto y situaciones nunca se unen; para los dos la reconvención de su coordinador —por la publicidad de sus amoríos— resulta intrascendente. Para ambos la vida sigue, como reverdece una planta de Natalia. Casi al final, su esposa plantea a Pablo: “Sería bueno preguntarnos si queremos seguir juntos”. La respuesta carece de importancia, lo significativo está en el cine que —bien entendido— no se involucra primordialmente con las tonterías del día aparente, ni con las del pasado, pues sin necesidad de alarde siempre busca más allá y siempre aquí, como hace Celina Murga. 

Autor

Scroll al inicio