Tal vez, todo el escándalo (y sufrimiento que conlleva) en que se involucra a Sofía, se habría evitado si Lydia Cacho siguiera las normas del periodismo.
Hace unos días, en una entrevista con SDP Noticias, Edith Encalada acusó a Miguel Ángel Yunes Linares de pederasta y revivió lo que dijo en el libro de Lydia Cacho, Los demonios del Edén.
Edith fue quien denunció, en 2003, a Jean Succar Kuri de abusos sexuales que lo mantienen en prisión. Lydia Cacho, como titular, en ese entonces, del Centro Integral de Atención a la Mujer (CIAM) de Cancún, tuvo una importante participación el en caso.
Edith Encalada es “Emma”, personaje principal del libro cuyo nombre real se conoció porque, a raíz de la publicación del libro (2005), donde se mencionan a otros personajes como Kamel Nacif Borge, ella se retractó de sus acusaciones; para ello tuvo que viajar a San Diego, California. Se hospedó en una casa de los Succar en Los Ángeles, como ella misma aceptó. Según Lydia Cacho, detrás de ese “arrepentimiento” estuvieron las amenazas de Succar Kuri y de Kamel Nacif.
Más tarde, en febrero del 2007, Edith Encalada demandó a Lydia (aunque apareció con un seudónimo en el libro) y argumentó que esa publicación le causó daño moral. Un tribunal civil del Distrito Federal dictaminó que Lydia Cacho y a la editorial Random House Mondadori pagaran una indemnización de 640 mil pesos por daño moral y violación a la privacidad de Edith Encalada. Lydia y la editorial se ampararon y más tarde (enero de 2013) la Suprema Corte de Justicia de la Nación revocó la sentencia anterior y concluyó que Lydia Cacho y la editorial publicaron información que ya se había divulgado con anterioridad.
Casi diez años después Edith reaparece, preocupada dijo, porque llegue un tipo como Yunes Linares al gobierno de Veracruz; por eso lo acusa de nuevo, pero usando el mismo nombre de la entonces niña de quien Edith-Emma nunca fue testigo de que sufriera abuso sexual.
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Al inicio de su libro Los demonios del Edén (2005), la autora dice que “para que nunca más vuelvan a ser humilladas y exhibidas, los nombres de las víctimas han sido cambiados por seudónimos.” Eso no es cierto, o no es totalmente cierto.
En su texto Lydia cita a “Emma” (una de las víctimas de Jean Succar Kuri), quien dijo que una vez, Miguel Ángel Yunes Linares llegó a Cancún acompañado de la niña Sofía y su madre. Según “Emma”, el hoy recluso le dijo que le gustaría tocar a Sofía, pero que “seguramente” Yunes tenía sexo con ella:
“Yo estuve con el señor Miguel Ángel Yunes y con el señor Emilio Gamboa Patrón en una comida. Johny [Succar Kuri] me llevó con él al Distrito Federal, a un restaurante muy elegante en la avenida Insurgentes, donde fueron llegando varios señores. Me saludaron con mucha amabilidad. Cuando ya iban a hablar de negocios, Johny me mandó a que fuera a pasar un par de horas en un centro comercial. Nunca olvidaré que Yunes me miró muy sonriente y gentilmente me dio un billete, creo que eran cien dólares, me impresionó mucho. Me dijo que me comprara un vestido muy bonito. Yo me fui con uno de sus chóferes y ellos se quedaron hablando. A Miguel Ángel Yunes lo vi varias veces, es muy amigo de Johny. Tiene un yate que se llama Fedayin y viene mucho a Cancún. Una vez me acuerdo que vino con Sandra, su amante, quien traía a su hija Sofía, de ocho años y a su sobrina Tania, de nueve. Johny intentó tocar a Sofía, porque recuerdo que la novia se puso súper furiosa y amenazó a Johny. Yunes la calló y ella ya nunca dejó que su hija entrara a la casa. Pero creo que para Miguel Ángel era normal lo que Johny hacía porque nunca le oí preguntarle por mí o por qué me tenía si era una niña, o a las demás, que también lo eran. Johny me decía que él quería tocar a esa niñita, que estaba preciosa y que seguro su amigo Miguel Ángel se la estaba cogiendo porque la mamá estaba espantosa y que la usaba para tapar las apariencias. Me contó que una vez, cuando eran más chiquitas esas niñas, él le besó su parte íntima a una de ellas pero que Tania era una machorrita y la había defendido y nunca la dejaba sola con él.”
Más adelante cita Lydia Cacho:
“Emma declaró todo esto ante la Procuraduría de Justicia del Estado y posteriormente ante el ministerio público federal de la PGR. Además, sostuvo frente a su abogada y agentes de la PGR:
“Y me consta, sin temor a equivocarme, que Jean Succar contacta también a otras niñas en Estados Unidos para poder incluso intercambiarlas con los señores Alejandro Góngora Vera, con Camel (sic) Nacif —a quien también sé que le agradan los niños—, así como con Miguel Ángel Yunes.”
Sofía aparece como “víctima” según “Emma”, por lo tanto no debió aparecer su nombre, tampoco el de su prima ni el de la madre. Si a la periodista le llamó la atención ese dato, de tal manera que lo consignó, debió antes seguir ese hilo e investigar hacia un rastro de la supuesta pederastia de Yunes. No lo hizo y cayó en una falta ética al nombrar a la mujer y a las niñas.
Ese “seguro” de Succar Kuri indica sospecha, conjetura, suposición no afirmación, y un periodista debe tener la suficiente madurez y sentido común para analizar lo que le dicen.
Dice Alex Grijelmo en El estilo del periodista:
“Por otro lado, no todas las opiniones alcanzan el mismo valor. Siempre merecerá más crédito sobre un suceso el relato de un testigo que el de quien ha oído a un testigo, Si hablamos sobre un hallazgo científico, siempre tendrán mayor relevancia las consideraciones de un especialista en la materia que cualquier otra opinión. Dar igual trascendencia a las declaraciones de personas con muy diferente nivel de información o de cualificación refleja falta de rigor profesional”.
Por su parte, Javier Darío Restrepo señala:
“EI principio elemental que ponen en práctica los periodistas es que no se pueden dar informaciones de una sola fuente, sin correr el riesgo de avalar, con el prestigio del periódico o del periodista, una noticia falsa. La responsabilidad de una publicación de estas no se disminuye cuando se menciona la fuente y se la señala como el origen de la información. EI hecho de publicar implica al periódico y al periodista. Por otra parte, cualquier investigación periodística seria, confronta varias fuentes. Y si se trata de una acusación contra alguien, el derecho del acusado a que se le presuma inocente obliga al periodista a escucharlo, antes de cualquier publicación, y a presentar la noticia de modo que el lector perciba con claridad que se trata de una acusación y no de una condena, y que el acusado puede ser inocente.”
Por otro lado, diferentes códigos deontológicos son insistentes en que “toda persona es inocente mientras no se demuestre lo contrario”, y que se debe evitar la consignación de los nombres de familiares y amigos del acusado (evitando, incluso, la publicación de material que pudiera identificarlos), a menos claro, que sea necesario por su involucramiento. Se aconseja que estos criterios deben ser aplicados con mayor rigor cuando se trate de menores de edad, especialmente si se trata de delitos contra la libertad sexual. Lydia Cacho lo omitió.
Francesc Barata, doctor en ciencias de la comunicación, y experto en el tratamiento periodístico de la violencia criminal, sostiene en La devaluación de la presunción de inocencia en el periodismo que, cuando un imputado aparece en la prensa, esa presunción se devalúa y ocurre lo contrario, la sospecha parece certeza y se refuerza la culpabilidad:
Y Javier Darío Restrepo indica:
“Anota una vieja asociación de periodistas latinoamericanos que un elemento de la responsabilidad ética del periodista es su conciencia de que el daño hecho por los medios, nunca se repara totalmente. Las afirmaciones absolutas sobre providencias judiciales ponen en riesgo, al que no se ha acogido a la sabiduría de la verdad provisoria de la presunción de inocencia, a hacer daños irreparables.”