Aunque parece difícil de creer, en muchos países latinoamericanos y del resto mundo se está dando un fenómeno preocupante, la existencia de democracias en vías de deterioro y sin ciudadanos interesados. Este fenómeno se comenzó a estudiar hace no muchos años y creo que México está padeciendo un proceso de este tipo. La cosa es de llamar la atención.
Me explico, pareciera que a muchos mexicanos les importa poco el ejercicio pleno de sus derechos humanos y civiles y son apáticos frente al autoritarismo y la mentira que cunde por todo el territorio nacional.
Vemos como se ha ido normalizando la violencia (tanto de las supuestas fuerzas del orden contra la ciudadanía, como la ejercida por los criminales), la falta de acciones del gobierno para combatirla (octubre es hasta hoy el mes más violento del 2022, con un crecimiento de la criminalidad de un 6.5% en comparación con septiembre de este mismo año), la aceptación de que en nuestro país no se respeta ni cumple la ley, ni hay juicios justos, o la sumisión ante un narco y un crimen organizado que pueden imponer sus propias reglas en buena parte del territorio nacional. Y parece que aquí no pasa nada.
Y bueno, desde luego que el caldo de cultivo que ha propiciado en buena medida todo esto, es una enorme pobreza (cuatro millones más de pobres en lo que va del sexenio de AMLO) y una gravísima y añeja desigualdad.
Mientras una porción limitada de la población se ocupa de defender una democracia en acelerado deterioro, una mayoría hambrienta solo está preocupada por sobrevivir sea como sea, incluso mediante su autodestrucción a mediano plazo. Así las cosas.
Ya no estamos bajo la amenaza de vivir en un régimen autoritario, no… ya lo estamos viviendo, no nos engañemos más. Al menos nosotros no nos demos atole con el dedo. El ominoso intento de desmantelamiento del INE es muestra de ello. Desafortunadamente no contamos con una ciudadanía preparada para defenderlo. Está en riesgo la democracia, al menos electoral, construida con tanto esfuerzo y durante muchos años; puede quedar hecha polvo y reducida a cero. Ni derechos humanos, ni civiles, ni políticos ni sociales… se avecinan tiempos en donde vamos a despedirnos tristemente de las libertades.
La ciudadanía es una institución que debería estar en permanente construcción, desgraciadamente ni los gobiernos, ni los partidos políticos, ni nadie se ha ocupado seriamente de ello. Así hoy vemos una ciudadanía incompleta, deslavada, como dicen los politólogos, de baja intensidad, que se moviliza muy lentamente y que creo, cuando logre salir del letargo, quizá sea demasiado tarde.
No quiero ser pesimista, el próximo 13 de noviembre se ha convocado a una marcha ciudadana. Tenemos, los que creemos en las libertades, la oportunidad de manifestar nuestro rechazo a un gobierno que destruye instituciones y detesta todo lo que no queda bajo su absoluto control. Ante ello, no podemos permitirnos mirar para otro lado. Como ciudadanos plenos, tenemos que salir a defender una elecciones limpias, donde se respeten nuestras preferencias electorales y se consagre nuestro pleno derecho a disentir. El anuncio en esta misma semana de un recorte presupuestal adicional al órgano electoral de 4 mil 500 millones de pesos es una puñalada trapera a esta institución, definitiva para la democracia mexicana. No podemos permitirlo, estamos a tiempo. No nos resignemos a vivir en un México sin democracia y sin ciudadanía.