A los jóvenes en el país poco o nada se les ha ayudado. Han sido carne de cañón, y son vistos y tratados por los cuerpos de seguridad como presuntos culpables, a menudo sólo por su apariencia.
López Obrador tiene una infinidad de proyectos para los jóvenes. Hemos de confesar que de tantas propuestas estamos medio hechos bolas con el tema. El Presidente maneja cifras de toda índole que lleva a inevitablemente a preguntarse de dónde va a salir todo ese dinero y cómo le va a hacer para que le alcance.
Suponemos que con la presentación el sábado del presupuesto se puedan despejar muchas dudas, o no vaya a ser que en una de esas no desaparezcan.
Entre las propuestas que López Obrador ha hecho para los jóvenes hay becas, apoyos para sus familias, la creación de 100 universidades y de escuelas técnicas, generación de empleos, prácticas profesionales en empresas, sólo por mencionar algunas.
Todo esto, más lo que nos falta por citar, desde donde se vea es importante, es probable que estemos ante una propuesta con tintes inéditos para los jóvenes.
Se está pensando en ellos como en pocas ocasiones se ha hecho. Sin embargo, lo relevante será no sólo proponer, sino también escucharlos. Sería bueno saber, en voz de ellos, cuáles son sus expectativas y qué quieren en el hoy y mañana.
Si algo se ha hecho con los jóvenes desde diferentes gobiernos ha sido establecer discursos llenos de florituras cargadas de lugares comunes, lo cual no tiene nada qué ver con la práctica y menos con su realidad.
No es fácil escuchar a los jóvenes. Muchas veces son impacientes, no son fáciles de convencer, en un buen número de casos no son dejados, y tienen, por lo general un encomiable espíritu contestatario en su vida y hacia su entorno.
Mucho de esto se vio en las elecciones del 1 de julio. El voto de los jóvenes fue fundamental para el triunfo de quien era el de mayor edad entre los candidatos. Poco importó la edad de López Obrador para los jóvenes, lo que importaba antes que nada era deshacerse de los otros aspirantes sin importar la edad que tuvieran.
Una lectura sobre el voto de los jóvenes en las elecciones, debiera concentrarse en que su sufragio tuvo como objetivo buscarse espacios. Asimismo, tratar a como diera lugar de hacer a un lado a quienes han sido los responsables del actual estado de las cosas, a quienes no les han ofrecido como gobernantes oportunidades en su vida, y a quienes ven como responsables del actual estado de las cosas, sobre todo por la inseguridad y la descomposición social.
No sólo fue un voto que haya salido de las entrañas. Fue también un voto de protesta de la mano de un grito de desesperación y encono, el cual así como se manifestó en favor de López Obrador puede cambiar a futuro. Ésta es una de las muchas razones por las cuales hay que escucharlos de manera sistemática.
Todo lo que ha venido proponiendo el Presidente para los jóvenes habrá que ver si tiene que ver con lo que ellos quieren y aspiran, o con lo que suponen que quieren y aspiran.
La educación sigue siendo una de las llaves para que la vida de los jóvenes adquiera sentido y futuro, al tiempo que se puedan proyectar hacia nuevos rumbos, para ellos y sus familias.
La clave está en desarrollar procesos educativos formativos que les permitan ser competitivos, en el muchas veces salvaje mercado de trabajo.
Es obligación del Estado crear condiciones para que tengan una profesión digna, y en particular dignificarlos, en un país en donde está muy visto que no es nada fácil ser joven.
A los jóvenes tiende a vérseles como presuntos culpables, de qué, pues quizá de ser jóvenes.
RESQUICIOS.
Ayer en Canal Once Miguel Limón y Felipe López Veneroni conversaron sobre la Televisión Pública. Ante las pretensiones de crear una especie de BBC o TVE sería bueno escucharlos y definir qué son y para qué son los medios públicos. De paso en el camino conocer en qué instituciones están adscritos y a qué y a quien se deben.
Este artículo fue publicado en La Razón el 12 de diciembre de 2018, agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.