viernes 15 noviembre 2024

Una silenciosa pandemia

por Mariana Moguel Robles

En marzo de 2020 comenzó el confinamiento a consecuencia de la Covid-19 y entonces se revelaron los perfiles siniestros de otra pandemia, una pandemia silenciosa para la que no es suficiente una perorata de conferencias “mañaneras” ni vespertinas, y para la cual no existe un plan de contigencia (ni siquiera sacado de la “chistera”) que nos enseñe a enfrentarnos a la “nueva realidad” que significa atender la salud mental de la población.

De acuerdo con datos del Consejo Ciudadano para la Seguridad y la Justicia de la Ciudad de Mexico, en la capital del país cada mes un promedio se recibieron 800 llamadas y mensajes de auxilio de personas, principalmente jóvenes, con intenciones de cometer suicidio.

A partir de octubre de 2020, en los registros de dicho organismo, se podía sentir en toda su magnitud la herida interior, los estragos que la pesadilla iba dejando a su paso. Y es que el suicidio es un fenómeno que lametablemente está creciendo aceleradamente en México, luego que en 2021 se registraron tres suicidios diarios, de los cuáles 8 de cada 10, fueron cometidos por hombres, lo que se ha triplicado con respecto a otros años, y se ha cuadriplicado entre las mujeres, de acuerdo con datos del INEGI.

En el año transcurrido desde el inicio del confinamiento y el aislamiento social, el equipo del Consejo Ciudadano formado por 89 psicólogos brindó 39 mil 878 atenciones. De estas, una cifra altísima, 22,486, se dieron entre octubre y marzo de 2021; lo más lamentable es que 7 de cada 10 personas que decidieron quitarse la vida fueron jóvenes de entre 10 y 24 años de edad.

Lo anteriores datos, además de significar una tragedia no sólo para las familias, sino para la comunidad en general, nos reflejan claramente que en la actual administración no existeste un programa eficaz que atienda la salud mental de la población y mucho menos un presupuesto detinado para ello.

Al incrementar los problemas mentales, producto de la contingencia y diversas situaciones que viven a diario los ciudadanos y que son eventos que ponen en riesgo la salud de la comunidad, el aparato psíquico entra en un desequilibrio emocional. Hoy más que nunca hablar de la salud mental y cómo mantenerla es de suma importancia en estos tiempos.
La doctora Diana Tejadilla reveló que el incremento no es solo por la pandemia y sus efectos, sino que es multifactorial, ya que, entre las mujeres -por ejemplo- incide el nivel de violencia intrafamiliar o el abuso de sustancias que viven la persona en su entorno.

“Cuando nosotros nos estamos dañando a nosotros mismos o a alguien más, cuando no estamos logrando mejorar para hacer más felices, cuando no estamos siendo productivos y desarrollándonos, cuando no estamos contribuyendo con nuestra comunidad quiere decir que nuestra salud mental está frenada”, explicó Diana Tejadilla en una nota recientemente publicada en Excélsior.

El INEGI reveló que un 18% de la población urbana en edad productiva (15- 64 años de edad) sufre algún trastorno del estado de ánimo como ansiedad, depresión o fobia.

Además, 3 millones de personas son adictas al alcohol, 13 millones son fumadores y hay más de 400 mil adictos a psicotrópicos.Entre el 1 y 2% de la población adulta ha intentado suicidarse y la tasa de suicidios consumados tiene una tendencia al alza.

De acuerdo con el INEGI, entre 2018 y 2020 la tasa de suicidios en el país pasó de 3.5 a 4.9 casos por cada 100 mil habitantes. Los trastornos mentales son etonces el principal factor de riesgo para suicidio y otro tipo de lesiones auto infligidas como cortaduras, quemaduras, heridas e intoxicaciones.

En la mayoría de los casos, una vez que se presentan, los trastornos mentales se vuelven crónicos, aunque con la atención adecuada pueden ser tratados y manejados eficazmente. En la Ciudad de México, la población se ha visto impactada por el entorno en que se encuentran actualmente, derivado de la interacción de diversos factores sociales, biológicos y psicológicos que se viven a diario y tienen mayor predisposición de presentar en cualquier momento un trastorno mental que puede dar lugar a una crisis en su salud mental. Lamentablemente, la salud mental no es para el Gobierno Federal una de las prioridades, ya que derivado de los factores de riesgo expuestos, debería tenerse como objetivo primordial, mediante un programa bien estructurado con un esquema adecuado, proporcionar un estado de bienestar y equilibrio físico y emocional en el cual el individuo sea capaz de afrontar situaciones complejas pero sin perder su capacidad y derecho a una vida estable y productiva.
De acuerdo con expertos en la matería, con el propósito de brindar de manera oportuna el apoyo y la atención especializada, esta atención debería ser gratuita y brindarse a través de brigadas médicas, (brigadas salvavidas) consultas y atención telefónica con un equipo profesional de especialistas (psicólogos, psiquiatras, tanatólogos).

No obstante, ha habido una clara omisión en poner énfasis en la promoción de la salud mental y la prevención de los trastornos mentales mediante una estrategia efectiva a fin de reducir la carga de estos trastornos, que mediante una detección temprana mejoraría la calidad de vida de las personas y reduciría los costos de atención.

Es un secreto a voces que los problemas de salud mental se han incrementado drásticamente en las últimas décadas a nivel mundial y nuestro país no es la excepción.

Más allá de las impresionantes cifras relacionadas con estas patologías, existe un amplio grupo de personas afectadas como lo son los niños y adolescentes con alteraciones en su desarrollo y educación, los adultos mayores en condiciones de abandono, las mujeres y madres solteras trabajadoras, los niños y adolescentes en situación de calle, personas que han perdido sus trabajos, sus bienes, su condición social y económica y que tal situación los ha orillado a tomar decisiones drásticas que ponen en riesgo su integridad física y mental.

La protección de la salud y de la salud mental es un derecho humano fundamental, consagrado por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y la Ley General de Salud; además, la salud mental es una materia de salubridad general y las enfermedades mentales deberían tener un carácter prioritario de la salud pública. En el año 1984, con la expedición de la Ley General de Salud (LGS) se incluyó el Capítulo de Salud Mental, como materia de Salubridad General, el cual ha sido reformado en 2010 y en 2013, con una mayor visión de derechos humanos y con un enfoque de la atención comunitaria de la salud mental.

Pese a todo lo anterior y una vez revisado el presupuesto de egresos de la federación, vemos con una angustiosa decepción que la salud mental no está entre las prioridades de la actual administración.

Principalmente cuando es indispensable articular políticas públicas en materia de Salud Mental en los tres órdenes de Gobierno (Federal, Central y local) a fin de hacer más eficiente en el uso de los recursos y ser más eficaces en el propósito de salvar vidas para avanzar así, desde la opción de una acción social, en programa de Salud Mental federal que permita transitar hacia un programa de atención a la comunidad.

Hoy más que nunca se requiere implementar acciones de promoción de la salud en temas de prevención, diagnóstico y su tratamiento a través de instituciones públicas, privadas y organizaciones de la sociedad civil.

Tal y como ha publicado Héctor de Mauleón, el sucidio y los problemas de salud mental son “una herida que gritan los números del Consejo Ciudadano, que acaso no estamos atendiendo, y que no tardará mucho tiempo en revelarse en su verdadera dimensión de vidas humanas rotas y destruidas”.

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