Existen diferencias radicales entre la comunicación directa de los gobiernos autoritarios y los de carácter democrático. Ambos pretenden comunicarse sin ser mediados por los medios, pero son distintas las maneras que se utilizan para lograrlo. Sobre la comunicación directa en los gobiernos democráticos se dio cuenta en el número de etcétera correspondiente al mes de mayo. Ahora se presentan las formas propias de los gobiernos autoritarios.
En abril, participé en un seminario en Quito, Ecuador, organizado por la Fundación Konrad Adenauer, y al que asistieron periodistas de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina, Colombia, Brasil, México y Alemania. Se analizaron los problemas del periodismo y los periodistas en la actual realidad latinoamericana. Entre otros temas, a partir de experiencias personales, se abordó lo que implica, para el ejercicio del periodismo, la comunicación directa de los gobiernos autoritarios.
El trabajo previo
Los presidentes populistas autoritarios (son muy evidentes los casos de Venezuela, Nicaragua y Bolivia, pero también ocurre en el Ecuador) trabajan permanentemente para desprestigiar a los medios y los periodistas que no le son afines. Los que no se alinean son acusados de “traidores a la patria”, de estar al “servicio de la oligarquía” o de “intereses extranjeros”.
En esta acción sistemática de descalificación, que pretende minar la confianza y credibilidad de los medios y periodistas críticos e independientes, se utilizan acusaciones y un lenguaje propio de sectores de la izquierda de los 60 que ya había desaparecido, pero con cierto nivel de eficacia para comunicarse y ganar a los simpatizantes. No resulta para convencer a otros sectores, pero no es eso lo que se busca.
Esa estrategia se propone atemorizar a los medios y periodistas independientes, para ver si así se autocensuran y atemperan su crítica, y también pretende crear progresivamente una base de simpatía entre ciertos sectores sociales, para que llegada la decisión del gobierno de cerrar un medio o de cancelar una concesión, sea aplaudida y vista con simpatía por los sectores afines.
“Nuevas” formas de comunicación directa
Hoy están presentes por lo menos cinco maneras de comunicación directa, algunas pertenecen a la etapa de las dictaduras militares de los 70 y 80, pero han sido rescatadas y asumidas como propias por los gobiernos populistas autoritarios. Éstas son:
a) Entrevistas a los incondicionales. Sólo se otorgan entrevistas a los medios y periodistas fieles al gobierno. No hay espacio para el cuestionamiento. El contenido y tono de las mismas se negocia previamente. El supuesto periodista actúa sólo como un canal de trasmisión de lo que el Presidente quiere decir. El medio garantiza que el mensaje se publique o salga al aire en los términos pactados. Los medios críticos nunca tienen la posibilidad de entrevistar a los funcionarios del gobierno y, todavía menos, al Presidente. Quedan marginados de la información y, de manera perversa y burda, el gobierno luego acusa a estos medios de que nos les dan lugar en su cobertura, de que están parcializados y sólo dan espacio a la oposición.
b) Abuso sistemático de las cadenas nacionales. Los gobiernos, al amparo de la ley, utilizan permanentemente las cadenas nacionales, que obligan a todos los medios a trasmitir en directo los mensajes del Presidente. Las cadenas no se realizan para tratar un problema grave o alguna emergencia que la amerite sino simplemente se abre el espacio para que el Presidente esté presente y diga lo que quiera. Las cadenas se usan ahora también para denostar a la oposición y a todo aquel que no está a favor del gobierno.
c) Uso indiscriminado de los medios del gobierno. Los medios del Estado pasan a ser instrumentos del gobierno. Sin recato alguno se manejan como si fueran medios privados donde el Presidente y su grupo son los propietarios. Las frecuencias de la radio y las cámaras están siempre abiertas para que el presidente las utilice. Estos medios no sólo son un espacio abierto al uso indiscriminado y discrecional del Presidente, sino que siguen una línea editorial sólo favorable al gobierno que está más cerca de la propaganda que del periodismo y, al mismo tiempo, mantienen un ataque permanente contra la oposición, pero también contra todos aquellos -académicos, artistas, periodistas- que mantienen una posición independiente.
d) Cierre de medios y cancelación de concesiones. A los medios críticos e independientes se les cierra o se les quitan las concesiones. Se violenta sin más el derecho de propiedad y de libertad de expresión y prensa. Se pagan los costos políticos que esto supone en razón de un triple propósito: a) suprimir la crítica al Presidente y su gobierno; b) adueñarse de esos medios, para incorporarlos a las redes del gobierno, y c) ampliar las posibilidades de la comunicación directa del Presidente en la medida que ahora sólo se escucha su voz.
e) Silencio informativo. El no dar información a ningún medio que no sean los manejados por el gobierno o sus incondicionales favorece la estrategia de la comunicación directa. El Presidente es el único que informa. Los medios y periodistas críticos e independientes no tienen acceso a los datos que genera el gobierno. Se ven obligados a retrasmitir la información oficial y comentarla críticamente, pero sin datos propios. Esta cobertura tiende a aislarlos y sectores amplios de la población revaloran la comunicación directa del Presidente y ven como parcial la que hacen los medios y periodistas críticos, a los que se acusa de aliarse con la oposición en contradel Presidente. El gobierno exacerba y retroalimenta esta posición en los medios oficiales.
Conclusión
Un tema frecuente en la agenda de los presidentes populistas autoritarios es descalificar a los medios y periodistas que no le son afines, acusándolos de criticar sin conocer lo que ocurre, de favorecer los “intereses oscuros” de quienes atentan contra el gobierno. Se busca que sólo tenga lugar la comunicación directa que ofrece el Presidente, dotándose de un aparato propio que incluye el uso de los medios del gobierno y el cierre de aquellos que no le son afines. Hasta el momento, la estrategia parece darles resultados: poco más del 50% de los ciudadanos gobernados por presidentes populistas autoritarios están con ellos. En el cambio y mantenimiento de la actual correlación de fuerzas, la comunicación directa y el control de los medios les ha resultado fundamental.