Las aplicaciones tecnológicas (APPs, de acuerdo con la nomenclatura en inglés) que se desarrollan para los teléfonos celulares parecen no tener límite. Frente a la innovación tecnológica, una pregunta: ¿por quéno poner esta creatividad al servicio de gobernados y gobiernos para mejorar la calidad de vida de los primeros y la eficiencia de los segundos?
A través de mensajes telefónicos, twitter, etcétera, se pueden alimentar bases de datos que en los hechos proveen a los gobernantes de magníficas herramientas para hacer diagnósticos precisos de problemas urbanos y sociales, entre otros.
Existen ya diversos ejemplos que nos permiten ser optimistas. Hay información que se recolecta de manera voluntaria, se procesa y ayuda a los ciudadanos a tomar mejores decisiones, en muchas ocasiones sin siquiera tener que pasar por uno o varios gobiernos.
Lo que ahora ocurre es verdaderamente esperanzador. Sólo un ejemplo: un pequeño grupo de mexicanos ha desarrollado una plataforma tecnológica que ha revolucionado a la policía de San Pedro Sula, en Honduras, la ciudad más violenta de nuestro continente.
Antes de la intervención de Cityvox, los reportes de criminalidad que elaboraba la policía se limitaban a escribir el hecho en un pizarrón.La organización de la información y su análisis se relegó para cuando hubiese tiempo, es decir, nunca.
Citivox desarrolló una app que organiza la información desde su recolección. En sólo tres días capacitaron a 60 policías, cuyo nivel escolar promedio es la educación primaria; ahora reportan los crímenes a través del Smartphone. Mandan un mensaje de texto describiendo el tipo de delito y una foto; gracias al GPS, la información llega georeferenciada, se ilustra en un mapa de la ciudad y registra hora y tipo de delito.
Con esta información elemental, pero organizada automáticamente, en sólo un mes diagnosticaron un problema fundamental: la policía estaba distribuida de manera igual en la ciudad, cuando en realidad el crimen estaba fuertemente concentrado en el centro de la ciudad. Había más vigilancia de noche, a pesar de que los crímenes más violentos ocurrían a plena luz del día.
Así como se desarrolló la capacidad de recibir reportes de policía, se ha logrado que se reciban reportes de cualquier ciudadano. La ciudad de Nueva York, al igual que la de México, ha gastado millones de dólares en cámaras que vigilan tanto a la urbe como a sus habitantes. Irónicamente, fue un vendedor de hot dogs apostado en una esquina quien vio un bulto poco común abandonado y llamó a la policía; gracias a ello, la bomba puesta para volar Times Square nunca detonó. Pudo más la colaboración de un ciudadano que los muchos millones de dólares gastados en la videovigilancia.
Gobierno abierto es más que acceso a la información, es más que rendición de cuentas, es hacer de todo gobernado un auténtico colaborador, es abrir mente y espacio a tecnología que de hecho se desarrolla con el propósito de estar en condiciones de proveer mejores servicios. Es recibir del público la información que está dispuesta a reportarnos. A través de ello puede reforzarse el sentido de pertenencia, crearse la sensación de responsabilidad con la comunidad inmediata en la que vivimos todos los días.
Hacer de México un país gobernable, y de nuestra ciudad un espacio vivible no es sólo responsabilidad de los políticos.
Disponer de información en bases de datos abiertas, a través de buscadores como Google, debe convertirse una nueva forma de cooperación que permita despolitizar ciertas decisiones, por el solo hecho de contar con información confiable.
La apuesta por el gobierno abierto supone nuevas formas de colaboración entre ciudadanos y gobiernos. (Re)construir una relación de mutua cooperación nos abre la posibilidad de facilitar y abaratar los costos del gobierno e incrementar la eficiencia, y quizá hasta podríamos generar una relación de confianza cívica ciudadana ¿Tenemos algo que perder?