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domingo 05 enero 2025

Cobertura mediática de la violencia

por Rubén Aguilar Valenzuela

Lo que no se debe de hacer

Es evidente que el tema de la violencia por si mismo provoca el interés de la sociedad y los medios. Es el atractivo, lamentable, que tiene la desgracia y la muerte, que con frecuencia los medios dan una cobertura caracterizada por el morbo y el escándalo. Éste tipo de periodismo vende.

En ese horizonte mediático que no es exclusivo de México y que incluso se podría calificar de “normal”. Los gobiernos en su comunicación deben tomar distancia del tema de la violencia e ir en contra, por valoraciones políticas, pero también éticas, de la agenda que sobre el mismo intentan imponer un sector de los medios.

No está en duda que una de las responsabilidades centrales de todo gobierno es garantizar la seguridad y la paz social. Siempre están obligados a luchar contra el crimen en el marco de una estrategia que respete los derechos humanos y ofrezca buenos resultados a la sociedad.

El tema de la seguridad y la violencia, en la medida de lo posible, no debe estar presente en la agenda mediática de los gobiernos. Si estos no tienen otra posibilidad que pronunciarse sobre estos temas deben tener en cuenta que en el tratamiento de los mismos conviene tener en cuenta lo que a continuación se propone.

Lo que no se puede hacer y comunicar

1) Presentación de los detenidos Ellos nunca deben ser presentados ante los medios por razones jurídicas. Toda persona, también los delincuentes, tiene derecho al debido proceso. Cualquier sospechoso es inocente hasta que se pruebe su responsabilidad en el delito que se les imputa. Así, el juicio mediático, que se inicia con la presentación pública de los detenidos, viola el proceso judicial y los derechos humanos de los “presentados”.

La “presentación” actúa, por la vía de los hechos, como una celebración y apología del delito y de quien lo comete. Los delincuentes no solo se vuelven “famosos” al aparecer en la televisión sino que los supuestos crímenes cometidos por ellos se trivializan y pasan a formar parte del “divertimiento” mediático. Los victimarios, ahora como “estrellas” de los medios, ocupan el lugar central y las víctimas, que deberían ser el objeto de la atención de los medios, desaparecen.

2) Números de incautaciones

El ofrecer sumatorias de las toneladas de drogas, del número de armas, de vehículos o del dinero incautado no ofrece idea clara del éxito y por lo mismo no impacta positivamente a la ciudadanía. Para la mayoría de la gente los grandes números son muy difíciles de dimensionar. Entenderlos por sí mismos cuesta trabajo y todavía resulta más complicado interpretarlos. Siempre queda en duda si lo que se incautó es mucho o poco, si con ello realmente se golpeó al crimen o simplemente es el cuento de nunca acabar.

Las listas de incautaciones operan, por la vía de los hechos, como partes de guerra, que dan más idea de la gran capacidad de los delincuentes a la que tienen los gobiernos. Aunque lo que se proponen demostrar es lo contario. Las autoridades por lo general no gozan de prestigio y queda la idea de que si se incautó “solo” eso los criminales deben tener mucho más armas, vehículos, dinero y también drogas, para seguir haciendo sus actividades y negocios.

3) Compromisos específicos

Las autoridades no deben comprometer en público números, detenciones o resultados específicos en materia de seguridad. Hay muchos imponderables en juego para poder tener control de la situación y en razón de la misma hacer compromisos puntuales. Así, siempre que estos no se cumplan van a pasar a ser parte del reclamo permanente de la ciudadanía, que tendrá un elemento más para desconfiar del gobierno.

Para comprometerse como lo hizo el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, después de los bombazos en el maratón de Boston, hay que tener seguridad absoluta de la capacidad de la policía, para que en horas se encuentren y detengan a los culpables. Él tomó un riesgo muy grande, pero seguramente alguien le dio certeza y el mismo estaba convencido de otra manera habría sido un suicidio político, que la policía de la ciudad le daba garantía de que podía cumplir su palabra.

4) Números fraccionados

En general cualquier cifra que ofrezcan las autoridades está en duda, pero si estas son parciales y fraccionadas resultan todavía más dudosas y en lugar de aclarar confunden a la ciudadanía. Los gobiernos en materia de seguridad deben elegir posicionar sólo tres o cuatro números. Una vez que estos se tienen cada vez que se den a conocer resulta indispensable hacerlo utilizando la misma unidad de medición y en el mismo tiempo.

Así, por ejemplo, si quiere informarse sobre el número de los homicidios dolosos o de los secuestros esto tendría que hacerse una vez al mes siempre en el mismo día. Nunca debería cambiarse la unidad de medición, el tiempo en el que se da la información y tampoco el día elegido para darse a conocer.

A manera de conclusión

Las ideas y recomendaciones aquí planteadas son grandes orientaciones. El análisis de diversas experiencias en América Latina y la mía propia me demuestran que ayuda tomarlas en cuenta, para

diseñar y operar la política de comunicación en materia de seguridad. Siempre puede haber excepciones o situaciones inesperadas que resultan excepcionales y como tal requieren de un diseño especial. En todo caso tendrían que realmente ser eso y mientras no ocurra sería muy útil asumir las propuestas que aquí se hacen.

Autor

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