¿Qué se dirime el próximo 1 de julio en este proceso electoral?
Se dirime el futuro de México, no solamente para los próximos seis años; sin temor a equivocarme, digo que va a ser para varias décadas lo que está en juego porque estamos no solamente en una crisis de fin de sexenio, sino también una crisis de fin de régimen. Todo el modelo presidencialista del sistema político se agotó, hoy tenemos una sociedad tan plural y diversa que ya no soporta, no cabe en el marco de las decisiones de un solo individuo (el Presidente de la República, el tlatoani), eso ya se acabó, y hay que pasar entonces a construir algo nuevo. Nosotros ponemos énfasis en la necesidad de un cambio de régimen de partido a través de un gobierno de coalición porque a través del gobierno de coalición vamos a estar en posibilidades de que la sociedad entre a un proceso de democratización del poder público, que al mismo tiempo existan contrapesos institucionales y desde la sociedad civil, y que entonces desde la sociedad civil se proponga al fiscal general de la nación, al fiscal anticorrupción, a todos los titulares de los órganos autónomos que deben ser esencialmente ciudadanos y no deberse a partidos políticos en su origen.
En etcétera creemos que Ricardo Anaya ha tenido un déficit al explicar qué es un gobierno de coalición. ¿Usted coincide con nosotros y, más allá de esto, nos puede explicar qué significa un gobierno de coalición?
Quizá no se haya explicado suficientemente de qué hablamos cuando hablamos de un gobierno de coalición, incluso Miguel Ángel Mancera ha sido designado por acuerdo entre todos los partidos integrantes de la coalición Por México al Frente, como el articulador. Retomando la reflexión de lo que decía anteriormente, el gobierno de coalición tiene necesariamente que ser pactado, de entrada, con los partidos integrantes pero también con otros grupos parlamentarios en el Congreso de la Unión para conformar una mayoría estable y que no cada asunto importante tenga que estarse negociando con los otros partidos para construir una mayoría.
¿No les ha faltado comunicarlo mejor? ¿Tienen alguna estrategia para estos últimos días de campaña hacerlo?
Yo creo que sí, y hemos estado platicando con el propio Ricardo Anaya, con Miguel Mancera y nosotros mismos, de tener la posibilidad de difundirlo con mayor amplitud y dejar muy claro que no es un asunto político que se tenga que dirimir entre las clases políticas, sino que es un asunto que impacta profundamente el sistema político, económico y social. Yo digo que es, en realidad, una revolución democrática con mecanismos pacíficos para que, entonces, el acuerdo para el gobierno de coalición primero tenga como base un programa de gobierno que las cámaras de Diputados y de Senadores tendrían que sancionar y avalar; que los secretarios de Estado, del Gabinete, sean ratificados por el Congreso de la Unión; como lo decía, que el fiscal general, el anticorrupción y el de delitos electorales surjan de propuestas de la sociedad civil y no sean una terna que propone el Presidente de la República. Entonces también cada vez que algún funcionario del Gabinete, secretario del despacho, etcétera, no esté cumpliendo con su función, pueda ser amonestado, requerido y hasta removido por el Poder Legislativo, y allí van a jugar un papel muy importante las organizaciones de la sociedad civil, que dicho sea de paso también, el del gobierno de coalición y el que tiene que ver con lo del papel de la sociedad civil son de los dos asuntos fundamentales de entre varios que nos diferencian y nos distancian claramente del papel y de la propuesta de López Obrador, quien dice que quiere, imagínense, gobernar con la Constitución de 1917 de hace más de un siglo, la que surgió de un movimiento armado y luego que dice que para él eso de la llamada sociedad civil “no le tiene confianza porque sólo sirven de alcahuetes, de tapaderas” para beneficiar a lo que él le llama la mafia del poder, cuando tenemos una sociedad civil afortunadamente tan fuerte, medios de comunicación cada vez más libres y que ejercen el periodismo, también, cada vez, con menos ataduras, con menos atavismos.
¿Cómo resumiría las propuestas de los contendientes?
El Bronco es una buena presencia que le mete humor a las campañas pero que no va a pasar de allí. Ojalá y sus seguidores decidieron finalmente tener un uso del voto con mucha responsabilidad y no desperdiciarlo, y que el propio Bronco al final tomara una decisión muy valiente, muy a su manera norteña y que diga: “Yo no voy a llegar y entonces mejor llamo a mis seguidores a que voten, no por la continuidad sino por un cambio”.

Meade: la continuidad, la defensa a ultranza de todo lo que se ha venido haciendo. Por más que se quiera disfrazar de candidato ciudadano, independiente, de no ser militante priista, allí está compartiendo todo, especialmente todo lo malo que el PRI ha acumulado en sus largos años de existencia y que simplemente no ofrece ningún cambio. Ya ven, hasta en el segundo debate defendió la decisión de Peña Nieto de que, en su momento, viniera Trump a Los Pinos como alto mandatario, diciendo que no fue un error, cuando por lo menos el 80% de la sociedad mexicana rechazó esa recepción. Entonces Meade es el representante de ese 15% que sigue pensando que es el PRI es el futuro.
López Obrador aunque quiera parecer el único representante de los intereses del pueblo de México es un absoluto conservador, en realidad él, como lo decía ahorita, no quiere cambio de régimen porque cuando dice que quiere gobernar con la Constitución de 1917 es porque quiere un presidencialismo fuerte sin contrapesos. Es más, en la Constitución del 1917, por ejemplo, ni siquiera el voto de la mujer contenía, solamente podían votar los hombres, ya no digamos todo el conjunto de libertades políticas, individuales, derechos humanos, los derechos de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo, todo lo que es la diversidad, el respeto a todos los que no son considerados como mayorías en el país. Y luego vivimos en un México inserto en el escenario de la globalidad que, por cierto, para López Obrador, simple y sencillamente lo que tiene que hacerse es aplicar viejas políticas en donde el país aparece como aislado del mundo. Son medidas retrógradas, no tiene nada de izquierda y hasta los derechos elementales de las mujeres, de los jóvenes, de quienes piensan diferentes de nosotros, los de la diversidad sexual, etcétera, los quiere someter a consulta popular.
¿Por qué se mantuvo entonces tantos años en el PRD?
Porque allí por lo menos tenía contrapesos. En el PRD no era solamente su voz y nada más: había discusión, había contrapesos internos, por eso cada vez se fue distanciando más de nosotros, particularmente de los que integramos Nueva Izquierda. Él quería un partido que se manejara conforme a sus propias decisiones del que fuera su dueño, el PRD no tiene dueños, Morena sí. Ahí ya tiene un partido a modo.
¿Cuál es su principal autocrítica al Frente?
Yo creo que al Frente le ha faltado difundir mucho más el conjunto de su plataforma, de su plan de gobierno. Tenemos en la agenda todo lo que al ingreso básico universal, que es una propuesta muy igualadora de las oportunidades para la mayoría de la gente y que busca acabar con las políticas asistencialistas y posibilitar que la gente cuente con un ingreso básico sobre la base de rediseñar los programas asistencialistas y orientarlos a que haya crecimiento económico. Pero estas cosas, por ejemplo, no se han todavía difundido adecuadamente.
La posición editorial de etcétera es que si López Obrador llega a ser Presidente implica una regresión al Estado benefactor y el riesgo de una emulación del populismo latinoamericano, en particular Venezuela. ¿Qué opina al respecto?
Yo creo que, efectivamente, sería no solamente conservador por lo que planteas sobre el régimen político, derechos individuales y derechos políticos, sino también regresivo porque hoy, en un México inserto y abierto a la globalidad, pues pretender que regresemos a la autarquía como si no hubiera una interdependencia con las demás naciones en un mundo en donde la velocidad de todos los medios electrónicos, de Internet, todo lo que implica la revolución en telecomunicaciones, no se puede vivir aislado y mucho menos pensando en que el Estado le va a dar todo a la sociedad, a los más necesitados, a los ninis, etcétera. Haciendo cuentas, se llevan en todo eso si se aplicara, prácticamente el 80% del presupuesto de egresos anual del Gobierno Federal. ¿Y todo lo demás para infraestructura, para educación, para salud, para medicamentos, para atención al campo, para investigación de la ciencia y tecnología?
¿Cómo se fortalecería un contrapeso hacia esas políticas, porque si nos atenemos a las encuestas, también en Cámaras, está en primer lugar Morena?
Todavía falta mucha agua por correr debajo de los puentes, y yo tengo la confianza de que la mayoría de la sociedad va a terminar tomando una decisión sabia y muy responsable, y no le va a dar la mayoría a López Obrador para llegar a la Presidencia y mucho menos se la va a dar para que tengan una mayoría en las cámaras del Congreso. Lo que hemos tenido incluso en las últimas elecciones presidenciales, y que van simultáneamente con las de diputados federales y senadores, es que la gente termina no dándole el mismo porcentaje a un partido para la Presidencia y también para los representantes populares. Al final de cuentas, sabiamente, termina estableciendo contrapesos de facto y esto va a suceder; podría suceder también en el caso improbable de que López Obrador tuviera la mayoría y fuera el Presidente. No creo que vaya a tener mayoría que lo acompañe fiel, leal, delirante, como vemos a sus seguidores. Pero esto puede llevarnos a una situación también de inestabilidad si quiere, como ha dicho, gobernar por decreto, a fuerza de decretos.

Sobre José Antonio Meade, nosotros creemos que es un candidato sobrio y preparado, pero su problema es el partido que representa y su estructura de gobierno, usted ¿qué opina al respecto?
Por supuesto que el peso, el rastro de la corrupción que va indisolublemente ligado al PRI, le termina pegando a él. Pero él mismo, que ha querido hacerse parecer como el candidato ciudadano per se, impoluto, sin ninguna mancha, el que de ninguna manera ha participado en actos de corrupción y de enriquecimiento personal, ha sido cómplice de las más grandes transacciones fraudulentas de desvío de recursos cuando era secretario Desarrollo Social en este sexenio y secretario de Hacienda. Él, siendo funcionario público de altísimo nivel simplemente se hizo de la vista gorda, y entonces ¿eso no es corrupción? ¿eso no es ser cómplice de millonarios desvíos de recursos públicos que debían haberse destinado a la educación, a la salud, a la infraestructura, etcétera?
¿Llegamos a estas alturas del proceso electoral con una normativa con la que usted se siente satisfecho?
Hay muchas cosas que deben revisarse en la ley electoral, empezando, por ejemplo, en lo que se refiere al manejo de los instrumentos para difundir las propuestas, es decir, los espacios en radio y televisión con los spots y que al poquito tiempo de que empiezan a salir, la gente ya ni los ve. Nosotros hemos dicho, hay que acabar con eso que le hemos llamado “spotización”, en lugar de fragmentar en 20, 30 ó 60 segundos los mensajes de los candidatos, que se tenga tiempo suficiente para muchos debates. También hay que revisar lo de los montos de financiamiento público a los partidos, que es muy alto; hay que reducirlo significativamente, no irnos a la desaparición completa del financiamiento público porque caeríamos en el riesgo de que entonces el partido que tenga más dinero es el que va a ganar.
Sobre el segundo debate presidencial que se celebró en Tijuana, ¿qué rescata?
Que quién se vio con mayor claridad en sus propuestas, siempre frente a una crítica o un señalamiento fue Ricardo Anaya, lo que evidenció y sacó de sus casillas al que se ha venido considerando puntero en las encuestas, López Obrador; para él todo se resuelve acabando con la corrupción cuando está rodeado, por cierto, por una bola de corruptos. Incluso hasta cuando saca su carterita, la enseña y dice “me la guardo para que no me lo vaya a robar Anaya”, uno diría, es un verdadero milagro que todavía traiga cartera juntándose con Bejarano, con Elba Esther Gordillo, con Napoleón, con toda esta bola de corruptos. Para él es: “¿Cómo resolver el tratado de libre comercio de mejor manera? Acabando con la corrupción. ¿Cómo resolvemos el problema tan fuerte, que tenemos de migración? Acabando con la corrupción. ¿Cómo resolvemos el problema de la inseguridad y de la pobreza? Acabando con la corrupción”. Para él, todo es acabar con la corrupción, ciertamente la enfermedad más dañina, que más le duele al grueso de la sociedad, pero no todos los problemas tienen que ver con eso, y luego pues, con insultos, como también se evidenció, ante cualquier cosa decir: “Ustedes son parte de la mafia del poder y les voy a ganar”.
Finalmente, diputado, como partido, si llega a triunfar Ricardo Anaya, ¿cuáles serían las primeras reformas e iniciativas que ustedes incentivarían?
Desde luego hacer realidad lo del gobierno de coalición, que el programa de gobierno sea aprobado por las cámaras y que con o sin modificación constitucional de facto someta Anaya, como Presidente de la República, al Congreso, la aprobación, la ratificación de sus propuestas para integrar el Gabinete. El ingreso básico universal para avanzar de inmediato en la recuperación del poder adquisitivo de la gente, y que empecemos un combate más claro, directo y frontal contra la enorme desigualdad y la extrema pobreza con un aumento al salario mínimo de 100 pesos. El tema de la inseguridad de inmediato, un rediseño de las políticas de combate q la inseguridad para que la gente empiece a sentirse segura y que tengan, al mismo tiempo, la seguridad de que se están haciendo cosas, que se está yendo en serio.
¿Y los derechos individuales, más allá de lo que ha ratificado la Suprema Corte?
Nosotros estamos desde luego de acuerdo y tendrá que irse viendo cómo se modula en el marco de un gobierno de varios partidos políticos. Como PRD tenemos que que estar salvaguardado esos temas, el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo, los de la diversidad sexual, lo de la legalización o no de la marihuana, tienen que irse abordando paulatinamente. Tenemos que poner por delante lo que nos une no lo que nos divide porque si no entonces nunca empezaríamos de a deveras.