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jueves 12 diciembre 2024

El afropesimismo

por María Cristina Rosas

África o el continente de la desesperanza… La simple referencia a los países africanos parecería remitir a malas noticias: los genocidios en Ruanda y Darfur; el tráfico de diamantes, maderas preciosas, gorilas, marfil, bauxita y coltán; los conflictos armados en Sudán, la República Democrática del Congo (y otros países más la desertificación (tanto natural como la provocada por la mano del hombre las enfermedades epidémicas (con énfasis particular en el Sida) y endémicas; las hambrunas; la baja esperanza de vida; el analfabetismo, la ablación, etcétera. En otras palabras: rara vez se hace referencia a África por sus logros y éxitos.

Parte del problema estriba en el desconocimiento y el eurocentrismo, que prevalecen en torno al continente africano. ¿Cuántas veces se habla de África como si fuera un solo país? En el continente existen 53 Estados con una extensión total de más de 30 millones de kilómetros cuadrados, o bien, la quinta parte de la superficie terrestre (contando sólo las masas continentales). En términos demográficos, cuenta con apenas 910 millones de habitantes (menos de la población de China) y, posiblemente con la excepción del África del Magreb y Sudáfrica, se trata de una población joven. Además de los países que formalmente cuentan con independencia política, hay por lo menos cinco territorios no reconocidos como Estados por la comunidad internacional, pero que tienden a configurarse como países independientes: el Camerún Meridional, la República Árabe Saharahuí Democrática, Somaliland, la República de Cabinda y Sudán del Sur.

Al desconocimiento sobre África se suma, en el caso específico de México, el interés marginal que se le prodiga en la agenda de política exterior. En el Plan Nacional de Desarrollo (el actual y previos), África apenas es mencionada, ocupando un lugar periférico en las prioridades internacionales de México. Con sólo seis embajadas (Argelia, Marruecos, Egipto, Kenia, Sudáfrica y Etiopía), México carece de la representación apropiada para un continente diverso, complejo y que tiene, pese a todo, una relevancia geopolítica y geoestratégica. El tema es importante, considerando que en el período 2009-2010 México figura como miembro no-permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y que África siempre está presente en la agenda de ese órgano debido a los numerosos desafíos a la paz y la seguridad internacionales que enfrenta. Al no contar con misiones diplomáticas apropiadas que provean al gobierno mexicano de la información requerida, África se erige en un continente difícil de valorar: después de todo, las embajadas y los consulados que se tienen en el exterior, son “los ojos y los oídos” que permiten (o no) saber lo que está ocurriendo, al igual que ponderar las soluciones más idóneas. Al respecto, un país como Cuba, que posee menos recursos que México, desarrolla una inteligente diplomacia en el continente africano, utilizando sobre todo sus recursos humanos (médicos, maestros, etcétera) en tareas humanitarias, las cuales le reportan grandes beneficios.Por ejemplo, cuando la Asamblea General de la ONU vota contra el embargo estadounidense a Cuba, y África, con sus 53 países (de 192 miembros que posee la ONU) se une a esta condena. Pareciera, entonces, que la política exterior no es tanto un tema de recursos financieros como de voluntad política.

Afropesimismo: ¿tiene razón de ser?

El afropesimismo plantea un escenario catastrofista del continente africano y se encuentra en gran parte de los medios. Llama la atención que los logros de los países africanos, en contraste, pocas veces son reconocidos. Baste mencionar que entre 1995 y 2005, el continente experimentó una tasa de crecimiento económico de 5% en promedio, aunque algunos países como Angola, Sudán y Guinea Ecuatorial, crecieron hasta en dos dígitos en el mismo período, situación que se explica por la extracción de sus reservas petroleras y la ampliación de sus capacidades para la explotación de hidrocarburos. Otros casos en los que se observa un buen desempeño deconómico incluyen a Mauricio, Botswana, Sudáfrica, Ghana, Egipto y Camerún y su bonanza también está ligada a la explotación de recursos naturales. Claro está que aún falta mucho por hacer, tanto en la edificación de infraestructura, como en la mejor calificación de sus recursos humanos, gobiernos justos (menos corruptos) y, sobre todo, la distribución de la riqueza.

El continente africano cuenta con una de las tasas de regionalización más altas del mundo. Estos procesos abundan y todos los países africanos participan por lo menos en alguna iniciativa de este tipo, desde la Unión Africana (UA, heredera de la Organización para la Unidad Africana u OUA) hasta la Comunidad para el Desarrollo de África del Sur (SADC), pasando por la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (ECOWAS), la Unión Árabe del Magreb (AMU), la Comunidad Económica de los Estados de África Central (ECCAS), etcétera. El denominador común de estos procesos es el reconocimiento a la existencia de problemas afines y la necesidad de cooperar para solucionarlos. Un ejemplo es la Operación Híbrida de la Unión Africana y la Organización de Naciones Unidas en Darfur (UNAMID), encaminada a mitigar el conflicto armado que se desarrolla en aquella región, a la vez que se busca facilitar el proceso de paz en la zona. Desafortunadamente estas iniciativas rara vez son mencionadas en los medios.

De cómo Europa subdesarrolló a África

Aunado a la visión occidental con que se sigue mirando al continente considerando a sus sociedades como “menores de edad”, incapaces de poner de pie a sus países, el afropesimismo se nutre de una herencia colonial, fundamentalmente europea (con la conocida excepción de Liberia), que implicó un trazado arbitrario de fronteras, imponiendo la noción de “Estado” e ignorando y dividiendo a las sociedades ahí asentadas. Por cierto que el colonialismo europeo en África no fue como el que se observó en América por parte de los españoles, mismo que se prolongó por espacio de cuatro siglos y se caracterizó por el mestizaje. En África, los principales colonizadores fueron los franceses, los ingleses, los belgas, los holandeses y los alemanes, y el mestizaje aunque se produjo, fue más bien esporádico, debido a la creencia de que las sociedades africanas no estaban conformadas por seres humanos. Salvo las franjas costeras a las que los europeos arribaron para hacerse de mano de obra a la que esclavizaron y enviaron a otros continentes (como América), el interior del continente africano fue colonizado en el siglo XIX, para que en menos de un siglo, a mediados del siglo XX, se iniciaran los procesos de liberación nacional. La fobia a la negritud y el revisionismo fueron factores fundamentales en las políticas colonizadoras, las cuales allanaron el camino para el control de los enormes recursos naturales por parte de los europeos. Esa herencia colonial fue la que llevó a Walter Rodney a considerar que Europa subdesarrolló a África (y de paso, el colonialismo también sembró las raíces de problemas como el apartheid en Sudáfrica y el genocidio entre hutus y tutsis en Ruanda). Pero la responsabilidad de los colonizadores europeos en torno al estado en que se encuentra actualmente África, tampoco es correctamente valorada en los medios.

Europa, China y EU

Actualmente existe un renovado interés, sobre todo de Europa, China y Estados Unidos en torno al continente africano. Los países le prodigan una atención especial debido a la cercanía geográfica, amén de las necesidades por recursos que van desde los diamantes, la bauxita y el coltán, entre otros. Afirman, como hace el Banco Mundial, que las políticas de cooperación al desarrollo en África han fracasado en gran medida porque existen regímenes corruptos y malos gobiernos. En otras palabras: si no hay democracia, no habrá ayuda, aun cuando millones de africanos perezcan por las visibles carencias materiales que los aquejan. Claro que Europa tiene que ser más flexible que el Banco Mundial, debido a la gigantesca migración de africanos que buscan ingresar a los países europeos, buscando mejores condiciones de vida. Europa sabe que, a menos que contribuya a paliar algunas de las situaciones más críticas que enfrentan las sociedades africanas, las migraciones continuarán. El escenario es más dramático si se piensa que 2009 será un año recesivo con altos costos para el bienestar social en todo el mundo, lo cual reduce la disponibilidad de recursos en favor del desarrollo.

Estados Unidos llegó un poco tarde a África, pero lo hizo creando un país, Liberia, al que ha gobernado a través de los libertos que emigraron de la Unión Americana a la costa africana occidental. Creada en 1822, Liberia se convirtió en una colonia estadounidense y en 1847 se independizó y se convirtió en la República de Liberia. La capital Monrovia, recibe su nombre del presidente estadounidense James Monroe. La Constitución del país fue elaborada en la Universidad de Harvard. Por supuesto que antes de la llegada de los libertos había comunidades autóctonas en el territorio, las cuales fueron desplazadas del poder por los recién llegados. Las pugnas entre los dos grupos explican la violencia que ha imperado en el país a lo largo de la historia. Liberia vivió a partir de 1980 dos guerras civiles y en la actualidad su Presidenta, Ellen Johnson-Sirleaf, primera mujer africana en llegar al poder, lucha por pacificar al país, renegociar su deuda externa y mejorar las relaciones exteriores con sus vecinos y las potencias occidentales, todo ello, con el apoyo de EU. Pero ¿y el resto de África? Con el ampliamente publicitado y de reciente creación Comando de África (AFRICOM), EU espera tener relaciones más estrechas con los 53 países africanos, combatir el terrorismo en el continente y, de paso, tener una presencia más amplia y permanente vis-à-vis los europeos y los chinos.

Y a propósito, China ha mostrado un fuerte interés en África, y las empresas del país asiático tienen una postura distinta de la de las corporaciones occidentales. Estas últimas, optan por disminuir sus operaciones en países de “alto riesgo” (léase Sudán, Etiopía o Angola). Sin embargo, Beijing ha favorecido la presencia de sus empresas justamente en esos territorios, preocupado menos por la catástrofe humanitaria y más dispuesto a acceder a sus estratégicos recursos, en especial los hidrocarburos. El pasado 18 de octubre, los medios hacían referencia al secuestro de nueve ciudadanos chinos en Darfur, todos ellos pertenecientes a la Corporación Petrolera Nacional de China (CPNC), cinco de los cuales fueron asesinados nueve días después. Este incidente se suma al asesinato de otros nueve ciudadanos chinos en un campo petrolero de Etiopía en abril de 2007. Para las autoridades chinas, operar en países como los descritos conlleva un alto riesgo y hay que pagar el precio. Sin embargo, a diferencia de la reacción que habrían tenido los europeos y los estadounidenses si sus connacionales hubieran sufrido estos atentados, el gobierno chino ha respondido con mesura porque no quiere poner en riesgo su acceso a los recursos de los países africanos. En los hechos no hay gran diferencia en el saqueo en que incurre China y el que han desarrollado históricamente los europeos y los estadounidenses en África. Si Walter Roney viviera, seguramente contaría con muchos elementos para referirse a la manera en que Beijing está subdesarrollando a África.

Así, aun cuando en África muy posiblemente se encuentra el origen del homo sapiens, la humanidad le prodiga un trato ingrato e injusto. Excluido del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (porque entre sus miembros permanentes no figura ningún país africano) y de la posibilidad de organizar eventos de grandes vuelos como, por ejemplo, los Juegos Olímpicos (sobre todo por el tema de los costos y la infraestructura), África no sólo debe atender la compleja problemática que le aqueja internamente, sino también remar contra corriente ante la avalancha de malas noticias que sobre ella se difunden. Sudáfrica, en este sentido, tiene una enorme tarea: organizar la Copa del Mundo en junio- julio de 2010, en medio de fuertes amenazas de parte de la FIFA por el retraso en la construcción de los estadios requeridos para celebrar los partidos. Si todo sale bien, como ocurrió con Alemania en 2006, es posible que por fin se empiecen a difundir noticias menos catastrofistas y la comunidad internacional tenga una actitud más proactiva y cooperativa con África.

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