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jueves 19 septiembre 2024

El efecto boomerang y Norberto Rivera

por Verónica Veloz Valencia

El efecto boomerang implica un fracaso en el proceso de comunicación de la Arquidiócesis Primada de México, en tanto que el objetivo del arzobispo, Norberto Rivera Carrera, ha sido, durante sus más de 11 años al frente de esa institución, el posicionamiento político-social a través de la influencia del contenido de sus mensajes en los medios.

El también cardenal ha utilizado los medios para conseguir prestigio y realzar su autoridad como figura pública, otorgándole legitimidad a su estatus social. Este fenómeno mediático le ha generado a Rivera Carrera diversas aristas en su función como líder eclesiástico, así como una constante polémica en torno a su exacerbado protagonismo en relación con cuestiones de la vida nacional.

Académicos y estudiosos en la sociología de la comunicación apuntaban hace algunos años que esta ilimitada exposición ante los medios le acarrearía al prelado duranguense un yerro en su estrategia de comunicación, mejor denominado efecto boomerang.

Sin embargo, este efecto ya está aquí. El detrimento de la figura mediática del arzobispo primado de México atiende en gran medida a las acusaciones que penden sobre él por la protección del presunto sacerdote pederasta, Nicolás Aguilar. Igualmente, situaciones como la aprobación de la ley de sociedades de convivencia y el actual debate en torno a la despenalización del aborto, han provocado que la opinión pública dé la espalda a Rivera Carrera, quien en su afán por defender el conservadurismo de la Santa Sede, ha entrado en polémica con legisladores, grupos de izquierda e intelectuales, perdiendo credibilidad.

Pero el mencionado efecto no se gestó de un día a otro. A lo largo de su trayectoria, en la que pasó del anonimato al primer plano mediático, al frente de la arquidiócesis más grande del mundo,1 Rivera ha cometido errores que han afectado su liderazgo dentro y fuera de la Iglesia católica: destaca la implementación, en 1995, de recursos económicos desmedidos para el desarrollo de la infraestructura de una oficina de comunicación social por parte de los Legionarios de Cristo, misma que fue criticada por el actual vocero de la arquidiócesis, Hugo Valdemar, al “calificarla de innecesaria y provocadora de una grave crisis económica en la institución”.2

Se le ha acusado también del pecado de simonía, suscitado durante la cuarta visita de Juan Pablo II a México, en 1999, época en la que el cardenal realizó un acuerdo comercial con la empresa de alimentos y frituras, Pepsico, denominada coloquialmente Las Papas del Papa, para hacerse de recursos económicos que sustentaran la logística de esta gira pastoral.

Uno de los escándalos mediáticos más sonados y que dejará marcada su labor eclesiástica, fue la cesión de derechos de la Virgen de Guadalupe a una empresa estadounidense llamada Viotrán, que a través del pago correspondiente, podía explotar comercialmente la imagen guadalupana.

Gran parte de la enemistad que Rivera Carrera tiene con los obispos de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) se derivó del debate suscitado en 2002, en el marco de la quinta visita papal, que colocó a Juan Diego en los altares como santo mexicano, pese a que existían diversas voces que optaban por manejar este tema con un mayor cuidado histórico. A final de cuentas se hizo lo que el cardenal quiso.

Los medios ventilaron esta serie de decisiones del jerarca católico capitalino, quien a su vez, en la lógica por ganar el mayor rating, acaparó miradas, puntos de vista y un minucioso análisis, casi con lupa, por parte de especialistas, informadores y expertos en el fenómeno religioso. Esta reexaminación de la figura de Norberto Rivera Carrera condujo a una crítica en torno a su carácter pragmático y conservador, sobre todo en situaciones como la defensa a ultranza de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, acusado de pederastia.

La sociedad civil mexicana, creyente o laica, ya no es la misma de hace 20 años. La dinámica política establecida por las diferencias partidistas ha fomentado un riguroso estudio de los personajes públicos y los contenidos de sus mensajes. Comienza una apertura donde la pluralidad y el intercambio de ideas son privativos de un crecimiento social, por ende, las posturas de Rivera Carrera, y de paso, las de su vocero, Hugo Valdemar, resultan anacrónicas y a veces hasta amenazantes.

El momento álgido de esta controversia comunicativa inició en septiembre de 2006, cuando salió a la luz pública la denuncia que hizo Joaquín Aguilar ante la Corte del estado de California, acusando al cardenal de conspirar internacionalmente para encubrir a sacerdotes acusados de pederastia, de manera particular al padre Nicolás Aguilar Rivera.

Esa noticia revelada por la periodista Sanjuana Martínez, tuvo eco a través de comunicadores como Carmen Aristegui y Ciro Gómez Leyva, quienes en el pasado habían puesto en duda temas ocultos de la Iglesia católica mexicana, como el ya mencionado caso de Maciel. Luego sobrevinieron otro tipo de declaraciones, propias de una labor comunicativa en desgracia. Sólo hay que recordar la aseveración que el arzobispo hizo en torno al incremento del precio en la tortilla, afirmando que “el alza a la tortilla no es ninguna tragedia”3 y “tampoco conduciría a una crisis social”.4

Semejantes declaraciones fueron motivo de acérrimas críticas por parte de diversos actores de la vida nacional. Tras estos pobres resultados, Rivera Carrera optó por refugiarse del efecto boomerang aduciendo que requería prepararse para época de cuaresma. De inmediato, su pupilo Hugo Valdemar tomó la estafeta, con resultados aún más desastrosos.

Calificado como intolerante, impositor y hasta grosero, Valdemar ha sido despedazado por políticos y comunicadores, quienes cuestionaron sus declaraciones antiaborto, denunciándolas como amenazantes, e incluso, de “risa loca”.5 El desplome mediático de Norberto Rivera es evidente. Ni siquiera el sumo cuidado con que ha manejado sus recientes mensajes en favor de la vida, le han ayudado a recobrar la popularidad de antaño. Personajes como el presidente de la CEM, Carlos Aguiar Retes, parecen aprovechar los deslices de su colega capitalino, pues en últimas fechas, al obispo de Texcoco se le ha visto muy próximo a empresarios de renombre, diputados, senadores y con el propio presidente Felipe Calderón.

Por si fuera poco, aún está en el tintero el juicio que se lleva a cabo en su contra y que será retomado en junio, después su asistencia a la quinta Conferencia del Episcopado Latinoamericano a celebrarse en Aparecida, Brasil. A este evento, Rivera Carrera llegará diezmado, y tal vez, hasta reciba un regaño papal, pues el otrora todopoderoso duranguense, ha sufrido derrotas inconcebibles.

El riesgo de una estrategia comunicativa que exalte al extremo la personalidad de un líder, repercute en la intencionalidad original de la institución, al grado que los propios medios se convierten en amenaza. ¿Seguirá Norberto Rivera fiel a los medios?

1 Debido a que actualmente cuenta con nueve millones de católicos en un universo de diez millones de habitantes. Además posee ocho vicarías territoriales y seis seminarios, así como el control de la Catedral Metropolitana y de la Basílica de Guadalupe. A diferencia de otras arquidiócesis, como la de Sao Paulo, Brasil, y la de Madrid, España, la de la ciudad de México no ha sido segmentada.

2 Entrevista al presbítero Hugo Valdemar, director de la Oficina de Comunicación Social de la Arquidiócesis de México, por Verónica Veloz Valencia en junio de 2006.

3 El Universal, 15 enero 2007.

4 La Crónica, 15 de enero 2007.

5 Milenio, 2 de abril 2007.


Maestra en sociología por la école des Hautes études en Sciences Sociales, París, Francia.
vvelozv@hotmail.com

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