Money, Money, Money. La religión de Hollywood es el dinero. Y los antecesores de Hollywood pensaban igual. Los seres humanos, necesitados de entretenimiento, constituyen un mercado muy lucrativo. Incluso en medio de severas crisis políticas y económicas, el sector del entretenimiento es de los pocos que logra salir adelante. Charles Chaplin saltó a la fama en el marco de la primera guerra mundial, con películas sin sonido, capaces de traspasar las fronteras al superar la barrera del idioma. En el marco de la gran depresión, miles de personas se emocionaban y reían con las irreverencias de ese vagabundo. Con el arribo del cine sonoro, Chaplin produjo una obra maestra: Tiempos modernos, película que data de 1936 y que incluye parlamentos (muy pocos, en realidad), e inclusive una canción interpretada por el propio icono al final de la cinta, con lo que las nuevas generaciones pudieron escuchar por primera vez la voz de su protagonista. Se considera que con Tiempos modernos, Chaplin culminó una exitosa era en la industria del entretenimiento y dio paso a una nueva. Pero para ese tiempo, Chaplin tenía asegurado su futuro financiero.
Chaplin ejemplifica muy claramente el sentido de la cultura popular: ésta debe contar con un amplio apoyo de parte de personas comunes y corrientes y ser accesible a éstas. En la época de la gran depresión, los desempleados podían ver los filmes de Chaplin. Sin embargo el altruismo y la cultura popular no van de la mano: quienes crean o divulgan la cultura popular persiguen un beneficio económico, son verdaderos mercaderes de la industria del entretenimiento.1 En consecuencia, al paso de los años, con el arribo de nuevas tecnologías, el cambio en los valores de las sociedades, las condiciones económicas, los contextos políticos, las expectativas de los consumidores y las transformaciones demográficas, los mercaderes de la industria del entretenimiento han debido evolucionar y modificar los productos que ofrecen y la manera en que los hacen disponibles a los consumidores.2 Esto aplica para el cine, y por supuesto (y sobre todo) también para la televisión.
Gary Edgerton sugiere en su extenso análisis sobre la historia de la televisión, que si ésta no existiera, alguien la inventaría. Él sostiene que desde el siglo XIX la idea de transmitir imágenes y sonidos a grandes distancias comenzó a materializarse con la invención del telégrafo en 1844.3 Por eso el cine fascinó (y lo sigue haciendo) a las sociedades. Pero para disfrutar de un estreno cinematográfico, las personas deben desplazarse físicamente a la sala de cine. En contraste, la radio y sobre todo la televisión posibilitan que desde la comodidad del hogar se tenga acceso a su programación. Quizá por ello la televisión fue incorporada muy rápido a la vida de las sociedades, en particular, de la estadunidense. A la radio le tomó 25 años integrarse a los hogares estadunidenses; a los automóviles, 50; al teléfono 80; y la televisión sólo requirió una década.4 De hecho la televisión tiene una enorme audiencia, en Estados Unidos y el mundo, y alrededor de este hecho existen los conocidos estereotipos: en Los Simpson, al inicio de cada episodio, todos los miembros de la familia llegan corriendo (excepto Maggie, claro) para sentarse en el sofá y ver la televisión. En la serie, la televisión es descrita por Homero Simpson como un “miembro de la familia.” En última instancia, para entender a la cultura popular estadunidense hay que estudiar la evolución del cine y la televisión, y para ello, la historia de los dibujos animados requiere un análisis obligado.
Los 50 personajes de dibujos animados más famosos
En el año 2002, la revista TVGuide dio a conocer la lista de los personajes animados más famosos de toda la historia. La lista, disponible en http://archives.cnn.com/2002/SHOWBIZ/TV/07/30/cartoon.characters.list/index.html es controvertida porque, como era de esperarse, tiene omisiones fuertemente impugnadas (la Pantera Rosa, por ejemplo, no aparece). El ratón Mickey está en el 19° lugar, en tanto Bart y Lisa Simpson (sí, juntos, lo cual es extraño) ocupan la 11ª posición. La lista la encabeza Bugs Bunny, seguido por Homero Simpson. Debajo de ellos (pero antes de llegar a Bart y Lisa) están, entre otros, Beavis y Butt-head, Pedro Picapiedra y Pablo Mármol, Charlie Brown y Snoopy, el insoportable Bob Esponja (sí, increíble), y por debajo de los niños Simpson destacan el pato Lucas, Pikachu, Betty Boop, Don Gato, Popeye, Scooby Doo, el gato Félix, Piolín y Silvestre, el oso Yogi y Boo Boo, el Súper Ratón, el pato Donald, el Pájaro Loco, Porky y Tom y Jerry. Prevalecen los caracteres masculinos sobre los femeninos (según esa lista sólo Angélica Pickles, de la serie Rugrats, Lisa Simpson y Betty Boop están en los 20 primeros lugares).
Amén de las omisiones y de los desacuerdos que puedan existir en torno a esta clasificación, a todas luces subjetiva, hay algo rescatable: se incluyen personajes de dibujos animados de distintas épocas que en muchos casos han logrado superar el irremediable olvido a que el paso del tiempo condena tantas cosas.
Cada uno de estos personajes tiene personalidad propia y es fácilmente distinguible (bueno, aquellos que son conocidos, porque varias personas preguntaron a quien esto escribe al ver la lista: “¿quién rayos es Pikachu?”). En algunos casos hay frases inolvidables de estos personajes (“¿Qué hay de nuevo viejo?”; “D’oh!”, “¡Ay caramba!”, “Eso es to…; eso es to…; eso es todo amigos”, “Me pareció ver un lindo gatito”), y/o temas musicales pegajosos y distintivos. Bugs Bunny es el símbolo/mascota de la Warner Brothers, algo parecido a lo que ocurre con Los Simpson en la cadena Fox, o Beavis y Butt-head en MTV.
Los dibujos animados se desarrollaron en Estados Unidos de manera paralela al cine mudo. Es muy difícil entender la evolución de las caricaturas sin analizar el desenvolvimiento del cine pre-sonoro. La primera animación data de 1900 de la mano de J. Stuart Blackton, quien desarrolló un cortometraje a partir de una tira cómica que aparecía en los diarios. Los comics publicados en periódicos y revistas, han sido una fuente inagotable para el desarrollo de los dibujos animados -el mismísimo Matt Groening, a través de su exitosa tira cómica Life in Hell (la vida en el infierno) atrajo la atención del cineasta y productor James L. Brooks para desarrollar una serie animada para la televisión, propuesta que derivó en el nacimiento de Los Simpson-. En las primaras décadas del siglo XX, los padres de los dibujos animados, como Winsor McCay, enfrentaban el reto de convertir a las tiras cómicas de los diarios en exitosos cortometrajes, en un lapso similar al existente en los medios impresos.5 Cuentan que McCay consideraba a los pioneros dibujos animados como artistas, y deploraba el mercantilismo que se desarrollaba en torno a ellos. Sin embargo, a menos que esta nueva forma de arte fuera redituable y generara dividendos, no podría haber prosperado. Ya lo decía con bastante desparpajo Andy Warhol: los buenos negocios son la mejor expresión del arte.6
La animación, como negocio, fue algo que el adolescente Walt Disney entendió perfectamente cuando, en 1919, en la ciudad de Kansas, encontró empleo al lado de otro joven, Ub Iwerks, en la Compañía de Anuncias Fílmicos de la ciudad de Kansas, empresa que producía comerciales animados que se exhibían en los cines de esa urbe. Esta experiencia le permitió a Disney conocer los detalles técnicos de las caricaturas, al igual que el beneficio comercial real y potencial de la animación. Fue así que Disney emigró a Hollywod y desarrolló una serie de cortometrajes basados en el cuento de Lewis Carroll, Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas. Con el éxito que obtuvo con Alicia en la primera mitad de los años 20, Disney se involucró en un nuevo proyecto de animación alrededor de Oswald, el conejo de la suerte, un personaje sumamente parecido al ratón Mickey con la única diferencia de que Oswald tenía las orejas largas, como corresponde a un conejo. Debido a problemas legales con Charles Mintz, quien operaba la compañía distribuidora de sus cortometrajes, Disney hubo de renunciar a sus derechos sobre Oswald y en su lugar diseñó, con la ayuda del fiel Iwerks, al ratón Mickey. Además, con el interés que despertó el arribo del cine sonoro en 1928, Disney visualizó lo que nadie antes había logrado: sincronizar sus dibujos animados con sonidos. Pues bien, en ese año se dio a conocer un cortometraje protagonizado por Mickey, denominado El barco de vapor de Willie, en el que aparece el célebre ratón torturando a un gato (esta escena ha sido parodiada en Los Simpson, cuando el ratón Daly (presentado en blanco y negro, con una cinematografía que emula a la de los primeros cortometrajes de Disney) arroja a patadas a la caldera del barco al atribulado Tomy. Lo más importante del barco de vapor de Willie es que Disney logró esa sincronía tan anhelada entre sus caracteres animados y el sonido.
Nollywood: la otra fábrica de sueños en la edición de julio de etcétera), en diversos países del mundo el énfasis está en la producción y el abaratamiento de sus costos, desarrollando una distribución rudimentaria (aunque no en todos los casos). En Hollywood por supuesto que existen costosísimas producciones, cuyos gastos compiten con los de distribución (ahí está el caso de Titanic de James Cameron), pero también hay creaciones con presupuestos más modestos que logran el éxito comercial siempre y cuando aseguren su distribución por parte de alguno de los grandes emporios existentes. Con los dibujos animados ocurre exactamente lo mismo: a principios de los 30, Disney logró un acuerdo con la United Artists para la distribución de sus cortometrajes y, por lo tanto, a partir de ese momento pudo dedicarse a la producción y la aplicación de nuevas tecnologías, como el color. Cuentan que los socios de Disney trataron de disuadirlo de producir caricaturas en Technicolor por los elevados costos que ello implicaría, pero el visionario creador de Mickey perseveró y produjo Flores y árboles, su primer cortometraje en color, mismo que le valió otro premio de la Academia, luego del enorme éxito que tuvo a nivel nacional. A este suceso siguió otro cortometraje más llamado Los tres cerditos que en medio de la crisis económica convirtió a la canción ¿Quién temerá al lobo feroz? en el primer éxito musical de su empresa en 1933.
En los siguientes años aparecieron nuevos personajes como Tribilín, el pato Donald y todos ellos ayudaron a crear las condiciones para otra innovación más de Disney: el primer largometraje en la historia de los dibujos animados: Blanca Nieves y los siete enanos. La película tuvo un costo récord de producción de millón y medio de dólares, pero recaudó en taquillas, entre 1937 y 1938, más de ocho millones de dólares en todo el mundo. Con este largometraje se inaugura la llamada edad dorada de la animación que a Disney le permitió construir sus propios estudios de producción.[i] A esta película siguieron otros recordados y exitosos filmes: Pinocchio y, por supuesto, la extraordinaria Fantasía (ambos en 1940).9
Walt Disney y la competencia
Es evidente que Walt Disney tuvo una clara visión de los negocios y se le reconoce como un buen empresario. Ello explica la existencia, al día de hoy, de un emporio que incluye, además de los estudios de producción en Burbank, once parques de diversiones -entre ellos Disneylandia, creado en 1955; Disneyworld, que abrió sus puertas al público en Orlando en 1971; y Eurodisney, que inició operaciones en París en 1992-; y una gama de instalaciones que incluyen campos recreativos, clubes de golf y todo ello al amparo de los llamados Disney World Resort.10 Por si fuera poco, posee canales de televisión, de radio, y la empresa ESPN Inc. The Walt Disney Company es considerado el mayor conglomerado de medios y entretenimiento en el mundo.
Además, el nombre de Walt Disney es fácilmente identificado en todo el planeta, lo que no ocurre con los creadores de otros exitosos caracteres animados, como por ejemplo, Max Fleischer, quien dio vida a la sensual Betty Boop en los años 30. Fleischer, a diferencia de Disney, era malo para los negocios.11 En el terreno de la mercadotecnia, Fleischer tuvo un pobre desempeño y el día en que tuvo que irse a los tribunales para defender sus derechos de propiedad intelectual sobre Betty Boop él enfatizó que lo que más le importaba era hacer caricaturas, no comercializarlas.12 Por eso es que si bien muchas personas saben quién es Betty Boop, desconocen, en cambio, el nombre de su creador, al contrario de lo que ocurre cuando se habla del creador del ratón Mickey y del pato Donald. Otro tanto se pude decir de Paul Terry, quien, no obstante su capacidad visionaria e interés en la animación, tomó mucho tiempo antes de producir caricaturas con sonido y a todo color, a diferencia de Disney y Fleischer. Su creación más conocida es el Súper Ratón, personaje inicialmente visualizado como una parodia de Superman y que vio la luz en 1942.13
En 2007, la Warner Brothers tuvo ingresos del orden de los 11 mil 700 millones de dólares, muy por debajo de The Walt Disney Company (en 2008 sus ingresos ascendieron a 37 mil 843 millones de dólares). Parte de la explicación radica en los nichos de mercado que cada una de estas empresas atiende: la Warner genera entretenimiento para todas las edades con producciones animadas y no animadas, en tanto Disney desde sus orígenes se abocó a la animación con énfasis en el público infantil para extenderse, más tarde a los terrenos no animados y al público adulto (pero el nicho infantil nunca lo ha soltado).
La Metro Goldwyn Mayer
La empresa del león rugiente, la Metro Goldwyn Mayer (MGM), cumplió, el pasado 16 de abril, 85 años de existencia. Surgida tras la adquisición, por parte del millonario Marcus Loew, de la Metro Pictures Corporation y la Goldwyn Pictures (creadas, respectivamente en 1916 y 1917), la MGM fue desde los inicios del cine sonoro y a lo largo de la segunda guerra mundial, el más importante productor de películas en Hollywood, teniendo en sus filas la mayor cantidad de grandes estrellas de la pantalla grande. Sin embargo, en la época pre-sonora no creó ningún dibujo animado y seguramente habría seguido sin interesarle de no haber sido por el enorme éxito de Walt Disney. Fue así que la MGM se propuso incursionar en el terreno de los dibujos animados, primero buscando un contrato con Disney que no se materializó, y luego asociándose con dos productores de caricaturas que trabajaban para la Warner Brothers: Hugh Harman y Rudolf Ising.
Harman e Ising reclutaron a William Hannah y Joseph Barbera en 1939, y un año después, la MGM daba a conocer la animación conocida Puss Gets the Boot, que fue el origen de los célebres Tom y Jerry. En sus inicios, estos personajes que rara vez sostenían un diálogo, reposaban su éxito en la capacidad de desarrollar gags, pero no fue fácil lograrlo, toda vez que la animación era lenta: algo faltaba. Fue entonces que la MGM contrató al célebre Tex Avery en 1942, momento a partir del cual, se dice, Avery dio lo mejor de sí en el terreno de la animación.
En la MGM Avery creó el personaje del perro Droopy. Con las aportaciones de Hannah-Barbera y de Avery, la MGM se hizo de siete premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood entre 1943 y 1953 destronando (y humillando) a Disney. Uno de los múltiples premios de la Academia en el rubro de animación, fue para el episodio de Tom y Jerry, denominado Cat Concerto de 1947. El enorme éxito alcanzado por Tom y Jerry se atribuye a la conjunción de tres elementos: una gran animación de los personajes, buenas ideas para las historias, y buenos gags.16
A diferencia de otras grandes empresas de la industria del entretenimiento que han logrado crecer y reestructurarse, la MGM sufrió numerosos reveses al tomar decisiones equivocadas como depender financieramente del éxito de una sola de sus producciones cinematográficas para sostener todas sus demás actividades. En el caso de Ben Hur (1959) funcionó, porque esa película tuvo un enorme éxito comercial y obtuvo 11 premios de la Academia, pero en los siguientes años la gran mayoría de sus costosas películas no tuvo la acogida esperada. Asimismo, la adquisición de la empresa por distintas corporaciones ha sido polémica, y por ejemplo la compra por parte de Ted Turner en 1986, estuvo plagada de litigios (Turner debido a las deudas acumuladas de la MGM y la United Artists -UA- tuvo que poner a la venta, 74 días después de haberlos comprado, a la UA y al logo de la MGM). Luego, un hombre de dudosa reputación financiera, Giancarlo Parreti, compró la MGM, pero su comportamiento fraudulento llevó a que de nueva cuenta la empresa fuera puesta a la venta pasando por varias manos hasta llegar a las de Sony. En años más recientes, gran parte de las producciones para televisión de la MGM fueron vendidas a la 20th Century Fox y sus producciones animadas quedaron, en su mayoría, bajo la tutela de la Warner Brothers.
Epílogo
Michael Barrier considera que los dibujos animados de hoy (tanto en el cine como en la televisión), salvo excepciones, rara vez van más allá de lo que hacían las caricaturas de antaño. Esto, en su opinión, es deplorable, porque, como se observa en Los Simpson, los dibujos animados posibilitan un mayor margen de acción, en todos los sentidos, respecto a las series y/o películas no animadas.17 Claro que en Los Simpson, los guionistas aprovechan la libertad de que disponen para ser creativos, algo que no necesariamente ocurre con otras caricaturas.
Los dibujos animados de hoy enfrentan a la computación y a Internet como una promesa, tanto en términos tecnológicos, como en su accesibilidad a más y más personas. Sin embargo, hoy por hoy resta por saber si los personajes animados en computadora, pueden compaginarse con guiones inteligentes. El otro desafío es igual, es decir, teniendo guiones inteligentes, careciendo de una buena animación.
A lo largo del análisis presentado, se observa que los grandes consorcios del entretenimiento no sólo compiten sino que se complementan entre sí, con personal que, en la llamada edad dorada de la animación pasó de un corporativo a otro, y con intentos, algunos infructuosos, para contratar a alguien talentoso que pudiera dar ventajas a la otra empresa, en el terreno de los dibujos animados. Algunas corporaciones han sido más exitosas que otras, pero, en general, todas ellas siguen existiendo, cumpliendo con la máxima de que la religión de Hollywood es el dinero y una forma de obtenerlo es vendiendo felicidad (léase entretenimiento) a los espectadores.
Notas
1 Leroy Ashby (2006), With Amusement for All. A History of American Popular Culture Since 1830, Kentucky, The University of Kentucky Press, p. vii.
2 Ibid.
3Gary R. Edgerton (2007), The Columbia History of American Television, New York, Columbia University Press, p. xi.
4 Ibid.
5 Leonard Maltin (1987), Of Mice and Magic. A History of American Animated Cartoons, New York, A Plume Book, p. 1.
6 Raymond F. Betts (2004), A History of Popular Culture. More of Everything, Faster and Brighter, New York, Routledge, p, 3.
7 Leonard Maltin, Op. cit., pp. 37-39.
8 La noción de edad dorada de la animación no sólo incluye a Disney, sino también al trabajo que desarrollaron de manera simultánea la Warner Brothers y la Metro Goldwyn Mayer, teniendo como referente a aquel, pero creando series animadas, en especial para la televisión, con caracteres que constituyen un sello distintivo para esas corporaciones (por ejemplo, Bugs Bunny, el conejo de la suerte, a quien todos identifican con la Warner Brothers).
9 Maltin Leonard, experto en el cine comercial, cuenta con un libro en el que revisa, de manera exhaustiva, la mayor parte de las películas de Disney producidas y distribuidas en el cine y la televisión. Véase Maltin Leonard (2000), The Disney Films, New York, A Plume Book.
10 Walt Disney falleció el 15 de diciembre de 1966 a consecuencia de un cáncer pulmonar, y su cuerpo fue cremado para que, posteriormente, sus cenizas fuera depositadas en el cementerio de Forest Lawn, en Los Ángeles. Sin embargo, el emporio que construyó fue administrado, a su muerte, por Roy Disney, su hermano mayor, creador de Disney World y de lo que ahora se denomina The Walt Disney Company.
11 Leonard Maltin,Op. cit, p. 83.
12 Ibid.
14 En 1955, Terry se retiró y vendió los derechos de sus personajes animados a la CBS, la cual no supo cómo administrar el legado de este personaje. Actualmente, sus caracteres, incluyendo al Súper Ratón, son propiedad de la 20th Century Fox.
15 Leonard Maltin, Op. cit., p. 159.
16 Sus nombres judíos eran Hirsz, Aaron, Szmul e Itzhak. Como es de entender, debieron cambiarlos para evitar la discriminación u otros problemas.
17 Leonard Maltin, Op. cit., pp. 297-298.
18 Michel Barrier (2003), Hollywood Cartoons. American Animation in Its Golden Age, New York, Oxford University Press, p. 573.