Del horror y otros demonios
Por su carácter ligero y aun lúdico, pero no desprovista de rigor como una forma de registrar las insuficiencias profesionales e incluso éticas de los medios, la columna “Horrores” es una de las más buscadas y comentadas entre las varias otras que publicamos asiduamente.
Así pasa en cualquier orden de la vida: el quehacer informativo y de opinión no está desprovisto de contratiempos convertidos en fallas técnicas ni tampoco de distracciones que conducen a la imprecisión o de plano al yerro contundente en los hechos, las frases o los datos a proporcionar. Son cosas que pasan y para registrarlas también hay en etcétera un espacio habitual.
De la risa y el recuerdo
Pero una cosa son esos entendibles y hasta divertidos gazapos que dan cuenta de la falibilidad humana –ahí está la risa incontenible de Raquel Flores que apenas pudo dar la nota a Ricardo Rocha y otra son aquellos que, como horrores, representan los desafíos de la formación profesional y de la elección ética. Durante el año que termina fuimos testigos lo mismo de las continúas fallas ortográficas, de los desaciertos en la trascripción de nombres y circunstancias y de los equívocos juicios que entonces hace la señora Claudia Segura, según esto experta en la radio, que de “hechos” tales como que existe una píldora contra las violaciones (Reforma) o que el IFAI investiga una licitación resuelta en favor de Kamel Nacif cuando, en realidad, el instituto no tiene esas facultades (Milenio).
No es el mismo tipo de dislate publicar que Emilio Gamboa le ofrece a Beatriz Paredes respeto y “colacoración” o que Raúl Sánchez Carrillo hubiera dicho que Guillermo Ortiz es el gobernador del Estado de México y que alguna vez el conductor se hubiera despedido de los radioescuchas 20 minutos después de empezar el programa que dura dos horas o que, según Arath de la Torre, el calamar sea un mamífero que, luego de varios años de haberse aclarado el asunto, Carlos Loret de Mola homenajeara a García Márquez con el poema de la marioneta de Jonnhy Welch considerándolo hechura del escritor colombiano.
Muchas otras pifias no las registramos en estas páginas, por ejemplo, aquella declaración del director de TV UNAM, quien defendía el uso de la convergencia para que medios públicos como la televisión de Chiapas, dieran el servicio de telefonía a través de su señal (lo que es técnicamente imposible).
De telepatía, invectivas y cosas menores
Los errores, claro está, tienen diferente magnitud. Por un lado constatamos que Rosario Robles y Jorge Fernández Menéndez difícilmente podrían dar clases de geografía luego de que la primera ignorara que Chichén Itzá no está en Quintana Roo sino en Yucatán (Milenio) y de que el segundo escribiera que el territorio mexicano abarca todo el continente europeo pero eso sí, aclaró, sin contar Rusia (Excélsior). También tomamos nota de cuando Adriana Pérez Cañedo dijo en “Once Noticias” que el 10 de mayo 350 millones de personas irían al comercio informal y sonreímos igual al leer que una mujer de 33 años tuvo “un embarazo prematuro” (Crónica). Por otro lado anotamos el extraño caso en el que Rogelio Varela (El Financiero) y Darío Celis (entonces en Reforma y ahora en Excélsior) escribieron un texto donde reprodujeron varios párrafos exactamente iguales en favor de la Ley Televisa, como si alguien se los hubiera dictado. Y en ese rango de distorsiones éticas y profesionales están las invectivas de varios editorialistas de La Jornada contra Héctor Aguilar Camín y Gustavo Hirales por su interpretación de lo sucedido en Acteal hace diez años.
Humor negro (involuntario)
Hay de equivocaciones a equivocaciones. Ahí está, por ejemplo, una que tanto llamó la atención de los lectores: la nota de Tiempo, en Oaxaca, que informó del cumpleaños de una señora que no cumplía años y quien salió a lado de dos amigas suyas que ya habían muerto. Otras son menos conmovedoras aunque podrían ser también un monumento al disparate o a la maledicencia e incluso a la mentira. Pensamos en quienes aseguraron que serían privatizados el IMER y Canal Once. Del primer caso dimos cuenta hace algunos meses, del segundo apenas en la edición pasada.
Sobre las rodillas
Cuando las pifias son intencionales o no son errores en sentido estricto, o sea, cualquier equivocación en la que involuntariamente se incurre, o éstos tienen otra magnitud porque hay plena conciencia de ellos pero los intereses políticos o económicos de los medios los minusvaloran. Traemos a colación la agenda empresarial de TV Azteca que una y otra vez según su conveniencia configura la información que proporciona para convertir en blanco de ataques a sus adversarios.
Pero sobre todo recordamos la contrastante postura editorial de Excélsior que criticó duramente a la Ley Televisa antes de ser aprobada y que luego la respaldó además de sumarse al caudal de invectivas contra quienes mantuvieron la impugnación de ese plan de negocios vuelto ordenamiento de ley. La más abyecta actitud en ese sentido provino de quien ahora es el director editorial de ese diario, Pascal Beltrán del Río, que el 5 de diciembre firmó un desplegado exigiendo a los senadores a no arrodillarse y votar contra la Ley Televisa. Luego, ya como directivo de Excélsior y sin mirar las rodillas propias, Beltrán se sumó a la campaña desinformativa y de ataques a los críticos de esa ley. También consintió los actos de censura ordenados por sus superiores con el objeto de no permitir que varios articulistas escribieran en favor de la decisión que, al respecto, tomó la Suprema Corte de Justicia. Ese tipo de errores, sin embargo, tienen la virtud de poner a cada quien en su lugar.