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La introducción de alguna nueva tecnología dentro de un grupo social puede ser aceptada, adaptada y construida por los individuos para sus propios intereses.

En esta negociación tecnología-humano se llegan a modificar grandes cantidades de campos individuales y colectivos: las relaciones interpersonales, las reglas de juego, los valores simbólicos, la identidad o la ideología colectiva, etcétera. Durante 2014, Internet continuó siendo parte de los sentidos que dan las colectividades a la tecnología y a sí mismas: las redes transparentan los efectos de la relación que tenemos con la tecnología.

Una gran cantidad de innovaciones atraviesan la red, y éstas alcanzan efecto en las personas cuando existe una estabilidad de uso en las colectividades. En las redes que se usan en China las prácticas difieren de las de Medio Oriente o América Latina. En los diferentes contextos, las nuevas tecnologías parecen tener repercusiones diferentes y grados de penetración también distintos.

Entre los efectos másvisibles está la exposición de diversos grados de intimidad. En 2014 se expandió parte de la cultura del exhibicionismo y la autosatisfacción (con múltiples significados sexuales). Dentro de esta forma de llevar los fragmentos de fenómenos, acontecimientos, hechos o instantes de la vida a los muros de Facebook o Twitter, también hay expresiones de violencia, manifestaciones amorosas, trastornos individuales, movilizaciones sociales, posturas políticas y la defensa de los derechos humanos. Valdría la pena reflexionar si todo este arsenal de contenidos proviene de manifestaciones no conscientes.

Internet y las redes han alcanzado una penetración en un tiempo menor que tecnologías anteriores. Si comparamos cuánto tardaron la televisión o la radio en tener 50 millones de usuarios, la diferencia es abismal. La expansión de la nueva tecnología a lo largo del planeta es un factor decisivo para registrar sus efectos en la sociedad en un plazo de tiempo relativamente corto: de acuerdo al más reciente informe de Internet World Stats (IWS), el número de usuarios de Internet es de más de 2 mil 800 millones en una población global de más de 7 mil millones, por lo que casi el 40% de los habitantes del planeta están conectados.

Las zonas del mundo con más usuarios son Asia, con mil 265 millones, Europa con 566 millones y Norteamérica con 300 millones. Las redes han llegado a superar en algunos casos el número de habitantes que tienen algunos países, como Facebook, que asegura contar con más de mil 300 millones de internautas, o Twitter, con más de 280 millones.

¿Es el individuo el que construye los significados sobre lo que es la tecnología o la tecnología le determina la construcción de significados? La tecnología no es solo el artefacto construido individualmente, diseñado en un laboratorio como parte de un programa científico y que una vez terminado es introducido en algún campo de producción. La tecnología tampoco puede ser completamente la orientación que tenga el artefacto por parte del usuario, la construcción de sentido que dé la persona al instrumento. Hay casos históricos donde el diseño tecnológico no tiene relación con su origen, como el horno de microondas o el marcapasos, donde el instrumento llegó a perder la intencionalidad de su creador para adoptar nuevos sentidos, como fue el caso de la bicicleta como artefacto de emancipación (Bijker, Hughes y Pinch, 1987).

Entre esto me parece pertinente acudir a la noción de Bruno Latour, para quien la tecnología es una especie de “caja negra” que contiene el pasado (tecnologías anteriores) y representa en el presente la durabilidad de lo social, es decir, contiene una estabilidad (dada por lo colectivo) y una heterogeneidad (códigos y límites) en relación con otros artefactos y con los seres humanos.

La “caja negra” de Internet, sobre la cual quienes lo usamos por lo general desconocemos su interior, se ha introducido a la vida de las personas y a su vez las personas definen parte de su existencia en relación a la “caja negra”. Las repercusiones de las decisiones sobre el uso que se le da a la nueva técnica, los valores, significados y toda la carga humana que pueda asignarse, serán sin lugar a duda un efecto sobre el cual no hay conciencia plena de sus raíces ni tampoco de sus alcances.

La integración de la tecnología a la vida puede ser dividida en dos partes. En los efectos primarios, cuando se presenta un cambio inmediato sobre la función práctica, por ejemplo, cómo Internet se convirtió en una nueva forma de comunicación entre los individuos, o bien cómo algunas funciones del trabajo se han trasladado al teléfono móvil al grado que integra una gran cantidad de aplicaciones cuyos fines están relacionados con el campo laboral. Estos impactos se pueden medir de distintas maneras, pero una recurrente es que cuando aparece la técnica nueva se modifican de alguna forma los sistemas existentes. Así, los transportes tuvieron un impacto directo sobre la organización social, la administración del tiempo, la espacialidad, la economía, etcétera.

Los efectos secundarios son diferentes. Suelen ser más profundos que los primarios, y con esto me refiero a que las personas somos menos conscientes de los impactos secundarios que generarán determinados artefactos a nuestra vida diaria. Regresando al ejemplo del transporte, su desarrollo afectó el ecosistema: la contaminación del aire, el daño a la capa de ozono, la destrucción de hábitats naturales (por ejemplo, la tala de bosques para la construcción de carreteras o aeropuertos), etcétera. Los impactos secundarios se hicieron visibles cuando la tecnología alcanzó cierto uso común entre las colectividades. Es posible que la energía atómica y el desarrollo de tecnología militar de los últimos 50 años hayan generado mayor inseguridad, paranoia, polarización y violencia. La investigación histórica sobre la tecnología, emprendida por sociólogos en los últimos 30 años, demostró que tales efectos, si bien son una extensión de los primarios, en algunos casos podrían superar a la tecnología inicial en importancia e incluso anularlos (Volti, 2014).

En los últimos años, los impactos secundarios de Internet sobre la vida diaria de las personas parecen ser más visibles. En la célebre Aldea Global, McLuhan enfatiza que todo aquello que comunica o encierra un lenguaje tiene efectos ocultos sobre los individuos. Algunos escépticos de las bondades de las redes las han criticado a partir de sus impactos secundarios, señalando que se trata de tecnologías “negativas”. La tecnología no es neutra, pero cargarla de negatividad o positividad no es más que llevar arena a nuestro desierto ideológico. Las nuevas técnicas no son neutrales, ni en su diseño ni en su concepción, ni tampoco en su uso. Es decir, son tecnologías sobre las cuales existe una gran cantidad de intereses. Los efectos secundarios a los que me refiero en este texto son los efectos en el usuario de Internet.

Efectos secundarios en el Yo

Durante 2014, gran cantidad de espacios mediáticos a lo largo del planeta dieron a conocer información sobre lo que están causando las nuevas tecnologías en los seres humanos. En canales de televisión se presentaron noticias sobre la “adicción al teléfono celular” y sus efectos en el trabajo, en las relaciones y hasta en la salud física. También hay especiales sobre el papel que desempeñan los nuevos artefactos en los niños y adolescentes, en especial los “daños” que están generando los videojuegos. Las redes sociales tienen efectos positivos en las personas que consultan información médica, como lo reveló el portal www. estusanidad.com al presentar el caso de Paco Sanz, un español que padece más de 2 mil tumores debido a que tiene el síndrome de Cowden. Sanz utilizó la información disponible en Internet para informarse sobre tratamientos y recaudó fondos para sus medicamentos. Caso contrario ofrece el portal El Día de Argentina, donde con base en fuentes de especialistas, se recomienda a las personas no emplear la red para hacer “dietas milagro” .

Si hacemos una revisión rápida por la red, encontraremos una gran cantidad de información donde se determina el bien y el mal de los artefactos.

La BBC de Londres publicó que, en Francia, la Agencia Nacional de Seguridad Sanitaria advirtió que los niños menores de seis años no deben ser expuestos a la tecnología 3D en pantallas de cine o televisión, ya que su vista podría afectarse porque su sistema no estádesarrollado completamente. El Diario de Córdoba dio a conocer que la “palomita en azul” que integró el servicio de mensajería electrónica WhatsApp representa un daño colateral contra la privacidad de las personas, pues este tipo de las herramientas son utilizadas por agentes externos para sus propios intereses y será un mayor peligro si los usuarios publican algún término que pueda ser considerado sospechoso para el gobierno de Estados Unidos. Ante esto se recomienda mejor tirar a la basura el teléfono o utilizar el sentido común ante las nuevas palomitas. En China, el gobierno anunció la puesta en operación de un sistema de radares para detectar y derribar drones que vuelen en su espacio aéreo, pues podría tratarse de instrumentos espías. El Ministerio de Defensa de El Salvador dio a conocer la elaboración de una ley para regular el uso de estos artefactos, por lo que sus dueños deberán de contar con una licencia y seguir recomendaciones de vuelo, ya que dicha tecnología puede ser empleada para cometer delitos, actos terroristas y vigilar la vida privada de las personas.

En general la discusión sobre los efectos secundarios mantiene dos posturas: por un lado se sobrevaloran los atributos de las nuevas tecnologías y por otro se subvaloran. Así como es una exageración considerar que las movilizaciones sociales organizadas por Internet y los teléfonos móviles son “revoluciones” o “primaveras”, lo es también afirmar que los comentarios que hacen las personas en las redes no tienen ninguna repercusión sobre las esferas políticas.

A lo largo del año, tal vez un campo en el que los efectos secundarios fueron más visibles es de la conducta humana, o sea todos aquellos comportamientos que son “actuados” o “exhibidos” ante terceros y detonados por diversos motivos; algunos enfoques sociales consideran que la cultura, las emociones, las herencias familiares, los valores y otros marcos de referencia simbólicos pueden funcionar como resorte de tales conductas. Las representaciones (ante el público que son los otros) pueden emerger de la irracionalidad: en octubre pasado, la NBC News difundió que médicos de San Diego, California, detectaron el “trastorno por adicción a Internet” en una persona de 31 años de edad que utiliza Google Glass.

El enfermo presentaba un movimiento involuntario en la mano derecha y en la sien, la cual tocaba con el dedo derecho. El paciente pasaba hasta 18 horas al día conectado a los lentes y presentaba estagos de irritación y frustración, por lo que fue detectado como el primer adicto a las gafas Goolge.

El 20 de marzo de 2014, la población de Guamúchil, en Sinaloa, quedó conmocionada después de que fue asesinada de 65 puñaladas Anel Báez, de 16 años de edad. La presunta responsable fue su amiga Erandy Elizabeth Gutiérrez, de la misma edad, quien semanas antes había amenazado de muerte a la víctima a través de Twitter. Uno de los mensajes, publicado en su cuenta @Erandyliz el 5 de febrero, advertía; “Voy a sepultarte antes de que pases este año ;)”. El 23 de febrero, a las 11:44 de la mañana, escribió: “Pueda que parezca muy calmada, pero en mi cabeza, te he matado al menos tres veces”. Con esta evidencia, Erandy fue acusada de asesinato y condenada a siete años de prisión. El móvil del crimen también se encontró en las redes sociales: la víctima había publicado fotografías donde la joven homicida aparecía semidesnuda. En agosto pasado, la comisaría de Mirones Bajos, en Perú, detuvo a un hombre de 39 años, de nombre Juan Raymundo Cure Chauca, luego de que a través de Facebook contactara a menores de edad y adolescentes para tener relaciones sexuales. El pedófilo operaba desde una cuenta falsa con el nombre de Jhon Cruz Cruz, donde se hacía pasar como un chico de 15 años y utilizaba fotografías que había robado de un perfil verdadero. Fue arrestado luego de que el padre de una menor lo denunció al encontrar en el teléfono de su hija mensajes de Cure Chauca, donde le proponía perder la virginidad.

Algunos hechos de la virtualidad pueden pasar a la realidad y viceversa. Es lo que ocurrió en España el 12 y 13 de enero de 2014, cuando se publicó el manifiesto “Mover ficha: convertir la indignación en cambio político” en portal Público. El manifiesto expresaba la necesidad de crear candidaturas ciudadanas ante la crisis política europea. La propuesta fue firmada por un grupo de académicos, personalidades de la cultura, activistas y periodistas. La idea se convirtió en el movimiento “Podemos”, que se presentó públicamente el 17 de enero en el Teatro Barrio de Madrid, donde se propusieron hacer política en la red y recibir el apoyo de al menos 50 mil personas. Dos meses después, “Podemos” compitió en las elecciones del Parlamento Europeo, logrando más de un millón 200 mil votos y cinco escaños. Así quedó demostrado que trasladar a los nuevos espacios técnicos la campaña y las herramientas que conforman el convencimiento del electorado son hechos cada vez más comunes en nuestro tiempo.

Los efectos tecnológicos sobre el lenguaje también son notorios. A inicios de noviembre, en México, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) encontró que al día se difunden en las redes hasta 20 mil mensajes de odio, sobre todo raciales, de género y orientación sexual.

Un aspecto sicológico que se discute es la tendencia de mostrarse ante terceros, y algunas veces en forma excesiva.

En esta revisión a vuelo de pájaro el internauta que goza con mostrarse en la red es antes que nada un narcisista que encuentra la satisfacción propia al ver cómo se ve en los otros. El exhibicionismo implica ser narcisista y voyeurista. Los autorretratos o selfies contienen esta característica: cuando se envía la imagen, el emisor espera la devolución, lo que busca es el error en sí para corregirlo y en la medida que se entrega y le devuelven el error, el emisor repite la acción. Esta práctica se está convirtiendo en una especie de actividad masturbatoria por antonomasia, similar a lo que sucede en el sueño: el que sueña se manda un mensaje a sí mismo. Quien se toma un autorretrato busca verse como se ve él (no como lo ven), por lo tanto es al mismo tiempo fuente, mensaje y destinatario. El mostrarse a los otros también puede originarse en otros desórdenes de personalidad, por ejemplo la histeria: quien busca llamar la atención en las redes y convertirse en el centro de todo, lo será incluso cuando no sea el festejado del cumpleaños. Durante el último año, los selfies generados por artefactos móviles (como teléfonos, tabletas o cámaras portátiles) llegaron a cierta estabilidad en su uso al grado de considerarse una “moda”. Sin embargo, hay que considerar esta práctica como un ejemplo de los cambios que genera la heterogénea relación entre artefactos y humanos.

La tipología de los autorretratos es variada: ussie, donde aparecen un grupo de personas dentro del encuadre; belfies o exhibición del trasero o sus partes; bikini bridge muestran la zona inferior donde se forma el “puente” entre las caderas; lelfie expone principalmente las piernas en varias posiciones; underboob, donde se exaltan los pechos y braggie, un espacio donde el protagonista presume estar en un determinado lugar, por ejemplo de vacaciones (Ver etcétera número 160). Durante el último año, nuevas formas de autorretratos han aparecido en las redes.

Esos ejemplos muestran múltiples relaciones entre la tecnología y los humanos. Los efectos secundarios de las implicaciones pueden ser observados después de un tiempo y a veces superan a los efectos primarios. En la red, sus formas primarias como sistema de comunicación quedan rebasadas por las nuevas prácticas. En el teléfono inteligente, sus nuevos atributos, han superado la finalidad original del mismo teléfono. La tecnología conectada en red permite negociaciones entre sus integrantes para definir, dar sentido o valor a lo que representarán los artefactos, pero también el artefacto por su propio diseño puede condicionar parte de su significado.

Las transformaciones se registran en las formas de hacer política; la cultura, la educación o la economía alcanzan la conducta individual y parecen ir más allá, hasta el pensamiento y el marco simbólico, para comprender el mundo. Pero tal cambio no es visible porque vemos a los artefactos fuera de nosotros, cuando en realidad nosotros estamos en su interior, esto no permite darnos cuenta que dejamos de ser lo que éramos hace una década, no somos los mismos que éramos hace un mes, ni siquiera el día de ayer.

Autor

  • Sergio Octavio Contreras

    Doctor en Ciencia Política. Comunicólogo y master en sociedad de la información por la @UOCuniversitat. Profesor universitario. Consultor y conferencista en redes sociodigitales. Twitter: @Ciberpensador

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