…lo más difícil no es escapar de la muerte, sino evitar la maldad,
que corre mucho más deprisa que la muerte.
Platón, Apología de Sócrates
Ilustración: Alexandra Domínguez
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…lo más difícil no es escapar de la muerte, sino evitar la maldad, que corre mucho más deprisa que la muerte.
Platón, Apología de Sócrates
Uno de los aspectos más polémicos de la recientemente aprobada reforma constitucional en materia electoral es el referente a las llamadas campañas “sucias”. El texto que aprobaron diputados, senadores y 30 legislaturas estatales ordena: “En la propaganda política o electoral que difundan los partidos deberán abstenerse de expresiones que denigren a las instituciones y a los propios partidos, o que calumnien a las personas”.
Pues llevamos en el alma cicatrices… imposibles de borrar
Comencemos por el caso de las personas. Para saber si fueron calumniadas o no, habrá que ver una vez que se modifique el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales y otra veintena de leyes si el nuevo régimen dotará al Instituto Federal Electoral del polígrafo infalible o si el presunto mentiroso deberá presentar pruebas de sus dichos.
Ojalá el marco legal dote a las autoridades electorales de elementos para que en caso de calumnia puedan exigir a los medios de comunicación que retiren de inmediato la propaganda mentirosa y existan mecanismos para que los partidos hagan saber a la opinión pública que sus adversarios incurrieron en falsedades.
De otro modo, habrá que esperar a que el partido político se queje, el IFE exija pruebas, valore las circunstancias de tiempo modo y lugar, emita una resolución, la aprueben comisiones, la apruebe el Consejo General, el presunto mentiroso se inconforme y lleve su caso al Tribunal Electoral y éste ratifique la resolución, en el mejor de los casos. Mientras tanto, la calumnia ya habrá causado estragos en la percepción de los votantes.
Denigrar (Del lat. denigrare, poner negro, manchar)
En lo que se refiere a “las instituciones y a los propios partidos”, no hay confusión posible, como lo demostraré a continuación. La 22a edición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española determina que “denigrar” tiene tres acepciones. La primera es “deslustrar”, que significa “quitar el lustre” o “desacreditar”, es decir, “disminuir o quitar la reputación de alguien”. La segunda es “ofender la opinión o fama de alguien”, que significa “humillar o herir el amor propio”. Y la tercera es “injuriar”, que a la vez significa “agraviar” (hacer agravio) o ultrajar, que quiere decir “ajar” que, en este caso, no es una “tierra sembrada de ajos” sino “manosear, maltratar, arrugar, marchitar, desgastar, deteriorar o deslucir”.
Trapitos al sol
Así, nuestra Carta Magna mandatará que a las personas no se les podrá calumniar aunque no queda claro si a las instituciones tampoco . Pero eso sí, seguramente nuestras leyes secundarias indicarán con precisión el instrumento que revelará a la autoridad electoral el grado de lustre, amor propio, manoseo, maltrato, arrugamiento o marchitación de las instituciones antes de que surja una expresión denigrante, para así estar en posibilidades de sancionar a todos aquellos que la profieran.
Si no, bastará que, antes de que surta efecto la reforma constitucional, las instituciones referidas se encuentren como dice el poeta Alfredo Buxán: “hermosas y limpias como tardes de otoño”. Y ahí sí… cada quién sabrá qué tan sucia está su ropa y si el detergente no es sólo un paliativo inútil del efecto inevitable de su propia cicuta.