Foto: Alejandro Ernesto/EFE |
Fidel Castro escribe su blog como si sólo existiera una opinión: la suya. Debe resultarle difícil creer que alguien va a cuestionarlo. Para decirlo claramente: escribe confiando en que su palabra es ley y cada desliz, cada mentira que escribe, saldrá airosa de la historia, para ser creída, de pe a pa, por sus lectores. No importa que los hechos no hayan sucedido así, él lo dice y con eso basta.
Por supuesto, Castro no puede escribir ese manifiesto tramposo llamado “Cuba de cabo a rabo” donde García Marquez cuenta como recorrió la isla de una punta a la otra en 1975 y sólo vio cubanos felices que cuestionaban a Castro en su propia cara; Castro es un escritor mediocre, apenas un maestro de escuela obsesionado con usar cualquier hecho, por pequeño que sea, para darnos una lección: “me pregunto cuántos médicos se podrían graduar con los cien mil millones de dólares que, en un sólo año, caen en manos de Bush para seguir sembrando luto en hogares iraquíes y norteamericanos. Respuesta: 999 990 médicos, los cuales podrían atender a 2 mil millones de personas que hoy no reciben servicio médico alguno” (“Las ideas no se matan”, 28 de mayo del 2007)
“En cualquier apartada aldea de áfrica, un médico cubano puede recibir a un joven de la propia aldea o del municipio, con enseñanza equivalente a doce grados escolares, e impartirle los conocimientos de su profesión utilizando videos y computadoras que reciban energía de un pequeño panel solar, sin que el joven tenga que salir de su región natal, ni contaminarse con los hábitos de consumismo de las grandes ciudades.” (“El submarino inglés”, 21 de mayo del 2007).
“Nuestro método de alfabetización ‘Yo Sí Puedo’ está hoy gratuitamente al servicio de todos los países latinoamericanos, a los cuales, si desean aplicar el programa, se les apoya en la adaptación a sus características propias con la producción de los materiales impresos y de video correspondientes.” (“Bush, la salud y la educación”, 14 de julio del 2007).
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Pero la propaganda sobre el estado de salud y la educación cubana, aunque repetitiva, no es el tema dominante de estas reflexiones sino las mentiras para cubrir la realidad: en “La llama eterna” (31 de julio del 2006), Fidel escribe “como si aquí cada dirigente se postulara y eligiera a sí mismo, sin pasar por el riguroso tamiz de la abrumadora mayoría de un pueblo educado y culto que lo apoye”.
Los candidatos, en realidad, son puestos a dedo por el propio “Comandante” y sólo los más leales léase obedientes, callados, flexibles sobreviven; los independientes, los cuestionadores ya han desaparecido, atrapados en la maquinaria creada por el propio Castro para eliminar la competen-cia y asegurar la obediencia debida como cuenta Huber Matos en sus memorias.
Matos entró junto a Camilo Cienfuegos en La Habana en 1959 pero sólo nueve meses después fue destituido y condenado a 20 años de prisión por cuestionar el modelo oficial y enfrentarse al líder supremo: “Fidel tiene el monopolio completo del juicio. Me juzgará un tribunal militar seleccionado por él mismo en el que todos sus miembros le son incondicionales. También escogió al fiscal y a los funcionarios a cargo de las tareas auxiliares. Tribunal, testigos, lugar y público. Pero él será el verdadero fiscal y también se reserva el papel de testigo acusador. él ordenará la sentencia al tribunal para que la comunique públicamente. […] Fidel ha dispuesto que el juicio sea presenciado por una gran parte de la oficialidad de las fuerzas armadas, es decir, del ejército, de la marina y de la fuerza aérea. Las lunetas, quizás unas mil quinientas, están ocupadas. Los han traído para que experimenten un escarmiento, es el teatro de los Castro. Quien se les enfrente correrá la misma suerte.” (“Cómo llegó la noche”).
En el Olimpo
Cuarenta después, sin ningún problema de conciencia, Castro declara: “el impresionante encuentro internacional que acaba de tener lugar en La Habana reafirmó en mí una convicción personal: toda idea siniestra debe ser sometida a críticas demoledoras sin concesión alguna” (“La tragedia que amenaza a nuestra especie”, 7 de mayo del 2007).
Inmutable en su propio Olimpo donde las críticas no le llegan y el pasado no lo afecta, Castro sigue llorando lágrimas de cocodrilo al pedir que los países latinoamericanos tengan acceso a Internet, olvidando que en Cuba sólo unos pocos privilegiados como él tienen acceso a todas las fuentes mientras los demás pueden ser condenados simplemente por intentar acceder a páginas prohibidas por el gobierno o invocar derechos mínimos. En marzo del 2003, por ejemplo, 75 personas fueron detenidas por tener “material” subversivo; entre ellas Alfredo Felipe Fuentes al que le encontraron la “Declaración Universal de los Derechos Humanos” que le valió una condena de 26 años de prisión.
En “Persona No Grata”, Jorge Edwards, embajador chileno en Cuba, cuenta que, mientras sus conversaciones eran grabadas y sus movimientos seguidos por la maquina de seguridad cubana, Lezama Lima le pregunto: “¿pero usted ve que nos morimos de hambre”.
Como si esto no hubiera sucedido en su país, bajo sus ordenes y ante sus narices, Fidel sigue olvidándose de la historia para darnos una lección moral: “Los que conocen el valor de las grasas y alimentos proteicos en la alimentación humana saben las consecuencias que tiene para embarazadas, niños, adolescentes, adultos y ancianos la carencia de estos”; y, en el mismo artículo, “el gobierno de Estados Unidos todo lo ve y todo lo escucha, con o sin autorización legal. Dispone además de numerosos órganos de inteligencia y contrainteligencia con cuantiosos medios económicos destinados al espionaje” (“Bush, la salud y la educación”, 14 de julio del 2007).
¿No se le podrían aplicar esas mismas palabras a Cuba? Pero Castro también sabe suavizar su posición para aparecer moderado ante su público internacional. Comentando la desclasificación de los documentos sobre las acciones ilegales de la CIA entre 1959 y 1973, explica que él no se hubiera negado a conversar con Kennedy sin, por ese gesto, dejar de ser revolucionario ni abandonar sus relaciones con la Unión Soviética.
“Los documentos publicados ahora recogen elementos sobre la vinculación CIA-mafia para asesinarme”, agrega, y cuenta como la CIA junto a los mafiosos Momo Giancana y Santos Trafficante planearon su asesinato. Giancana fue quien sugirió al asesino: Juan Orga, un funcionario cubano.
El omnisciente padre eterno recuerda entonces a un hombre apellidado Orta que trabajaba para él; como todavía no tiene elementos para probar si se trata de la misma persona en sus reflexiones Castro siempre es democrático y respetuoso de las leyes , pide perdón si ofende involuntariamente a cualquier familiar o descendiente, “tenga o no la culpa la persona mencionada.” (“La máquina de matar”, 30 de junio del 2007).
Este pequeño detalle, por supuesto, es solucionado en la continuación del artículo apenas siete días después, cuando Castro ya tiene sobre su escritorio todos los datos que necesita; el hecho le sirve, además, para demostrar otra lección que todo lo que pasa en Cuba, incluso lo que sucedió hace cuarenta años esta controlado y chequeado por su servicio de Seguridad. Y ahora sí, dicta, sin necesidad de jueces ni leyes, su condena pública: “No tengo, por otro lado, la menor duda de que Juan Orta fue traidor. Los datos pertinentes sobre su vida y conducta están donde deben estar: en los archivos del Departamento de Seguridad del Estado, que nació por aquellos años bajo el fuego graneado del enemigo. Los hombres de mayor conciencia política fueron asignados a esa actividad”.
Lo más interesante de este ex-tenso artículo lleno de digresiones es su visita a Estados Unidos en 1959, donde fue recibido por Richard Nixon: “Cuando Nixon comenzaba a hablar escribe Castro, ciego a los hechos y a sus propios defectos pero no a los ajenos que se le parecen tanto , no había quién lo parara. Tenía el hábito de sermonear a los mandatarios latinoamericanos. No llevaba apuntes de lo que pensaba decir, ni tomaba nota de lo que decía. Respondía preguntas que no se le hacían. Incluía temas a partir sólo de las opiniones previas que tenía sobre el interlocutor. Ni un alumno de enseñanza primaria espera recibir tantas clases juntas sobre democracia, anticomunismo y demás materias en el arte de gobernar. Era fanático del capitalismo desarrollado y su dominio del mundo por derecho natural. Idealizaba el sistema. No concebía otra cosa, ni existía la más mínima posibilidad de comunicarse con él.”
Cambiando tres simples palabras (Nixon por Castro y capitalismo desarrollado por socialismo cubano), la frase, como tantas otras de estas reflexiones, es enteramente aplicable al propio Fidel. (Practiqué ese juego cambiando Bush por Castro y encontré varias revelaciones sobre el propio Fidel. ¿Tal vez el comandante supremo esta autoconfensándose sin darse cuenta?).
Castro, por supuesto, no puede dejar el tema de su asesinato frustrado sin transcribir otro punto a favor de su servicio secreto que hasta 1993 hubo 627 operaciones contra él. (“Los fundamentos de la máquina de matar”, 7 de julio del 2007).
Por supuesto, cada “reflexión” tiene pequeñas parábolas adicio-nales que lo elevan en su condición de mito viviente: en “Lo que se impone de inmediato es una revolución energética” (30 de abril del 2007), cuenta cómo corto caña “por deber moral”: “Ni una vez, anota , deje de producir un mínimo de 3,4 toneladas diarias”.
Se supone que en este momento aplaudamos aunque no tengo la más mínima idea de si a), la cantidad es cierta; y b), si eso es común o solo lo mínimamente aceptable; pero como Castro no puede dejar su rol pedagógico nos aclara debemos entender que él trabajaba a la par de los demás y sin gozar de privilegios extras : “gané varios bonos por la famosa zafra del 70. Tenía entonces 44 años recién cumplidos. El resto del tiempo, hasta la hora de dormir, lo dedicaba a mis deberes revolucionarios”.
Sólo se detuvo cuando torpe se lastimó el pie izquierdo con el machete. Como la famosa zafra de los diez millones fracasó, se ve obligado a aclarar que aunque no llegaron, “se acercaron a ella”, que suena a “vencido nunca, derrotado jamas”.
Después de esta digresión vuelve al tema original del artículo, los biocombustibles, pero uno nota que lo que realmente le interesaba era enseñar algo a los lectores sobre la Cuba socialista, donde hasta el jefe máximo se arremanga y trabaja.
Su larga serie sobre los dos boxeadores cubanos que abandonaron los Panamericanos y pidieron asilo político introduce una variante nueva: por primera el “comandante” parece consciente de que sus lectores pueden cuestionarlo y se anticipa a las críticas anunciando que “la Revolución ha cumplido su palabra. Prometió darles un trato humano a los dos atletas, reunirlos de inmediato con sus familiares, brindarles acceso a la prensa si lo deseaban, y asignarles un trabajo decoroso de acuerdo con sus conocimientos. Hemos atendido igualmente con esmero su estado de salud, como hacemos con todos los ciudadanos.” (“La constancia escrita”, 7 de agosto del 2007).
Tres días antes había escrito: “a estos ciudadanos no los esperan arrestos de ningún tipo ni mucho menos métodos como los que usa el Gobierno de Estados Unidos en Abu Ghraib y Guantánamo, jamás utilizados en nuestro país” (“La política y el deporte”, 4 de agosto del 2007).
¿Cómo? ¿Acaso leí mal? Comparemos los datos que Castro no da con los de Jesús Díaz en su artículo para “Letras Libres” (Junio del 2001). Díaz cuenta, entre otras cosas, que hay treinta mil jóvenes encerrados en campos de concentración trabajando de la 6 de la mañana a las 7 u 8 de la noche: “al regresar al campamento nos bañábamos con agua helada, si la había. A las 10 y 30 de la noche nos acostábamos y electrificaban la cerca que rodeaba al campo”.
¿Son los únicos? Tal vez por eso el comandante supremo o su amigo Gabo no lo vieron. No, también hay unos seis mil prisioneros políticos en la Isla de Pinos. El psiquiatra Lino Fernández estuvo 18 años como prisionero político y recorrió ocho prisiones diferentes. ¿Castro no las vio? ¿Gabo no las vio? ¿Y las historias de Reinaldo Arenas sobre las cárceles cubanas para homosexuales? ¿Castro? ¿Gabo? ¿Tienen alguna respuesta para eso?
Parece que no; el “comandante” incluso desliza un “seré fiel a la divisa de no escribir nunca una mentira” que habla del grado de impunidad del que cree gozar después de tantas décadas de poder absoluto; esa omnipotencia recuerda al Perón retratado por Tomás Eloy Martínez que confiaba en que la gente simplemente diría ‘Perón lo dijo y será suficiente’. “A mi pobre país no le queda otra cosa que Perón. Me tiene a mí, y adiós. Yo soy la Providencia, el Padre Eterno”.
Castro piensa lo mismo. La frase también podría ser esta otra, escrita por él contra Bush, a quien lo unen más de un punto en común. (Por ejemplo, el “Comandante” anota que el gobierno republicano desclasificó los archivos secretos de la CIA como una cortina de humo para detener los escándalos de su gobierno; acción que él mismo llevó a cabo en 1989, cuando las investigaciones estadounidenses se aprestaban a denunciar la red cubana de narcotráfico. Castro mató dos pájaros de un tiro: sacrificó al jefe de dicho departamento, Tony de la Guardia junto al general Ochoa, acusándolos de tráfico de drogas y condenándolos a muerte, evitando así una posible futura rebelión en su contra).
Bush escribe Castro “miente y [sabe] que sus embustes son difíciles de tragar, pero no le importa. Confía en que, si se repite mil veces, muchos terminarán creyéndole” (“Bush, la salud y la educación”, 14 de julio del 2007).
Esta vez solo hay una palabra que cambiar: Bush por Castro: lo demás esta claro.
Pd: jugando con el tío Fidel
Apenas empecé a leer las reflexiones del “comandante supremo” descubrí que podría escribir el artículo trascribiendo simplemente las propias palabras de Fidel y usándolas en su contra: eran tanto lo que parecían decir sobre él sin darse cuenta que era un ejercicio divertido verlo describirse, atacarse y desnudarse en público sin darse cuenta. Al final preferí dejar el juego de lado pero como ejercicio final para el lector trascribo uno de los ejemplos más directos que me quedaron fuera del artículo donde el “comandante” cree hablar de los demás cuando en realidad esta confesándonos sus propias falencias. ¿Un acto fallido? ¿Un gesto final antes de ir a rendir cuentas? Vaya uno a saber.
“No se puede estar jamás de acuerdo, en cualquier tipo de guerra, con hechos que sacrifiquen a civiles inocentes. Nadie podría justificar los ataques de la aviación alemana contra ciudades británicas en la Segunda Guerra Mundial, ni los mil bombarderos que en lo más álgido de la contienda destruían sistemáticamente ciudades alemanas, ni las dos bombas atómicas que en un acto de puro terrorismo contra ancianos, mujeres y niños, Estados Unidos hizo estallar sobre Hiroshima y Nagasaki.”
“Bush lo espera todo de un zambombazo”, 25 de mayo del 2007.
“Bush está ansioso de cariño. Disfrutó a su gusto del recibimiento sin protestas en Bulgaria. Habló con soldados de ese país que participaron en las guerras de Iraq y Afganistán. Trató de comprometerlos más a derramar sangre generosa en esas pacíficas guerras.”
“El tira no visita a Tirana”, 11 de junio del 2007.
“Cuando observo la que fue mi vida, la de Tony , la de Patricio [de la Guarda] y la de tantos otros, caigo en la que cuenta de que la revolución ha sido un pretexto para cometer las peores atrocidades, quitándoles todo vestigio de culpabilidad. Nos escudábamos en la meta de la búsqueda de hacer el bien a la humanidad, meta que era una falacia, porque lo que contaba era la belleza estética de la acción. […] Hoy puedo afirmar que por suerte no obtuvimos la victoria, porque de haber sido así, teniendo en cuenta nuestra formación y el grado de dependencia con Cuba, hubiéramos ahogado el continente en una barbarie generalizada. Una de nuestras consignas era hacer de la cordillera de los Andes la Sierra Maestra de América Latina, donde primero hubiéramos fusilado a los militares, después a los opositores y luego a los compañeros que se opusieran a nuestro autoritarismo; y soy consciente de que yo hubiera actuado de esa forma”
Jorge Masetti. “El furor y el delirio, Itinerario de un hijo de la Revolución Cubana“.
(Jorge Masetti es hijo de Jorge Masetti, amigo del Che Guevara y fundador de Prensa Latina. Entre 1974 y 1989 formo parte de los servicios cubanos de espionaje por el mundo, renunció luego del proceso Ochoa, donde su suegro, Tony de la Guardia, fue condenado a muerte).