El 15 de abril estuvo en la FCPS de la UNAM, el gran teórico de la red, Manuel Castells e hizo una serie de afirmaciones que valen la pena examinar. El mundo y México viven una gran batalla cultural, hay que superar el miedo para organizarse y cambiar, es necesario un sobresalto para impedir la destrucción del país que no puede enfrentarse al narcotráfico como lo hace actualmente: de manera policial, militar, judicial; y para que haya verdaderas movilizaciones primero debemos organizarnos en la red.
Todos sus asertos, obviamente, son discutibles, no importa que se trate del más penetrante conocedor de los medios actuales. Pero debemos ver sus posiciones a la luz de los hechos.
Por ejemplo, en Rusia ya se armóun movimiento ciudadano, con una mayoría de jóvenes, vestidos curiosamente de blanco, que lucha denodadamente por atacar la corrupción, uno de los problemas añejos pero que han tomado mayor fuerza con Putin y sus lacayos.
La batalla que se libra en los países árabes, con grandes éxitos y esfuerzos inimaginables, se pudo conseguir gracias a las redes. Para el poeta Adonis (Alí Ahmad Said Esber), las transformaciones se han dado, básicamente, en la participación de las mujeres, a pesar de que usen burka o no; encontrando la libertad interior, retomando las palabras y sin ideología de por medio (La Jornada Semanal, 10 de abril).
Lo más importante es que dicha rebelión (y otras) ya la preveía Castells. Si recordamos su más reciente obra: Comunicación y poder (Alianza Editorial, 2009), en la página 455 leemos: “el uso de teléfonos móviles tuvo importantes repercusiones en el movimiento People Power II, que condujo a la caída del presidente Estrada de Filipinas en 2001; en la votación a favor del presidente coreano Moo-Hyun en 2002; en la Revolución Naranja de Ucrania en 2005; durante la revuelta de Tailandia en 2006 contra la intolerable corrupción (en el negocio de las telecomunicaciones) del gobierno del primer ministro Shinawatra”. Más adelante nos refiere la movilización de los jóvenes del Magreb en Francia y el Movimiento Pingüino en Chile. Lógico, hace referencia a la derrota del Partido Popular de Aznar en España, en marzo de 2004.
Habla de un nuevo concepto, la “ambivalencia sociológica”, que es “una forma de ver la vida con la mente abierta, es comprometerse con los objetivos de una acción sin saber cuáles son los mejores medios para lograrlo”. Aunque censura las posiciones de Obama, que basa su política en hacer más preguntas que en dar respuestas.
Así pues, coincidiría con Bob Dylan: “la respuesta está en el viento, mi hermano”. Por lo tanto, hay que buscar las formas de comunicarnos, en serio, para ganar la batalla cultural no sólo contra los políticos y los narcos, sino para entendernos y hacer posible que vayamos adelante.
Tiempo antes, en La galaxia Internet (Arete, 2001), Castells decía “¿Cómo podemos encomendar el futuro de nuestro hijos a unos gobiernos controlados por partidos que operan, en muchos casos, dentro de una corrupción sistémica (como consecuencia de su financiación ilegal), que dependen completamente de la política de la imagen y que están dirigidos por políticos profesionales que únicamente rinden cuentas en épocas de elecciones y que se basan en burocracias aisladas, tecnológicamente desfasadas y generalmente desconectadas de la vida real de sus ciudadanos”. Frente a ellos están lo mismo las ONG y los ciudadanos, “el nosotros”, que “conscientes de nuestros deberes y derechos” debemos tener “confianza en nuestros proyectos”.
Mucho antes, cuando el Maestro se dio a conocer por medio de una gran obra en tres volúmenes: La era de la información (Siglo XXI, 1999), nos planteaba “la nueva tecnología de la información está redefiniendo los procesos laborales y a los trabajadores y, por lo tanto, el empleo y la estructura ocupacional”. Muchos no lo vieron, entre ellos los partidos llamados de izquierda y vino su colapso.
Desde esa trilogía, Manuel Castells apuntaba lo que sucedería en lo que llamaba “La sociedad red”. Pocos le hicieron caso y los resultados son los que conocemos.
¿Abriremos los oídos a lo que vino a decirnos ahora? Será mejor o Marx nos agarre confesados.