Si célebres grupos poperos han tenido sus reencuentros, ¿por qué no un grupo de periodistas como el que hace 33 años dio vida al periódico unomásuno? La ocasión fue un encuentro organizado en la UNAM en el marco de los diez años de la muerte de quien entonces los encabezara, Manuel Becerra Acosta. El foro estuvo marcado por los recuerdos y las fotos entre quienes fueron compañeros de redacción desde finales de los 70, y por un discurso que atravesó las intervenciones de casi todos los ponentes: el periodismo de hoy es de flojera y muy pequeño comparado con lo que se hizo entonces.
Más allá de la autocomplacencia -casi inevitable por aquella práctica de considerar que todo tiempo pasado fue mejor- hubo algo en sus palabras que merece atención, no porque todo lo que hoy se haga sea malo sino porque hace tiempo no nace un proyecto periodístico en México que tenga el peso de ese unomásuno, de su antecesor el Excélsior de Julio Scherer o de la revista proceso que nació en los mismos años. Pero tampoco algo como el nacimiento de la revista Milenio o de la aparición en escena del Reforma hace ya 17 años. Ni siquiera como sucedió en algún momento en radio con Javier Solórzano y Carmen Aristegui, como ocurriera antes con José Gutiérrez Vivó o con el nacimiento de Canal 40.
Proyectos todos, cada uno en su justa dimensión, que se convirtieron en los referentes de su momento. Asumiendo lo arbitrario de esta selección valdría la pena preguntarse por qué hoy permanecen, nacen y mueren proyectos periodísticos sin mayor pena ni gloria lo mismo en la prensa que en la radio o la televisión. Propongo algunas respuestas. En primer lugar justo por el éxito de esos antecesores. Porque a ellos les tocó abrir brecha para ir de un país monopólico -en lo político y en lo social- a uno plural y diverso como es hoy. En los 80 y 90 era valiente abrir las páginas y los micrófonos a la oposición, hoy ocurre de manera cotidiana.
La existencia de un proyecto de transición democrática era también la guía para los medios. Hoy, sin referentes políticos claros sobre cuál es la agenda nacional, los medios muestran dispersión salvo por los problemas compartidos en torno a los cuales parecen girar todos como la inseguridad. A esta pérdida de brújula se agregaría la existencia de más jugadores en el tablero. Hoy hay público para todos de tal suerte que resulta casi impensable que un sólo medio sea el determinante, sin que ello signifique negar que algunos siguen siendo los protagonistas por su capacidad de influir.
No obstante esta realidad y sin subestimar a los actuales, ¿no veremos nunca más el nacimiento de proyectos que queden registrados en la historia del periodismo nacional como parteaguas? Yo apuesto a que sí. Siempre y cuando ocurran varias condiciones. Que los nuevos sean tan políticos como periodísticos entendiendo por ello que sean capaces de identificar las nuevas preocupaciones de la sociedad y construyan nuevas formas para contar los viejos problemas, y nuevos temas para refrescar la agenda. Que este proceso lo acompañen de un uso correcto de las nuevas plataformas tecnológicas -web, comunicación para celulares, multimedia, etc- lo que implica dejar de replicar los mismos formatos en las nuevas herramientas como si fueran una mera extensión de las mismas. Hoy la forma pesa tanto como el fondo.
Que los nuevos proyectos reconozcan que las audiencias quieren jugar un papel más activo en la construcción de los contenidos, lo que implica poner al ciudadano como interlocutor y no como mero receptor o moneda de cambio para conseguir publicidad. Que encuentren modelos de negocio que sean compatibles con lo anterior, lo que va en contra de algunas de las propuestas que siguen apostando a la publicidad de gobernantes (o aspirantes) casi como la única forma para ganar dinero, lo que los aleja de los públicos a los que pretenden llegar.
Es más fácil escribirlo que hacerlo pero esperemos que pronto alguna de las propuestas ya en marcha o que las iniciativas que están naciendo -periódicos gratuitos o portales de noticias en Internet- puedan encontrar la fórmula para convencer a quienes son escépticos y recuperar el entusiasmo por el periodismo de hoy.