Para un cuarentón en ciernes, es difícil acercarse a un nuevo fenómeno musical. ¡Cómo quisiera estar a mediados de 1985, y mostrarme tan entusiasta como cuando escribí sobre los sugestivos ligueros de una calientísima Madonna! Pero a mi edad sé bien que ese entusiasmo no eran más que erecciones, y que finalmente es la sobria prueba del tiempo la que determina el nacimiento de una leyenda. Por eso acepté el reto de etcétera para escribir sobre la ubicua, comentada y a punto de ser endiosada Lady Gaga.
De inicio, aclaro que desconfio de cualquier nuevo “valor musical”. New Kids on the Block, Spice Girls, Backstreet Boys, Garibaldis y Fandangos han demostrado en tres décadas que el one hit wonder de hoy es el viejo panzón que vive en el mañana de las lucrativas “reuniones”. Además de que la estructura misma de estos grupos, montada incesantemente desde los 60, los hace ídolos de barro prefabricados, destinados por sus mismos creadores al herrumbre del desprecio. Los Monkees, los Archies, los Bay City Rollers y otros grupos perfectamente diseñados para masticarse y escupirse, cumplieron su cometido, es decir, hicieron mucho dinero, fueron olvidados y nos mostraron que la industria discográfica puede moldear nuestros gustos de forma instintiva. Básicamente, reaccionamos de forma más primaria que el canino de Pavlov. Precisamente por el hecho de que en cuestiones musicales la gente reacciona tan primariamente, convendría preguntarse cómo se hacían antes a las gigantes de la canción.
Esos fueron los días
Parece perogrullada, pero antes de la invención de las consolas multitracks, los y las cantantes tenían que cantar. La voz era insustituible: el desafinado, el de voz de pito, el chirriante y el engolado automáticamente eran descartados. La apariencia salía sobrando: Eric Burdon, Toña la Negra, Rod Stewart, James Brown, Pedro Vargas y otros brillaban por el impacto de sus potentes vozarrones. En cambio, los guapos modelos y físicoculturistas a los que el productor maldito Joe Meek era afecto, ni siquiera eran escuchados, y sus infectos discos se tiraban a la basura. Voz mataba carita.
Pero en los 80 llegó la chica material que iba cambiarlo todo: Madonna. Sus primeras canciones, absolutamente chicle bomba, podrían haber pasado totalmente desapercibidas. Pero su timing fue perfecto: los video clips se adueñaron de nuestras televisiones, y todos querían su MTV. Sensualísima, Madonna superó a Diana Ross y Olivia Newton John, que habían lucido sus limitadísimas aptitudes actorales en la gran pantalla. Madonna tampoco sabía mucho de actuación, pero estaba buenísima, lo enseñaba, se movía muy bien, y la tele la hizo entrar a millones de hogares. Instantáneamente, en unos 80 reaccionarios, se convirtió en la providencial continuadora de la revolución sexual.
Y por supuesto, ella explotó al máximo la contundencia de su sex appeal: fotos desnuda, libros enteramente dedicados al sexo, imaginería fálica y vaginal en letras y diseño de los discos. Las fotos de Madonna en el Playboy son muy inocentes comparadas con las que se tomó para su libro SEX, que apareció el 21 de octubre de 1992. En el libro hay escenas de homosexualismo, sadomasoquismo y sexo oral… es decir, la vida diaria de millones como nosotros, que hoy no nos escandalizaríamos con lo aparecido. Pero hace 18 años fue un impactante suceso. Un día antes había aparecido su álbum Erótica, que lanzó seis sencillos. Dos años antes, Madonna había dado un golpe más con el video del sencillo “Justify My Love”, sexualmente muy atrevido. El escándalo de este video no se compara con el que hubo un año antes, cuando se transmitió el de “Like a Prayer”, donde seducía a la imagen de un santo negro. PEPSI retiró el comercial que tenía con ella, quien quitada de la pena se quedó con los 5 millones de dólares que le habían pagado. Como ven, hace dos décadas, el no enterarme de la última depravación de Madonna me hacía sentir como una virgen.
Además de la gloriosa explosión onanista que Madonna le brindó al orbe, también sentó el tetrálogo que seguirían las posteriores odaliscas del pop:
1) No exhibirás tu voz en vano, pues siempre podrá mejorarse al infinito en el estudio de grabación; 2) No matarás de incertidumbre a tus adoradores, que deben saberlo todo de ti; 3) No robarás canciones que no sirvan, todas las demás pueden samplearse* o directamente plagiarse, y 4) No codiciarás el más bello vestido que los diseñadores no te hayan prestado, si enseñando un vello púbico obtienes más publicidad.
Las que no pudieron seguir estas normas se condenaron al averno de la indiferencia, las otras ganaron la gloria de la inagotable popularidad y algunas como Britney, en verdad nos dejaron ver sus vellos pubianos o su deliciosa falta de ellos.
All we hear is Lady Gaga
Stefani Joanne Angelina Germanotta nació en 1986. De entrada, nunca conoció los éxitos musicales creados por la radio y perfiles biográficos armados con recortes de periódicos. La imagen video impuesta tuvo para ella la misma contundencia que para nosotros las monografías. Por ello, por su flexibilidad mediática natural, puede explicarse el que surja rauda como un zeppelín del neo burlesque, y que en cinco años se haya convertido en un torbellino con 75 millones de referencias en Internet. Hemos tocado el punto principal: la Red. Así como Madonna aprovechó al máximo el torbellino del video clip, Lady Gaga se ha beneficiado de la liberalidad informática. Los videos exigían producción y apoyo, la Web no pide más que unos minutos para subir cualquier cosa. Y no es que se hayan descuidado en absoluto sus canciones: oír sus dos discos es un deleite para el diletante audio tecnológico. Sin embargo, ¿en verdad esta chica a la que ya le temen las modelos, híbrido de sofisticación glam gay y decadencia posmoderna, puede convertirse en la nueva reina pop muzik?
No lo dudo: tiene el carisma y la presencia imprescindible para este nuevo milenio, mezcla de penúltima prostituta decimonónica y primer polizonte en el viaje a Venus. Pero aún falta la demoledora prueba de la trascendencia. Es muy fácil dejarse seducir por las sirenas: hasta el llorado Monsiváis cantó loas a Gloria Trevi, facilitadora de pupilas a un sagaz padrote. Por lo mismo, la fama erostrática de Lady Gaga debe tomarse con cautela. Indudablemente, su aliada feroz es la red. Pero hemos visto que la Web es volátil y veleidosa. Hace apenas semanas, Megan Fox dominaba el ciberespacio, ahora es una esquirla más del estallido del ostracismo virtual. Así que Germanotta todavía tiene mucho camino cuesta arriba. Quizás en dos décadas, en estas mismas páginas me lean cronicando su dominio absoluto del olimpo mediático. O tal vez, reportando su desplome en el despeñadero del olvido.
* Samplear: Usar fragmentos de sonido que se extraen de grabaciones anteriores y se encajan en la grabación de una nueva canción.
Los récords de Lady Gaga
– Lady Gaga posee 5 millones 69 mil 596 seguidores en Twitter.
– En Facebook, Lady Gaga tiene más de 13 millones de fans.
– De junio de 2009 a junio de 2010, la cantante ganó 62 millones de dólares, según la revista Forbes.
– Su video Alejandro alcanza casi los 40 millones de clics en YouTube.
– Fueron 180 mil los asistentes al concierto de Lady Gaga en el Rockefeller Center de Nueva York el 9 de julio.
– Más de 100 conciertos ofreció Lady Gaga durante 2009.
Fuentes: Revista Generación, ideal.es, Forbes, El Informador, espectaculos.canal13.com, www.cnnexpansion.com.