etcétera cumple ocho años. Antes que cualquier otra palabra, queremos agradecer a los lectores, colaboradores y anunciantes que nos han acompañado a lo largo de este tiempo, y los invitamos a que sigan haciéndolo.
La celebración de nuestro aniversario no se inscribe en el panorama más halagüeño: al severo problema en seguridad pública que vive el país se ha sumado, desde hace algunas semanas, la incertidumbre de una crisis económica mundial como nunca antes se había visto. No son tiempos prósperos, y no se vislumbra que en breve haya una vuelta de timón que permita pensar en un escenario más favorecedor.
Sin embargo, no caemos en el pesimismo fatalista ni en un optimismo fácil: ambos extremos son peligrosos en tiempos aciagos. El mayor aporte que hace el periodismo en medio de circunstancias tan adversas, es el de ofrecer una mirada profunda a los acontecimientos que ocurren, a través de información verosímil y análisis documentado, permitiendo que el público lector –televidente o radioescucha– tenga una visión con elementos para comprender los hechos que se suceden.
Durante estos ocho años, etcétera ha tenido en dicha contribución una de sus principales motivaciones y causas que perseguir. En un balance –que alejado está de la autocomplacencia– consideramos que hemos conseguido este propósito, acompañando de cerca la discusión en torno de los medios de comunicación, ofreciendo herramientas para entender a éstos.
Es por eso que queremos darle seguimiento a los reportes que hemos entregado sobre el tema de la inseguridad, analizando en esta ocasión el frente mediático del combate que el Estado mexicano libra contra la delincuencia organizada, en el cual parece que la guerra se está perdiendo. Además de tener un primer acercamiento con la crisis financiera y la cobertura informativa que ésta ha recibido.
A lo largo de las páginas de nuestras 97 ediciones, hemos puesto el acento en temas que consideramos de gran importancia, y que son parte de este mismo número de aniversario, como lo es el asunto de tener una regulación clara que permita que la publicidad oficial sea asumida como una razón de Estado, que pueda asegurar la pervivencia de publicaciones que por su naturaleza lejos están de los grandes anunciantes privados. En este sentido, “Las ayudas a la prensa en Europa en 2007” es un ensayo que ofrece una amplia radiografía de cómo países como Francia, España o Noruega, han consolidado un sistema de subvenciones a la prensa que tiene como objetivo principal fomentar el pluralismo.
En el otro extremo, ofrecemos un reporte sobre los gastos en publicidad oficial del gobierno de Sonora, donde destaca una larga e inquietante lista de reporteros y columnistas que reciben dinero de la administración de Eduardo Bours, a la par que le dispensan un trato servil en sus informaciones. La información que publicamos al respecto evidencia esta cuestionable práctica en el terreno ético y hasta legal, y documenta uno de los más lamentables vicios y costumbres que prevalecen en el periodismo mexicano, la del tristemente célebre chayo o embute.
Otra de las causas que ha animado nuestro andar en estos ocho años, ha sido el reconocimiento legal de las radios comunitarias, y de la importante labor social que desarrollan. Y es por esta razón que saludamos con mucho gusto la resolución del Parlamento Europeo sobre el valioso aporte de los medios comunitarios, como “tercer sector de la comunicación”, para fortalecer la diversidad cultural y la inclusión social.
Este hecho es una importante razón para festejar y para no cejar en los intentos porque las emisoras comunitarias tengan en México este merecido reconocimiento, y los apoyos necesarios que aseguren su existencia.
También es razón de celebración las palabras con las que Ryszard Kapuscinki muestra su profunda vocación humanista en un texto que reproducimos, como un oportuno regalo que nos hacemos y compartimos en momentos tan azarosos; convencidos de que al final de cuentas nos sobran los motivos para festejar.
