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jueves 19 septiembre 2024

Nos vemos al ratón

por Salvador Quiauhtlazollin

Responsables de millones de muertes durante las plagas que asolaron (y aún lo hacen) al mundo, los roedores fueron extirpados de los hogares. Mas, paradójicamente, dado su carácter dañino, algunos ratones han sido bienvenidos en las casas, gracias a la hipnotizante influencia de los rayos catódicos, ahora alimentados por los canales de paga y el DVD. El Súper Ratón, Speedy González, Jerry o Topo Gigio son conspicuos ídolos del público infantil (y algunos inmaduros) pero ninguno tan adorado, reverenciado y deificado como esa alimaña que este mes cumple 80 juveniles años: Mickey Mouse, el famoso ratón Miguelito.

El lugar más feliz de la tierra está de plácemes y sus dueños mucho más. Gracias a los cambios impulsados por el gigante de los dibujos animados, los estudios de Hollywood, el difunto Sonny Bono y otros, la explotación de obras de carácter intelectual ha sido extendida, lo que garantiza a la casa Disney la propiedad completa de su más famoso personaje, que a lo largo de ocho décadas ha asumido un infinito de estereotipos, cada uno acorde a su época.

Luego de su debut en el corto Steamboat Willie, en noviembre de 1928, la carrera cinematográfica de Mickey Mouse se desarrolló fundamentalmente en los primeros años de la década de los 30. Pero no caigamos en las trampas de la melcocha, pues su biografía oficial es falsa desde un principio: en realidad Steamboat Willie se trata de la tercera película filmada con él como protagonista, pero fue la primera estrenada. En 1932 se filmaron 14 con este bicho como principal estrella. Dicen sus entusiastas apologistas que “a lo largo de sus 135 filmes, Mickey Mouse fue cazador, bombero, pescador, músico, cartero y mago; vivió aventuras en Arabia, pasó vacaciones en Hawai; jugó al polo, patinó sobre hielo, sorteó los problemas que le presentaban sus enemigos, se divirtió con sus amigos y contó siempre con la compañía de su amada Minnie y su fiel compañero, el perro Pluto”.

Pero el momento de madurez, de dejar de ser simplemente un personaje más entre otros, llegó en 1940. Su padre, Walt Disney, le incluyó en su mejor proyecto, un plan adulto que le daba a los dibujos animados su carta de madurez: Fantasía, controvertida película que costó más de dos millones de dólares e intentó unir la animación con la música clásica. Aunque resultó en su momento un fracaso comercial, con el paso de los años Fantasía se convirtió en uno de los cinco filmes animados más importantes de la historia y en una verdadera mina de oro, gracias a las reediciones, que recaudaron millones de dólares en todo el mundo. En los 70, para no ir más lejos, lució un psicodélico póster y sus estrambóticos colores hicieron los deleites de los amantes del ácido.

Una década después, cuando Walt Disney soñaba con construir Disneylandia, se asoció con la cadena ABC para llevar el Mickey Mouse Club a la TV. El show debutó el 3 de octubre de 1955 y logró una enorme repercusión de más de dos décadas. Se convirtió en uno de los programas tradicionales de la TV estadounidense. Su transmisión fue mundial, aunque el resto del orbe ya tenía sus propios clubes, al estilo del Tío Gamboín.

A partir de 1953, Disney, como empresa, cambió su política y dedicó más atención a los parques de diversiones y la televisión, y no produjo más películas de Mickey. Fue hasta la década de los 80 cuando reapareció en otros tres filmes. En Fantasía 2000, el pequeño mamífero repitió el corto de la Fantasía original: El aprendiz de brujo.

A sus 80 años de edad, Mickey Mouse (icono pop, adalid de un gran negocio, emblema anticomunista y apodo de un perdedor incapaz de hacer cambios) está tan rozagante y saludable como siempre. Se puede despreciar a Disney y lo que representa, se puede ser antiyanqui furibundo y condenar el american way of life, pero inexplicablemente, no se pude odiar al afeminado Ratón Miguelito. Sus guantes inmaculados, sus sugerentes pantalones de tirante y su voz tipluda inmediatamente remiten a todos, incluso a los nacidos en la crisis, a una infancia tranquila en la que nuestra vida transcurría en Disneylandia, la tierra de nunca jamás a donde se nos prometió volver.

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