Como sucede con el parecer de la parte involucrada en cualquier conflicto, la versión de José Gutiérrez Vivó para explicar la salida del aire de Monitor -que, nos parece, será temporal- es sesgada e insuficiente.
Antes que cualquier otra cosa, en efecto, no puede dejar de señalarse el invaluable aporte de aquel periodista a la radio en México del mismo modo en que es imposible dejar de revisar sobre éste -si queremos un planteamiento razonado de los hechos- las definiciones ideológicas, insuficiencias profesionales, errores empresariales y apuestas políticas que ha tenido en tanto aristas que no recargan en el gobierno federal la única justificación del fracaso. La visión extrema que subraya sólo una parte de esto inevitablemente conduce al dicterio o al halago e incluso a la militancia en favor o en contra de aquel medio e inhibe el análisis. La mirada complaciente perpetua el sistema de complicidades en el que también se asientan los medios, igual que la falta de registro de los obstáculos que éstos enfrentan en su labor alienta el mantenimiento del poder arbitrario del gobierno federal.
Con los datos en la mano no hay quien pueda refutar la denuncia del uso discrecional de la administración presidencial pasada de los recursos de la publicidad, aquí en etcétera lo hacemos no ahora que es más fácil, sino desde hace más de cinco años para proponer que el tema sea razón de Estado y esté regulado con precisión y transparencia. En cambio, actualmente los medios son beneficiarios y víctimas de aquella discrecionalidad, y con mirada de corto plazo cuando viven la primer circunstancia omiten comentarios pero cuando padecen la segunda situación denuncian censura, si es que antes no hacen algunos arreglos a su oferta informativa para equilibrar las finanzas.
Digámoslo con todas sus letras porque hay soporte documental para eso: igual que otros medios como la revista Proceso y La Jornada, a Monitor lo sancionó el entonces presidente Vicente Fox por su contenido editorial, al menos, por la vía de los recursos de publicidad que orientó en el sexenio. Pero junto con eso no es dato menor agregar que Gutiérrez Vivó lo denunció sólo al concluir la administración presidencial y al diluirse su apuesta en favor de Andrés Manuel López Obrador que, por cierto, le redituó considerables dividendos económicos cuando aquel gobernó el Distrito Federal, y también políticos, como pasa ahora con la opinión de quienes hacen prócer de la patria al periodista al considerar que todo esto que le pasa a él y a su empresa se debe a la convicción profesional por la “objetividad”, el equilibrio y la veracidad informativa.
También llama la atención que, durante el anuncio del fin de transmisiones de Monitor y luego de ufanarse de haber dicho el nombre de todos los personajes implicados en el boicot, el conductor omitiera la identidad de los empresarios que se lo habrían dicho o la de quienes respaldaron el pedido de Fox para no anunciarse (si es que eso sucedió). Se entiende: hombre de negocios que también ha querido ser, Gutiérrez Vivó reclama a un ex mandatario, a su esposa, a un ex colaborador todavía cercano a él y tangencialmente al presidente Felipe Calderón, pero no hace lo mismo con integrantes de la iniciativa privada porque ahí sitúa sus actuales expectativas. Entre todo esto, además, falta saber si, en efecto, el gobierno actual gestionó beneficios para que Monitor atenuara sus obligaciones fiscales y con el IMSS, lo cual no sería legal y conformaría otra expresión de los medios esperanzados al arbitrio del poder para obtener prebendas. En rigor, si eso ocurrió, habría que reclamar al gobierno federal y al medio también, en lugar de esperar o demandar medidas de privilegio.
Aquella amplia alocución del pasado 29 de junio de José Gutiérrez Vivó mostró una de las principales sangrías del periodismo mexicano como lo es la falta de autocrítica. Por ejemplo, para respaldar varios de sus dichos, el comunicador suele advertir que para el que quiera comprobarlos ahí está la grabación de los más de 40 mil programas de Monitor. En esa tesitura podemos documentar que rumbo a las elecciones federales de 2000 el comunicador apoyó sin ambages a Fox y que seis años después lo hizo con López Obrador. Es decir, ejerció periodismo de facción con las omisiones, los sesgos y las distorsiones informativas que eso implica. Aún está fresca en la memoria, por citar otro caso, la multitudinaria manifestación en la ciudad de México del domingo 27 de junio de 2004 contra la inseguridad que tanto el tabasqueño como el periodista consideraron obra de la extrema derecha. No hay indicadores al respecto, pero aunque sea como hipótesis puede advertirse que el periodismo de filias comprende la certeza de un público cautivo pero también el riesgo de captar menos confianza entre circuitos no militantes. Y guste o no, la credibilidad no es sólo un imperativo ético sino también comercial.
Otra constante asidua en los medios es su falta de transparencia, entre otros temas, sobre su situación
financiera y sus alianzas. Por eso no conocemos con la precisión deseable (y tal ignorancia, por cierto, la comparten casi todos los trabajadores de ese medio) el trayecto empresarial de Monitor, que parece errático en los últimos años. Pese a ello no podemos dejar de registrar los acuerdos que este medio logró con Grupo Radio Centro y luego sus diferendos legales, así como sus malogradas expectativas de proyectos con otros grupos como Prisa o MVS y con varios hombres de negocios como Olegario Vázquez Raña o Carlos Slim; en situación aparte se ubica Diario Monitor y su anomia financiera así como su falta de trascendencia, independientemente de que en los días recientes se ha convertido en boletín oficial de los partes informativos de la empresa de Gutiérrez Vivó. Incluso en el ámbito del pragmatismo, al hombre de negocios y periodista no le conviene desestimar la autocrítica.
Nada de esto soslaya la contribución de Monitor al periodismo, que sin duda está entre lo más y mejor que se ha hecho desde el cuadrante en los últimos 30 años. Referente indiscutible, su oferta informativa y su postura editorial ha nutrido, y creemos que en el mediano plazo lo seguirá haciendo, la discusión pública en México, ha reflejado su pluralidad y el compromiso social que llegan a tener los medios de comunicación. Monitor ha sido uno de los más influyentes y sus programas están entre los más oídos, incluso a contracorriente de las limitaciones de la amplitud modulada. Su salida del aire (insistimos, creemos que será efímera) deja un vacío importante entre el público consumidor de información; es una pérdida muy sensible. Pero la indiferencia del gobierno federal y, más aún, alguna hipotética inquina contra el medio de su parte y de algunos empresarios no debieran constituir el muro de los lamentos porque eso no parece suficiente para explicar ni los vaivenes editoriales ni los tumbos financieros que ha tenido Monitor.
Ojalá que, en las próximas semanas, la empresa y José Gutiérrez Vivó estén a la altura de su propia historia. Rodeamos la mesa y la golpeamos varias veces esperanzados de que así sea, pero lo políticamente correcto, la complacencia y el halago como fuente de complicidad o de buenas relaciones públicas no va con nosotros. No formamos parte de ese tipo de mundo “progre”.