El fisco y el físico
Desde su nombramiento como secretario de Hacienda, Agustín Carstens ha sido motivo de escarnio en varios medios por su apariencia física: una y otra vez, columnistas y caricaturistas, principalmente, han encontrado en la obesidad del titular de la Secretaría de Hacienda una diana constante sobre la cual lanzar burlas que aparejan al desarrollo del trabajo de Carstens.
Uno de los episodios más notorios de esto ha sido la presentación de propuesta de reforma hacendaria. Días después de que el secretario acudió al Congreso –el pasado 20 de junio–, fueron cada vez más frecuentes los espacios en que los medios utilizaron el sobrepeso de Carstens como metáfora de la no conveniencia de la propuesta, como si el físico del secretario tuviera alguna relación con una adecuada política fiscal.
Ejemplos muy claros de esta situación fueron el columnista Julio Hernández quien en su espacio “Astillero”, publicado en La Jornada, escribió lo siguiente el 20 de junio: “La muy bien comida hacienda calderonista pretende recaudar más platillos monetarios para que la mesa del poder disponga de recursos suficientes para seguir adelante con los costosos desfiles militares por todo el país, y los negocios suculentos para protegidos, profesoras y familiares diversos”.
(Hernández, en ocasiones anteriores, ya se ha referido despectivamente al secretario Carstens debido a su imagen, como cuando escribió el 22 de noviembre de 2006: “La Secretaría de Hacienda para Agustín Carstens era una maniobra cantada desde que el nada anoréxico economista dejó el Fondo Monetario Internacional para garantizar a los capitalistas con intereses en México que el ritmo y el estilo de enriquecimiento acostumbrados durante las décadas recientes seguirán”).
Proceso, por su parte, publicó en su número del 24 de junio, una foto de Agustín Carstens desplegada en casi toda su portada, con la siguiente cabeza “La reforma fiscal chiquitita”. Esto contrasta con la endeble oferta informativa que, en interiores, desplegó el hebdomadario. Impermeables a la autocrítica, seguro a los editores no les gustaría una portada que hablara de una “Revista grandotota” con un director pequeño, para aludir a esa pobreza informativa.
El 21 de junio, la columna “Trascendió” de Milenio publicó un dato irrelevante, también respecto a Carstens y su visita al Congreso: “Que por poco y no hay entrega de documento de reforma fiscal a la Comisión Permanente. Resulta que el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, estuvo a punto de quedarse atorado en un elevador en el Senado.
“Y es que los elevadores en Xicoténcatl son tan viejos que sólo soportan el peso de tres personas. Carstens no tomó en cuenta el detalle, se subió en compañía de dos de sus colaboradores y, pues… se activó la alarma.”
Esta nota no pretende ser un llamado de atención en favor de la corrección política, pero sí queremos mencionar la actitud de algunos medios que han empleado de forma socorrida una desafortunada asociación entre el aspecto físico del secretario de Hacienda con la política fiscal del país, la cual además de representar un recurso humorístico muy elemental –como lo es el escarnio de la apariencia física–, resulta fuera de lugar porque, en esa lógica, podríamos calificar el tipo de periodismo que realice un medio a partir de la complexión, estatura o color de piel de sus periodistas.
Allende que este tipo de actitud respecto al secretario de Hacienda contrasta con la línea editorial de algunos de estos medios, como es el caso de Proceso y La Jornada, que se han caracterizado por defender la corrección política a ultranza.