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viernes 08 noviembre 2024

Los calamitosos herederos de Nelson Mandela

por Pedro Arturo Aguirre

El Congreso Nacional Africano (CNA) es una organización histórica en la lucha por la liberación de los pueblos. Surgió como la única fuerza política que desafió la exclusión de la mayoría negra en la formación de la Unión Sudafricana en 1910. Encabezó durante más de siete décadas la lucha contra la subyugación colonial y el apartheid hasta llevar al régimen racista a la mesa de negociaciones. Pero hoy el otrora glorioso movimiento de Nelson Mandela y Oliver Tambo se ha convertido en un engendro irreconocible y corrupto que aflige a la sociedad sudafricana. De la misma manera que en el pasado se asoció al Partido Nacional con el racismo, hoy en Sudáfrica el CNA es sinónimo de corrupción y mal gobierno. De hecho, y para hablar con franqueza, el del CNA es el régimen más corrupto desde el nacimiento de esta nación. Después de liderar la lucha por la liberación y lograr el triunfo final, el CNA se transformó en una organización egoísta útil solo a los intereses de una pequeña élite partidaria. Por cierto, como bien lo sabemos en México, esta historia le es común alrededor de todo el mundo a muchos partidos que logran establecer por un considerable período de tiempo una hegemonía electoral.

Todavía muchos tenemos en la memoria el día del ya muy lejano 1994 cuando Nelson Mandela prestó juramento como el primer presidente elegido democráticamente en Sudáfrica. Fue muy emocionante ver como quedaba enterrado para siempre un régimen dictatorial inicuo y aparecía en el horizonte (cargado de esperanza, diría algún cursi) un nuevo país democrático liderado por el gran Mandela, uno de los mayores iconos libertadores de la historia universal. Pero tristemente hoy el CNA es el principal culpable del colapso político y económico de Sudáfrica y está inmerso en una autodestructiva batalla entre facciones. Su hegemonía se extendió por treinta años, pero desde el principio se ha visto lastrado por luchas internas, las cuales se agravaron con la renuncia de Mandela a la presidencia en 1999. El sucesor, Thabo Mbeki, se vio obligado a dimitir cuando un poderoso dirigente local Jacob Zuma socavó su posición como jefe del CNA. Después el propio Zuma llegó a la presidencia solo para encabezar un período desastroso.

El CNA llegó al poder con el mandato de reducir el alto desempleo, la desigualdad y la pobreza. Tres décadas después Sudáfrica tiene una de las tasas de desempleo más altas del mundo, sigue siendo uno de los países más desiguales y una pobreza generalizada sigue afectando de forma desproporcionada a la población negra. También es notable la falta de servicios básicos. En las comunidades de todo el país es evidente la falta de electricidad, de sistemas de dotación de agua potable, de alcantarillado y de viviendas dignas, todo ello mientras la basura se acumula en las calles. Alrededor de la mitad de los 62 millones de habitantes de Sudáfrica vive por debajo del umbral de la pobreza, según el Banco Mundial. El otro drama es la corrupción, profundamente arraigada en un partido cuya base es principalmente de clientelismo y la cual fue especialmente grave bajo el mandato del expresidente Jacob Zuma, quien debió de renunciar en desgracia en 2018 acosado por las autoridades judiciales. Incluso el actual presidente, Cyril Ramaphosa, perdió hace un par de años la confianza de los ciudadanos cuando se enfrentó a su propio escándalo. Se trata de un controvertido exlíder sindical convertido en multimillonario que ha demostrado no tener idea de cómo hacer avanzar a Sudáfrica. 

Como era de esperarse, todo esto ha minado la popularidad del CNA el cual, sin embargo, había sido capaz de seguir ganando elecciones con mayoría absoluta en parte debido a la persistente nostalgia de ser el partido de la liberación del apartheid y en parte porque la oposición hasta ahora ha sido débil y se mantiene dividida. Tras la pandemia la situación del país empeoró aún más y ello, combinado con el hecho de que muchos jóvenes carecen de la nostalgia por el CNA libertador de los votantes mayores, ha dejado al partido en un territorio político inexplorado. El pasado 29 de mayo se celebraron elecciones generales en Sudáfrica y como resultado la hegemonía del CNA terminó probablemente para siempre.  El movimiento que derrocó al apartheid e hizo elegir presidente a Nelson Mandela hace 30 años por primera vez fue incapaz de ganar la mayoría absoluta de los votos al obtener alrededor del 43 por ciento. Con este resultado ya no podrá gobernar en solitario y, por primera vez, deberá pactar para formar gobierno. 

Sin embargo, el resultado electoral no deja demasiado espacio para el optimismo. El CNA se mantiene como el partido más votado. 

Un partido tan corrupto y dividido no puede sacar a Sudáfrica de su actual marasmo político y económico. El problema es que dentro de la oposición las alternativas no son muy alentadoras.  El principal partido, Alianza Democrática, es conservador y visto como la “opción de los blancos”. La opción cada vez más asentada en la izquierda es la de los Luchadores por la Libertad Económica y es visto con desconfianza por los sectores empresariales. Uno nuevo y centrista llamado Rise Mzansi tiene buena presencia entre los jóvenes, pero apenas obtuvo un cinco por ciento. Pero la verdadera gran novedad es un partido fundado por el corrupto expresidente Zuma, el uMkhonto we Sizwe (MK, La lanza de la nación en lengua zulú), quien mantiene una gran popularidad en la región zulú en el este del país y el cual, según parece, obtendrá un 10 por ciento de los votos, o casi. Por cierto, al parecer Zuma tiene una especie de “síndrome de Trump, porque previo a la elección un juez determinó que no podría ser candidato a ningún puesto de elección por sus cargos de desacato al tribunal. El expresidente aprovechó este bloqueo judicial para explotar una imagen de “rebelde perseguido” y alentar así a sus seguidores. El plan le ha salido a la perfección. Por esto las miradas estarán ahora puestas en los porcentajes. Si el CNA pierde la mayoría absoluta, pero mantiene un resultado cercano a la mitad de los votos, podría gobernar con el apoyo de partidos pequeños como Rise Mzansi, pero si su resultado cae más necesitará el apoyo de uno de los tres grandes partidos opositores, con agendas muy dispares, y deberá lidiar con una coalición tensa e impredecible o hacer coalición con uno de los personajes más oscuros de la historia sudafricana reciente.

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