Estoy de nuevo recorriendo
un cuerpo que no conozco,
con relieves distintos
al monte de Afrodita
a los que mis manos estaban
acostumbradas,
los dedos fríos de la fémina
desconocida recorren mi
espalda, que rechaza
la efervescencia de un tiento
nuevo,
pero me envuelve el retumbar
de Eros en el centro de mi,
entonces me abro paso
por puentes de raíces;
al inicio del éxtasis y la fe.