Aunque el concepto completo se plantea como “Alfabetización Mediática e Informativa”, coloquialmente se está dando por llamarle simplemente alfabetización digital.
La libertad de expresión es parte inherente de una sociedad que goza de libertades plenas.
La sociedad que se vive en este momento, en todo el mundo, es consecuencia directa de los cambios que se han dado en los recientes 100 años. Esa curva de cambios, sobre todo en el individuo y la forma de construir relaciones colectivas, cambió en los recientes 20 años lo que no había cambiado en los anteriores 80. En ambos casos, en ambos lapsos, el factor disruptivo ha sido la tecnología, en especial la de comunicaciones.
Algo que puede resultar obvio, el medio impreso empezó, con los libros, periódicos y revistas. Pero con la llegada del cine, el radio, y luego la televisión, el alcance de los medios se volvió masivo, popular, de fácil acceso. Pero con canales donde la comunicación NO era bidireccional, esos medios eran básicamente unidireccionales, emitían pero no escuchaban.
Por su naturaleza y formato, los medios masivos tradicionales no eran medios con los que la audiencia pudiera tener un dialogo ni nada siquiera parecido.
No era lo mismo cuando todavía hace 30 años un programa de televisión o radio daba un número de teléfono para llamar y luego el locutor o conductor leía las llamadas. Un poco más adelante, el correo electrónico tomo el lugar del teléfono y dio un poco, solo un poco, de más rapidez y cercanía, pero aún sin permitir un dialogo expedito, de uno a uno y en tiempo real.
Conforme apareció y la tecnología digital se fue volviendo un bien de consumo masivo, popularmente accesible, se marcó una diferencia clara no tanto en el alcance, aun, sino en la rapidez con la que se daba ese intercambio en la comunicación.
El parteaguas definitivo llega con los dispositivos móviles y el auge del internet 2.0, el “internet social”. La tecnología que ha llevado al mundo de la comunicación y su contenido a recodificarse para pasar de la generación de contenido masivo al formato de consumo de un usuario egocéntrico.
Ese usuario egocéntrico que dispone del contenido de todo el mundo en la palma de su mano, en una pantalla de unas cuantas pulgadas. Pero eso igualmente ha reducido el tamaño de su visión del mundo, del conocimiento, del prójimo, y de la información.
El ecosistema digital se ha convertido en los hechos en parte fundamental del modelo de la sociedad y sus nuevos códigos con los que proponen las dinámicas colectivas al compartirse dentro de este sistema no solo información en sí misma, sino que pasa por el tamiz que el usuario mismo aporta al ser repetidor de esa información y que en el hecho lo convierte en un nuevo generador de información por sí mismo.
Esta dinámica influye de uno a uno, como nunca antes en la historia, en los hechos y sucesos fuera de la pantalla, modelando el comportamiento y la percepción misma de la realidad.
Pero. Siempre hay un pero.
La información siempre ha sido un elemento que por sí mismo permite ejercer control y como consecuencia ultima, poder. Con el acceso, generación, difusión y consumo de la información con la proximidad e identificación personal con el usuario, ahora más que nunca se ha vuelto no solo una canal con el cual influir sobre la comprensión de los hechos y el entorno próximo, sino también es el campo donde se está dando una lucha ideológica.
Un cambio tan profundo ha hecho que en el ecosistema digital sea el nuevo medio donde hace la ciudadanía, pero también la participación social, el civismo y la identidad política e ideológica. Este ecosistema llegó para quedarse.
Así como en su momento era una necesidad apremiante aprender a leer y escribir como un elemento de integración social y de acceso al conocimiento y la información, hoy el replanteamiento que significan por si mismas las tecnologías de la información y su influencia social exige el desarrollo de nuevas habilidades y destrezas adecuadas a esos cambios. Además, la generación de nuevos códigos de comportamiento, de las formas de transmitirlas e integrarlas en la formación de los usuarios presentes, migrantes o nativos digitales, como andamiaje necesario para las generaciones a futuro. Eso es la alfabetización digital.
Por todos los ángulos debe entenderse ya a la alfabetización digital como una necesidad apremiante, porque también su ausencia como consecuencia negativa significa una nueva forma de exclusión o desigualdad.
No es un reto menor. Los gobiernos de pocos países en el mundo han entendido, de manera responsable y desde una perspectiva virtuosa, la importancia de incluir en la educación más básica la alfabetización digital.
Otros gobiernos tan no entienden la preponderancia de este medio y su relevancia a futuro, que incluso idean impuestos a los oferentes y demandantes de contenidos y del acceso la educación a distancia. Una generación tal vez, en algún momento de lucidez, se los habrá de reclamar mientras intentan recuperar el tiempo perdido.
Hagamos red, sigamos conectados.