Decía el entrañable René Drucker Colín que país que no piensa e invierte en ciencia está destinado al fracaso.
Ésta es una historia que en México se ha repetido cada sexenio. No hay conciencia de que todo lo que nos rodea tiene que ver con la ciencia, con los científicos y sus investigaciones. Países como Vietnam y Corea del Sur han construido su desarrollo con base en lo que invierten en ciencia.
En el caso de Vietnam un dato explica las cosas, después de su larga y dolorosa guerra hoy invierte el 7% del PIB en ciencia, lo que ha derivado en que el país esté bajo una dinámica nueva y con crecimiento económico significativo.
En nuestro país no hay quien no prometa invertir y no hay quien invierta. Los países que más invierten en ciencia son los que avanzan de manera efectiva y, sobre todo, son los que logran revertir las innumerables adversidades de los ciudadanos.
Invertir en ciencia es impulsar la investigación para el conocimiento, y en el camino es apoyar a las instituciones que se dedican al análisis de la situación que vive el país para diagnosticarlo.
Hace pocos años cuando se presentó una brava, pero importante discusión en el país sobre los mecanismos de medición en temas como la pobreza.
El debate Inegi y Coneval fue sobre los mecanismos de medición para conocer las condiciones del país para el diseño de políticas públicas. Si bien existe un avance vertiginoso en la forma en que se van midiendo los diferentes elementos que componen el desarrollo de una sociedad, es necesario tener las mejores herramientas para ello.
Si algo se busca es el mejor diagnóstico para conocer lo que realmente pasa en el país, para poder atacar los problemas de manera precisa y puntual. Medir es conocer y es lo que permite conocer para actuar e incidir.
El conocimiento lleva a la transformación, de otra manera se vive bajo intuiciones u ocurrencias que no sirven para enfrentar la terca realidad.
Es importante y útil el debate que se está dando sobre el papel del Coneval. La institución tiene que ver con todo lo que venimos planteando. Tiene que ver con la ciencia, con el conocimiento, con la investigación que permiten diagnósticos para tomar las mejores decisiones para la transformación de la sociedad.
Es también un referente que permite una instancia crítica y también un aliado estratégico para la gobernabilidad. No tiene sentido ni lógica eliminarlo, como amenazadoramente dijo el Presidente.
En estos procesos no caben las ocurrencias y menos el pasar de largo los elementos que son los que coadyuvan en la construcción de las sociedades modernas. El objetivo central es la búsqueda de instrumentos confiables y certeros para beneficiar a amplios sectores de la población, empezando por los más desprotegidos, y crecer en todos los sentidos.
El gobierno está entre un dilema y una obsesión. Lo primero está en qué tanto tiempo va a permitirse tener al pasado como si todo fuera lo mismo y no existieran matices y proyectos merecedores de continuidad.
La obsesión tiene que ver con sólo hacer valer y darle proyección y reconocimiento a lo que ha pasado a partir de que ganó las elecciones. La obsesión lo puede llevar a perder de vista que algunos instrumentos tienen un valor no porque sean de un gobierno u otro. Son instrumentos que ayudan a la sociedad a construirse y a tener instrumentos confiables para su desarrollo y una mejor gobernabilidad.
Atacar instituciones creadas por consensos, avaladas por muchos de quienes hoy están en los aparatos de gobierno, puede terminar por ser una gran adversidad para la misma gobernabilidad.
Apoyar a la ciencia es construir un Estado bajo la justicia y efectividad que lleva a optimizar lo que tenemos para crear lo que debemos y urge tener.
RESQUICIOS.
Lo que pasó en Plaza Artz está para revisarse en serio. ¿Qué hacían los israelitas en México con todos los antecedentes penales que la propia embajada de su país ha reconocido?
Este artículo fue publicado en La Razón el 26 de julio de 2019, agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.
