Ya se sabe, el optimismo y la inteligencia no son Amargura los mejores aliados y por eso, casi siempre, la voluntad es intermediaria entre uno y otra cuando no el único reducto para no quedarse cruzado de brazos. Y es que en veces no hay aliciente. Partamos, por ejemplo, de la amarga constatación de que, al menos por ahora, la reforma de la radiodifusión y las telecomunicaciones está cancelada. Botín del pragmatismo, o sea, de la conveniencia política del corto plazo, ese fin ha sido supeditado al arreglo entre el gobierno federal, los partidos políticos y los principales varones de la industria.
Quisiéramos equivocarnos y no ser inteligentes pero sí optimistas. Vemos, sin embargo, que los intereses están por encima de las ideas, más aún, del objetivo de avanzar en la democracia en el entorno de los medios de comunicación. No habrá nueva ley en el ramo, hagámonos cargo de eso anteponiendo la razón al enojo y previendo lo posible en ese margen estrecho. Creemos que lo primero es, precisamente, denunciar tal componenda, pero como ésta no es la visión de los vencidos, enseguida vale la pena revisar si hay varios temas que podrían avanzar dentro de la actual estructura normativa y afinar propuestas para que, al menos en el ámbito público, continúe el expediente abierto. En el orden de nuestra actividad profesional seguiremos pormenorizando en los contenidos de la radio y la televisión, en las insuficiencias de los medios oficiales junto con varias de las trapacerías que desde ahí se hacen, y en el derecho de réplica entre otros temas. Pero siempre resaltaremos la derrota intelectual y moral de quienes niegan los cambios.
No hay ni puede haber espacio para el beneplácito si constatamos que en este mes se ha cumplido una de las etapas decisivas de la multimillonaria demanda de Unefon al gobierno federal y que prueba, una vez más, lo lejos que se sitúa del interés público el magnate Ricardo Salinas Pliego y lo cerca que está la autoridad para favorecerlo. Nosotros, claro está, no somos ni nos sentimos quienes para dictaminar al respecto, pero nada nos gustaría más que la telefónica perdiera en su litigio (incluso aunque todo parezca indicar que no será así). Por si faltara enfatizar en esa mística de mercachifle, el mes pasado también vimos cómo TV Azteca incumplió con el mandato constitucional que tiene el IFE para establecer las pautas de los spots de los partidos. No nos extraña esa actitud de la empresa del Ajusco, tan ignorante siempre de lo que la ley le obliga por usufructuar un bien público propiedad de la nación y, en cambio, tan resuelta a cada momento para privilegiar su negocio.
Por cierto, la cancelación del gasto de las campañas políticas en los medios radiodifusores ha sido bien retribuida a las principales empresas del ramo y no sólo por la decisión de no avanzar en los camcambios a la estructura normativa que rige su actividad. También está el pago constante y sonante de una campaña de radiodifusión sobre las bondades de la reforma energética que intenta el gobierno federal, incluso aunque sean grotescos anuncios similares a la venta de frituras (tales fueron las palabras que empleó Emilio Azcárraga para referirse al asunto). Pero esa estrategia persuasiva nos dice algo más, nos dice que hasta en una razón de Estado como lo es generar cambios en la producción de hidrocarburos los medios electrónicos llevan la batuta, y ahora con un aporte tal que los personajes de la farándula son quienes sitúan la reflexión al respecto. ¡Ay caramba!, como dijera Bart.
Con todo, los motivos que la inteligencia descubre para documentar el pesimismo son al mismo tiempo aliciente para buscar que esto cambie. Al menos ése es nuestro caso.