Las cosas como son: al arrancar el siglo XXI mexicano, muchas cosas se movieron y se relajaron en el país con la salida del PRI de los Pinos. La llegada de Fox supuso un cambio de paradigma que duró muy poco, porque al final talibanes de un lado y del otro volvieron a sus trincheras y la esperanza se esfumó.
Era 2001, el mismo año en que Carmen Aristegui y Javier Solórzano se estrenaban en “El Canal de las Estrellas”, con su programa “Círculo Rojo” en horario estelar. En 2002 Víctor Trujillo, mejor conocido como “Brozo”, firmaba contrato con Televisa; sin duda se avecinaban nuevos y mejores tiempos en los noticieros de Televisa.
En ese contexto, pero meses antes, se dio un acercamiento inusual entre Proceso y Televisa, derivado en buena medida del recambio generacional de la televisora, que daría como fruto aquella entrevista insólita transmitida en Canal 2; el encuentro entre Julio Scherer y el subcomandante Marcos.
Así lo viví yo.
Viernes de cierre y por fin suena el teléfono en la casa de Scherer. Eran las 11 de la noche, llamaba el subcomandante Marcos para confirmarle a don Julio que aceptaba su propuesta de ser entrevistado por él y grabado por Televisa para transmitirse por “El Canal de las Estrellas” ese mismo fin de semana.
Recuerdo que era un viernes 9 de marzo y solo algunos miembros de la redacción de Proceso estábamos al tanto de aquellas gestiones con el EZLN.
Durante semanas, cartas iban y venían desde la comandancia de los zapatistas en Chiapas hasta la casa de Fresas #13, en la Del Valle de la ciudad de México. Fueron meses de negociaciones.
En aquel momento había una relación cordial entre algunos directivos de Proceso y altos ejecutivos de Televisa. Se había dado un tímido acercamiento entre Emilio Azcárraga Jean y Julio Scherer García a partir de que el primero tomó el control de la empresa de su padre y buscó a Scherer para conocerlo.
Después de algunos encuentros entre Azcárraga y Scherer, se perfilaron dos cosas: la entrevista con Marcos para que saliera sin cortes en Televisa y la producción de un programa semanal para la televisión con reportajes al estilo de Proceso; el contenido sería definido desde la redacción del semanario y producido por Televisa con gente de la revista. Al final solo quedó en piloto y nunca salió al aire.
Aquella noche, a partir de la llamada de Marcos, se generó una enorme movilización en dos “cuarteles”. Por un lado, desde Proceso, el área de fotografía y la dirección de la revista para ir a casa de Scherer y después hacía Milpa Alta, donde dormiría esa noche Marcos y se haría la entrevista. Por otro lado, en Chapultepec 18, desde donde saldrían dos trailers y varias camionetas con el equipo técnico de noticieros Televisa que haría las tomas y montaría todo para su grabación.
Marcos había llegado a esas horas y nos citó para hacer la entrevista que obviamente detuvo el cierre de Proceso. Nosotros íbamos con Scherer, ellos iban con Bernardo Gómez.
La caravana zapatista entraría al Zócalo al día siguiente, el domingo 11, y nosotros estaríamos ya en los kioscos con esa portada. Vinieron a la ciudad de México a propuesta del presidente Fox para iniciar un diálogo y presuntamente resolver el levantamiento armado surgido en 1994 allá en Chiapas, diálogo que jamás se llevó a cabo.
El encuentro duró una hora y 17 minutos en el patio del convento anexo a la Parroquia de la Asunción de María, en la delegación Milpa Alta de la ciudad de México. Conversaron sobre el carisma del líder zapatista y el estilo de Fox, entre muchas otras cosas.
Aquí un fragmento de la entrevista publicada en Proceso y que fue transmitida por Televisa sin corte alguno.
-Aparte de que los dos ejercen una forma de poder, una forma de influencia, ¿hay algo en lo que se parezcan?
-En que los dos contamos malos chistes… Pero fuera de ello, no solo representamos dos mundos diametralmente opuestos, sino que el paso siguiente también es diametralmente opuesto.
Nosotros estamos marcando el mundo que camina hacia el reconocimiento de las diferencias, y él está caminando al mundo que va a hegemonizar y homogeneizar no solo al país, sino al planeta entero.
Así las cosas, fue una noche surrealista, ahí estábamos algunos personajes de Proceso con nuestro Fundador y varios colegas de Televisa. Todos juntos en un exconvento en plena madrugada.
Scherer estaba “algo” incómodo por el tema de la grabación y tanta gente a su alrededor, recordemos que Scherer trabajaba casi siempre solo, en la intimidad. La tele no era lo suyo.
Horas antes, en su casa, don Julio tuvo la gentileza de compartir algunas de sus preguntas escritas en tarjetas. Cuando algunos le contábamos sobre el ritmo en televisión, con el tema de iluminación, micros y otros detalles, nos dijo tajante: “¿Quieren enseñarle a un viejo como yo a bailar Rock and Roll? No me jodan, lo haré como sé hacerlo. Punto”. Y así fue.
Llegamos a Milpa Alta casi a la media noche, parecía tremendamente lejos, pasamos varios retenes de policía y los controles zapatistas. Al fin bajó el subcomandante Marcos y vinieron las presentaciones. Marcos no conocía a Scherer y tampoco los televisos conocían al Sub. Yo debía concentrarme en las imágenes. Por supuesto estaba nervioso, pero encantado de ser testigo privilegiado de tal encuentro. Una hora después comenzó la grabación.
Eso sí, antes de iniciarla, Marcos les dijo a los de Televisa que aceptaba la entrevista con todo y ellos, porque Scherer y la revista Proceso eran la garantía; y que esperaba que se transmitiera íntegra. Todos estuvieron de acuerdo y los directivos de Televisa prometieron transmitirla sin cortes, lo cual fue respetado a cabalidad.
Hacia el final de la madrugada se pasó de la desconfianza a cierta cordialidad. Todos cumplieron su palabra y fue un éxito rotundo con elevados puntos de rating, más de 40, según nos contaron, en su primera transmisión; dos días después se repitió, de nuevo en el “Canal de las Estrellas”, y sin corte alguno.
En aquella ocasión llevaba dos cámaras, una digital y otra de negativo; vivíamos en plena transición tecnológica, sin Wi-Fi, Twitter o Instagram.
Ahí tuve la oportunidad de saludar de nuevo al subcomandante Marcos, a quien conocía desde Chiapas en los albores de 1994; nos saludamos y me contó que recién se había casado allá en la selva. “Los guerrilleros también tenemos nuestro corazoncito”, dijo muy relajado, mientras me mostraba su anillo matrimonial.
Volvimos al amanecer del sábado a la redacción para revelar y armar esa edición histórica. Terminamos pasadas las dos de la tarde y la revista se fue a la imprenta mientras en esa noche se transmitía la entrevista en Televisa.
Tomé decenas de imágenes y una de ellas se fue a la portada del semanario, edición que por supuesto se agotó en cosa de horas. Habíamos hecho historia, acompañando a grandes personajes. Eran otros tiempos.
Parecía que se construía una nueva era para México y una relación de tolerancia y respeto entre todos, incluidos medios tan diversos.
Sin embargo, aquel acercamiento duró poco y, con el tiempo, parte de esas novedades se diluyeron por los desencuentros de siempre. Han pasado casi 14 años desde aquella entrevista.
Yo conservo amigos en ambas trincheras y al final tengo un buen recuerdo de aquel encuentro entre dos y hasta tres mundos tan diferentes.
Soy un convencido de que a este país le iría mejor si no fuésemos tan intolerantes unos con otros.