Los continentes hundidos de Atlántida y Lemuria, el sudario de Turín, las profecías de Nostradamus, extraterrestres congelados en una base aérea cerca de San Antonio, Texas, el Chupacabras, un alien en Rusia, muertos famosos que en realidad están vivos. Cada uno de esos temas tienen un rasgo en común: han viajado en la historia antigua, contemporánea y reciente, permanecieron en el imaginario colectivo y muchas veces se quedaron en el alma de aquellos que desean vehementemente creer. Son mentiras tejidas por una humanidad que elabora, desde sus orígenes, sencillos o complicados entramados y los propala con su voz, con manuscritos y ahora la con velocidad de un acrónimo como www o World Wide Web (literalmente red de alcance mundial).
Rubén González Fernández en su artículo, “La mentira: un arte con historia”, publicado por la revista Aposta habla de una función humana tan vieja que se utilizaba desde las técnicas de caza que posiblemente utilizaban los primeros hombres y se institucionaliza en las primeras ciudades, especialmente en los mitos de la Grecia antigua, en los que los dioses embaucaban a diestra y siniestra, tanto a sus iguales divinos como a los hombres. Sergio Pérez Cortés, profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana, plantel Iztapalapa, explica en su artículo “La prohibición de mentir” que, a lo largo de 20 siglos la reprobación a mentir se ha desplazado desde un horizonte definido por las nociones de pecado, salvación y gracia, hasta asociarse con categorías como libertad, autonomía y derecho del otro.
“Así, mientras la civilización cristiana meditaba frecuentemente acerca de la falsedad, otorgándole una importancia extraordinaria, convencida de que la sociedad estaba formada por mentirosos, nuestra civilización ilustrada raramente la hace objeto de reflexión, como si toda la sociedad estuviera compuesta por gente veraz. Por supuesto, ni lo uno ni lo otro”.
También psicólogos y psiquiatras han vertido en numerosos estudios que ese acto es equivalente a prometer, invitar, ordenar, amenazar, agradecer o felicitar. Si lo vemos detenidamente cada una de esas acciones está presente en el mundo virtual. Ahí, de la misma forma que en el mundo real, la mentira cobra forma a través de diversas manifestaciones: medias verdades, omisiones, exageraciones o minimizaciones, desinformación, malas interpretaciones y fraudes.
Artistas, filósofos, sicólogos e historiadores han tratado de entender y explicar ese fenómeno prohibido que ha sido sustento de grandes hipótesis científicas o de campañas electorales, que nació con el hombre mismo, ha encontrado su nicho natural en Internet por el nivel de credulidad y la velocidad con la que se propala a través de la web, la telaraña que conecta hacia todos lados y desde todos lados. Hoy cualquier cosa que se diga viaja kilómetros en segundos, se impregna en los individuos frente a las pantallas y marca tendencias en los conglomerados sociales.
Al respecto José Luis López Nieves, doctor en ciberperiodismo, recuerda un experimento para comprobar la credulidad de los internautas: “varias universidades publicaron contenidos falsos en Wikipedia y hubo gente que dio por cierta esa información simplemente por leerla en esa página”.
Esa es una pequeña muestra del porqué los bulos informativos se multiplican. La urgencia de hablar, de opinar pero, sobre todo, de ser los primeros en hacerlo aunque no se tenga el conocimiento del hecho, es la marca de nuestros tiempos. Es cierto que el ser humano siempre ha sido comunicativo y ha registrado sus interpretaciones de la realidad en las paredes de las cuevas, en los pergaminos, en el papel. La gran diferencia es que ahora todo es instantáneo y global.
Así, en las redes viajan, a la velocidad de la luz, verdades, mentiras o tal vez meras equivocaciones. Como decía San Agustín en la obra De Mendacio: “De este modo puede decirse que de quien anuncia como verdadero algo que es falso, mas creyendo que es verdad, es alguien equivocado o precipitado; pero no se le puede llamar mentiroso, pero al hablar no tuvo ninguna segunda intención y no pretendió engañar, ya que se engaña sólo a sí mismo. La culpa del mentiroso, en cambio, consiste en la intención de engañar al manifestar sus pensamientos”.
Una muestra de embustes que, por ejemplo, matan virtualmente a famosos se verificó a principios de 2012 cuando un mensaje inicial en Twitter anunció que ‘CubaPress’ había comprobado la muerte de Fidel Castro. Muchas páginas de Internet se dieron el lujo de publicar una foto trucada en blanco y negro del supuesto cadáver. Rápidamente la etiqueta ‘FidelCastro’ se volvió trending topic. Ahí se equivocaron todos: redes sociales y varios medios de comunicación que no verificaron la información.
Las redes tienen una inclinación particularmente morbosa por los velorios virtuales aunque los elegidos estén llenos de vida. Así, Paul McCartney, Ricardo Montaner, Barack Obama, Julian Assange, Chespirito, Bon Jovi, Natalie Portman, George Clooney, Jeff Goldblum y por estos días Macaulay Culkin, solo por mencionar algunos, han tenido que aclarar que siguen vivos.
Tampoco resulta comprensible que en medio de tragedias o estados de emergencia se susciten rumores infundados o francas invenciones. Cuando la supertormenta Sandy azotó la Costa Este de Estados Unidos, un usuario de Twitter en Nueva York publicó una serie de informes alarmantes sobre las secuelas del fenómeno meteorológico; desde planes para apagar toda la energía en Manhattan hasta inundaciones en la Bolsa de Valores de Nueva York. Entonces el terror se coló entre los neoyorkinos que no solo fueron víctimas de una tragedia sino también de un analista de Wall Street que posteriormente tuvo que disculparse.
Otros embustes con su dosis de diversión: Floris Kaayk, un artista holandés, hizo creer a miles de personas que era un ingeniero mecánico capaz de volar como un pájaro. La ficción, distribuida a través de plataformas como YouTube, Facebook, Twitter y un blog, fue elaborada en un periodo de ocho meses. Posteriormente confesó en televisión que todo era mentira.
Un video que generó más de un millón de visitas en YouTube fue considerado por muchos internautas y hasta las autoridades rusas como el primer gran hallazgo de vida extraterrestre. Finalmente, el cuerpo sin vida de un pequeño alienigena mutilado y congelado entre la nieve resultó un fraude encarnado por un pollo relleno de pan.
Actualmente, la mendacidad parece haberse apoderado de las redes, pues de acuerdo con el doctor José Luis López Nieves, aproximadamente el 70% de la información que circula en el ciberespacio es mentira, rumor o cuestiones irrelevantes así provenga de blogs, redes sociales o páginas personales.
Por ejemplo, el profesor de la Universidad Panamericana recuerda que, cuando ocurrió la explosión en el complejo administrativo del edificio B-2 de Petróleos Mexicanos (Pemex), la tardanza de las autoridades en brindar información oficial propició que se divulgaran rumores de atentados y bombas. Incluso circuló en las redes una curiosa fotografía en la que se apreciaba un rayo que caía sobre el sitio e inmediatamente se conjeturó que era un misil. En un entorno doloroso y dramático, la ansiedad de los usuarios de las redes creó aún más confusión.
“Hoy, un hueco de información lo llenan las redes cuando las voces oficiales o los medios de comunicación no actúan a tiempo. La gente quiere ser protagonista pero casi nadie tiene la preparación, la responsabilidad y la ética periodística además de que nadie piensa en las consecuencias de sus dichos, de sus palabras. Tal vez por eso las mentiras sean irremediables, tanto como su contagio y su viralización” señala López Nieves.
Max de Mendizábal, director de Tecnologías de la Información de la Coordinación de Universidad Abierta y Educación a Distancia considera que las mentiras no son exclusivas de Internet, “eso también sucede con los medios convencionales, aunque mitigado, porque ahí se suele exigir al periodista que contraste la información con otra fuente”. Él acota que la verdad, y no solamente la mentira, se potencializa con la velocidad de las redes. “Digamos que estamos ante el comportamiento humano”.
Entramos entonces a lo que parece ser una encrucijada, ya que el criterio siempre es subjetivo. Pero Max de Mendizábal opina que es una bifurcación que ha existido desde siempre. “Los medios han
sido usados por los propagandistas para imponernos una visión del mundo. La diferencia es que en Internet puedes encontrar muchos puntos de vista”. Y frente a la posibilidad de que se pueda hablar en espacios globales, se ha vencido el silencio y hay una impresión de anonimato, Max comenta que “desafortunadamente es únicamente eso, una sensación. Porque los gobiernos tienen la capacidad de saber quién escribió qué y cuándo”.
Antonio de la Vega, periodista free lance, considera que “hay una tendencia en las redes que consiste en creer y promover teorías conspiratorias alrededor de gobiernos, políticos, sucesos de la naturaleza. Es frecuente que las personas diseminen noticias sin verificar los hechos, sólo por confiar en la fuente más cercana o en el medio por el cual se enteran. Y lo peor, hay muchos colegas que difunden rápidamente con tal de ganar la nota o simplemente notoriedad.
“Existe también muchas mentiras que son verdades a medias exageradas para sacar raja, por ejemplo, lo de las tarjetas Monex. En ese tema fue claro y evidente que hubo repartición de monederos electrónicos, pero muchos de ellos fueron entregados a personas simpatizantes o militantes de los partidos en cuestión y pugna, y la empresa probó que la mayoría de las tarjetas no presentaban las condiciones alegadas por los acusadores. Ahí está en los medios cada detalle de las partes involucradas. Pero la gente no lee si no es por encimita, No analiza. Se queda con la palabra o frase que hace ruido y de ahí, de ese paradigma retórico, hace un dogma”.
“El vulgo olvida que la verdad absoluta no existe, y que todo hecho tiene aristas que es necesario pulir, afinar, considerar. Otro caso, el de la francesa liberada. La mentira la impuso ella, como bien quedó registrado en los medios, en el sentido de interpretar que su liberación significó una sentencia de no culpable.
“Y a propósito de mentiras en las redes, también es muy común encontrar afiches que atribuyen dichos a personalidades cuya fama o infamia los precede. El ejemplo más sonado es el del poema ‘La Marioneta’ atribuido a Gabriel García Márquez, y desmentido por él más de una vez. Gabo jamás ha escrito un poema.
“Los comentarios debajo de afiches como éste son clara reacción de la credulidad, la vulnerabilidad comunicativa y la ignorancia supina de muchos internautas. Hoy, no cabe duda, la gente lee mucho más, pues lo que abunda es el texto en Internet, pero se presta a una lectura rápida muy deficiente. Si el común denominador de las personas no domina la lectura de comprensión (frente a libros o prensa escrita), poco puede esperarse de esta habilidad ante la multiplicación de fuentes en la red. La cultura enciclopédica ha dado paso a la cultura de Wikipedia y peor aún a la de Twitter que sintetiza un pensar en 140 caracteres”, finaliza Antonio de la Vega.
Por ello, José Luis López Nieves está convencido de que uno de los grandes retos es la calidad de los contenidos que circulan en la web. Se requiere filtrar la información, es decir corroborarla, verificarla y sustentarla.
“Giovanni Sartori decía que Internet tiene la capacidad de magnificar el conocimiento pero también la estupidez. Hay quien se atreve a considerar a Twitter como una agencia de información cuando en realidad es una red social donde se publican imaginerías y creencias”.
En julio de 2005, agrega el profesor de la Universidad Panamericana, durante los atentados en el metro de Londres, los reporteros de la BBC no salieron a reportear porque los ciudadanos inundaron de información la página. El trabajo de la editora y los periodistas consistió en verificar y contrastar la información que les llegaba.
Está claro, comenta, que el gran dilema de la red es que ahora todos tienen la capacidad de comunicar o informar, hay una gran cantidad de fuentes, lo que no existe es una jerarquización de las mismas.
De hecho, una de las profesiones que más se requiere en el ámbito del ciberespacio es la de curador o gestor de contenidos cuyas funciones consisten en filtrar la información y verificar fuentes. Es parecido al trabajo de un editor de información que debe contrastar la validez de las fuentes y los documentos que sustentan cualquier dato. Pero además de nuevas profesiones, los usuarios requieren capacidad crítica y reflexiva para evaluar la información que obtienen de Internet.
Bernardo Marín, coordinador de la web del periódico El País en México, está convencido de que las redes sociales, en especial Twitter, son imprescindibles para el periodismo. El problema radica en que creamos que todo lo que ahí se vierte es verdad. Por ello es tan importante el trabajo de toda la vida del periodista: filtrar la información.
“Twitter es como aquellas plazas públicas donde el corresponsal hablaba con una persona y con otra, sin creer en todo lo que le contaban, investigaba. Ahora esa plaza pública es global, tiene muchas voces, mucho ruido por lo que es necesario saber escuchar y comprobar.
“Las redes sociales son como la vida. Antes era la calle y las plazas ahora es esa orbe global y vaporosa que son las redes sociales. No tiene por qué haber más información inexacta en las calles que en las redes, solo que ahora circula a más velocidad. Es muy poderosa y eso provoca que cualquier verdad o mentira llegue de inmediato. Estamos muy enterados en menos tiempo de cosas remotas. “No podemos demonizar a las redes, porque sería como demonizar a la gente misma. Ese es un asunto que me preocupa: decir que en ellas todo es malo o falso porque finalmente ahí cada aspecto es como en la vida: hay muchas buenas o malas intenciones. No solo se equivocan los usuarios comunes sino también los periodistas, los políticos”.
Una de las conclusiones posibles después de este recorrido por las mentiras en la web es la tarea que nos queda a los usuarios de las redes: desconfiar antes de volcarnos en comentarios y certezas sin fundamento.
Y aquí me detengo en las palabras que en El mundo y sus demonios, Carl Sagan nos regala para una reflexión valiosa en todo momento de nuestras azarosas vidas de internautas: “Para mí es mucho mejor captar el universo como es en realidad que persistir en el engaño, por muy satisfactorio y reconfortante que sea. ¿Qué actitud es la que nos equipa mejor para sobrevivir a largo plazo? ¿Qué nos da una mayor influencia en nuestro futuro? Y si nuestra ingenua autoconfianza queda un poco socavada en el proceso, ¿es tan grande la pérdida, en realidad? ¿No hay motivo para darle la bienvenida como una experiencia que hace madurar e imprime carácter?