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Cuando era niño allá en el precámbrico asistía a una escuela en la que sospecho que el criterio de admisión se basaba en el índice de retardo mental de sus aspirantes ya que la mayoría nótese mi sentido de realidad y profunda autocrítica éramos pendejísimos. En este grupo disfuncional destacaba el niño José Antonio XXX, cuya imbecilidad alcanzaba proporciones olímpicas que
se manifestaban en diversas formas entre las que destacaba el razonamiento de que los pinguinos son mamíferos que ponen huevos o que
los dinosaurios eran animales prehispánicos. José Antonio era un artesano en lograr catástrofes donde no las había y consuetudinariamente preguntaba cosas como: maestra ¿no va a revisar la tarea? asunto del que no se acordaba ni la señora madre de nuestra docente pero que provocaba una revisión que nos caía como un malfario de los cielos. Es por ello que Pepetoño nunca fue un alumno popular y siempre sospeché que si terminaba sus días cobrando en una caseta sería porque la suerte le habría sonreído profesionalmente de manera benigna.
Bien, la reciente comunicación gubernamental acerca de la elección del sitio para instalar la refinería que Pemex ha propuesto, me hace imaginar que el niño José Antonio, en lugar de cobrar en las casetas, se volvió el enlace de comunicación de la paraestatal ya que el proceso está hecho con las patas. Por principio de cuentas la convocatoria a un foro de debate para elegir un sitio es simplemente suicida por varias razones; en primer lugar sucederá lo obvio, los partidos de oposición dirán estridentemente como acostumbran, que el gobierno padece de una inutilidad congénita y no saca un perro de una milpa. Por otro lado parecía una decisión tomada que se buscaba legitimar, lo que me deja la segunda duda, ya que hay asuntos que simplemente se deciden sin tener que andar preguntando. Si a mí alguien se me acerca y me inquiere acerca del sitio exacto donde se debe instalar una nueva refinería, le contestaré la verdad, que no es mucha y se vincula con el hecho de que no tengo ni la más pálida idea. El acto siguiente de este desastre es la pasarela a la que acudieron como modelos los señores gobernadores pidiendo que su Estado fuere el beneficiario de la iniciativa energética, cuando había un rumor creciente, al que ya me referí, de que se trataba de una decisión ya tomada, lo que supone entre otras cosas, el gasto inútil de aviones y consultores preparando discursitos para que algún mandatario estatal dijera que como su Estado no hay dos.
Sin embargo, la cereza del pastel en todo este vodevil, es la conferencia de prensa de Jesús Reyes Heroles en la que informa que la ganadora es la señorita Hidalgo y aprovecha para poner un ultimátum de cien días con el fin de que el Estado adquiera los predios del polígono. Y digo yo ¿cuál era la imperiosa necesidad de hacer ese anuncio y llenar innecesariamente de presión a un problema que es complejo en sí mismo? La noticia nota de ocho columnas en Reforma es que el proyecto no es seguro, que hay que comprar y que si no lo hacen perderán la oportunidad. Es evidente que ello puede atizar los mismos problemas que el pendejo de José Antonio atizaba en mi primaria, ya que ahora hay quien tiene la sartén por el mango y está alertado de ello. Otro fenómeno asociado al anuncio es el que induce problemas. Lo mismo que la gente que repite que hay crisis y en consecuencia la provoca, la noticia alerta a nuestros periodistas a buscar el lado amarillo del problema. He leído hoy que Ciro Gómez Leyva comenta que en entrevista al gobernador de Hidalgo dijo: Le digo que Tula puede ser el nuevo Atenco del aeropuerto frustrado. Ríe con cierto nervio y, por supuesto, responde que no, porque las condiciones son distintas, porque aquí sí hay cercanía con los ejidatarios, etcétera.
Por supuesto se ha desatado un problema donde no lo había y en gran medida se debe al desastre comunicativo que es este gobierno al que parece que asisten gentes como mi amigo de la infancia y no verdaderos profesionales de la comunicación.