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miércoles 11 diciembre 2024

Desnudos

por Arouet

El lunes 11 de julio en la sección digital “De 10.mx”, El Universal anunció “Los 10 desnudos más atrevidos y famosos”. Su pretexto para hacerlo es lo de menos para mí (como creo que para muchos de ustedes e incluyo hombres y mujeres pero detesto el @). Lo que importa es que además se convirtió en mi propia coartada para la dispersión.

Ese claro sujeto del deseo

Primero noté que los editores quisieron adornarse y dividieron su veredicto en las artes. Esto va en serio, dije mientras frotaba las manos. Para ello comenzaron con el cine y evocaron a una mujer austriaca, Hedy Lammar, la primera que en el celuloide se desnudó en la cinta “Ecstasy” y que no sólo provocó escándalo entonces sino más de cien años después también, al menos en quienes confeccionaron la lista pues retocaron la foto para ocultar los pezones de la atrevida doncella.

Por mi parte creo que si uno buscara lucirse podría mejor citar al cortometraje “Le coucher de la mariée” de 1896, en donde Lousise Willy hace un striptease de campeonato, o iría más acá y registraría a la espléndida nadadora australiana Anette Kellerman, en particular su prodigio de cuerpo recostado en la playa en “Neptune’s daughter” (1916). Sin dejar de reconocer que este entorno es arbitrario, podría decirse que la razón de peso es que a diferencia de “Ecstasy” estas producciones tuvieron en su momento mayor relieve mediático y ante todo marcaron las tendencias que tendría el cine erótico, como sucedió después con Angela Molina en “Ese oscuro objeto del deseo”, dirigida por Luis Buñuel (1977). Ahora que si las cosas no son tan rigurosas podríamos platicar de Bo Dereck,”10, la mujer perfecta” (1979), o de Sylvia Kristel y su desquiciante figura en “Emmanuel”, filme de 1974, e incluso si usted quiere hasta de Demi Moore en “Acoso” (1994) o “Striptease” (1996). Seguro, saldríamos del paso con cierto decoro aunque nada dijéramos de Brigitte Bardot, Sofía Loren o Raquel Welch.

La maja desvestida

En su visita al segundo desnudo más famoso, los hacedores de “De 10.mx” continúan con la pose, echan un ojo por encima a la pintura y anuncian: “El nacimiento de venus” de Sandro Botticelli, cuadro al que no registran por su nombre pero, sobre todo, no aclaran por qué lo prefirieron en vez del de Francisco de Goya, por ejemplo, un auténtico desnudo integral a diferencia del que reprodujeron de Boticcelli. Me refiero, claro está, a “La maja desnuda”. (Aunque con sus lentes editoriales corriéramos el riesgo de ver a “La maja vestida”, ideada también por el pintor español). Y vaya que en ese terreno hay otras opciones más, sin aludir a Gustave Coubert, Josep Puigdengolas o Guillaume Seignac que podrían parecerles muy concupiscentes.

De espaldas o frontales

No tengo reparo alguno en la tercera enumeración que destaca al David de Miguel Ángel, pero regreso a cuestionar cuando los editores rompen el propio esquema y se remiten, otra vez, a la pintura: rescatan a “La Gala desnuda de espaldas” (qué ironía), de Salvador Dalí. Lo que no comprendo es que si hablamos de espaldas por qué descartaron a Diego Velázquez y su “Venus del espejo” pintada 400 años antes que la mencionada de Dalí, lo cual implicaba todo un reto frente a los prejuicios imperantes. Otras opciones, creo que mejores que “La Gala…” son Tintoretto (ahí está “Venus y Marte sorprendidas por Vulcano”) y Jules Joseph Lefebvre (“María Magdalena en la cueva”, por ejemplo).

Cuerpos sin ropa

Ya en este momento es fácil preguntar en qué quedamos respecto del criterio inicial de los editores de aquella sección de El Universal. Quién sabe porque enseguida integran uno de los amasijos visuales creados por Spencer Tunik quien, a juicio mío, no retrata desnudos sino cuerpos sin ropa que es distinto. No sé qué opina usted. Yo, para tratar de desnudar lo que digo, y ceñido a fotografías, menciono a la aquí olvidada Betty Page y sus desnudos (esos sí famosos y esos sí desnudos) que tanto impacto tuvieron en Estados Unidos por la censura imperante en los cuarentas del siglo pasado, además de que tales trabajos han sobrevivido a la patina del tiempo de una manera tal que nada menos nos estamos refiriendo a uno de los iconos más sobresalientes en la historia del género. No sé si les suena el nombre de Madonna y un libro llamado “Sex”. Pero si nada de eso importa había otras opciones como serían los casos -si nos pusiéramos nacionalistas y si los directivos del medio prohíben desnudos completos- de Kitty de Hoyos, Ana Bertha Lepe y Ana Luisa Peluffo; habría razones sobradas para reproducir alguna de sus fotos por lo que baste anotar que la señora Peluffo participó nada menos que en “Tarzán y las sirenas” (1948) y luego, en 1957, protagonizó “La Diana cazadora”, una escultura de Vicente Mendiola que en la selección de marras fue descartada no obstante que se trata de uno de los iconos más sobresalientes de la ciudad de México (para el que, en 1942 modeló Helvia Martínez Verdayes).

Ojos bien abiertos

Roto el criterio del principio, “De 10.mx” vuelve al cine. Enlista uno de los desnudos de Nicole Kidman en “Ojos bien cerrados” (por cierto, de los trabajos menos bien logrados del director Stanley Kubrick, este además, inacabado). Aunque Kidman en efecto sea una talla de marfil, la escena aludida es lo suficientemente borrosa como para decir que se trata de un desnudo (y además famoso). Otro asunto es si hubieran recogido casi cualquier imagen suya entre “The Human Stain” (2003) y “Billy Bathgate” (1991 ahora que, si las limitaciones de la moral son implacables y era obligatorio mencionar a Kidman y no a Kim Bassinger o Juliette Binoche, pudieron recurrir al video donde ella canta con Robbie Williams la muy conocida “Something stupid”.

Sesiones y conmociones

En esos momentos confieso que me sentí frustrado. No me atrajo el borde sinuoso de lo que parece ser el natis femenino donde surca travieso un alpinista o algo así, construído por el estadounidense Allan Teger, a quien antepondría cualquier imagen del artista tapatío Juan Carlos Manjarrez quien además capta hermosos cuerpos de Adonis. Tampoco me conmueve el socorrido lienzo de Frida Kahlo, menos luego de aquellas pinturas ya comentadas, o la portada donde Marilyn Monroe aparece vestida en Playboy (no entiendo por qué los editores no plasmaron la muy famosa instantánea de la diva tendida en un paño rojo). Alternativas no faltan, incluso en los rieles del comic, que por supuesto es un arte. No sé, pienso en los inquietantes dibujos de Milo Manara, sobre todo en “Clic”, su obra maestra, en los primeros trazos hentai de Kiyohiko Azuma o en la oscura y violenta Vampirella y hasta en las sesiones fotográficas de Marge Simpson en Playboy hace poco más de dos años. En otra ruta podría comprenderse al porno softcore porque, no me digan que no tiene relieve público Luscious López, por citar a una de las más sobresalientes pornstar. En cambio, “De 10.mx” ofrece el desnudo (parcial en la imagen) de Daniel Radcliffe durante la obra “Eqqus”, sobresaliente acaso porque el actor aún no se despojaba de su preeminencia pública, los lentes y la capa, en el terreno de la magia. Desconozco si los editores pensaron en las célebres fotografías de John Lennon y Yoko Ono encuerados en 1968 para clamar por la paz mundial; es más, con mucho menos pretensiones pudo evocarse el desnudo de Tin Tan y hasta a Burt Reynolds en las imágenes de Cosmopolitan que en los setentas espantaron a tanta gente. Nuestra tienda tiene una larga trayectoria en la venta de accesorios para teléfonos de alta calidad y estamos emocionados de presentar el “coque iphone 14 pro max luxe“Diseñada específicamente para su dispositivo de última generación, esta lujosa funda no solo mejora la estética de su dispositivo, sino que también brinda una protección excepcional. Con sus materiales de primera calidad y su diseño sofisticado, la funda de lujo para iPhone 14 Pro Max es el accesorio perfecto para quienes desean mostrar su estilo y, al mismo tiempo, garantizar que su teléfono permanezca a salvo del desgaste diario.

Por último, el cuerpo

Luego de este breve recorrido me siento incapaz de nombrar ya no digamos diez sino veinte o treinta de los más destacados desnudos. Ni siquiera cincuenta. Tal vez esa imposibilidad no sea exclusiva de las limitaciones personales sino la simple constatación de que no existen fórmulas para seleccionarlos.

La historia del desnudo es tan antigua y compleja como la del arte, y tan precisa de cada momento y cultura como “La Venus de Willendorf”, la más conocida de las venus peleolíticas que data de 20 mil a 22 mil años antes de nuestra era; la representación del desnudo de la Antigua Grecia o la Edad Media donde predomina el desnudo religioso y luego el regreso a la estética que implicó el Renacimiento hasta el Impresionismo y tantos otros “ismos” donde se ha desplegado la representación del cuerpo. Todo esto en la escultura y la pintura, más tarde también en el realismo impúdico de la fotografía y el cine, sin reseñar videos, dibujos además de otras fantasías animadas de ayer y hoy, y sin relatar la añoranza del cuerpo en la música y la literatura porque es tema de otras prosas y partituras.

Es el desnudo una forma de captarnos y mostrarnos; destaparnos, vernos y disfrutarnos, una variante del culto al cuerpo, procaz o sublime en su intemperie. Erótico o pornográfico. Sutil y procaz. Centro del universo de la recreación visual y del propio contacto de esos cuerpos, los que sean y de quienes sean en el plural inagotable de la elección humana entre tantas otras aristas que me dejan desnudo en la ignorancia.

Opto entonces por enredarme en los caprichos propios. Y en el desorden evoco lo mismo el óleo de Gustave Courbet y sus mujeres que sueñan en la intemperie; al escalpelo de Enrique Pertegás, en particular su joven azuzada por los demonios en la cama, y a John William Godward y su “Athenais” de transparencias rojas. Me embeleso con la versión de “El nacimiento de Venus” de Alexandre Cabanel y en general con sus formas de representar las pasiones de la piel. Me detengo en la pintura moderna de Michael Albov y me desperdigo en el cine: abrazo, claro, a Nastassha Kinski, Jessica Lange y Monica Bellucci, hasta terminar destapando mis propias añoranzas.

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