Permítanme dos estampas: La primera se sitúa en el apogeo del Renacimiento y ubica a tres hombres frente a un enorme bloque de mármol de más diez metros de largo y cerca de ocho de ancho.
La segunda estampa muestra la despiadada guerra de Troya y, en particular, una pieza de mármol de unos 2.5 metros de altura y poco más de esa medida de ancho. Es Laocoonte y sus hijos que, de acuerdo con la versión de Plinio está formada en un solo bloque.
Regresemos a nuestra primera estampa. Desde mediados del siglo XV, el bloque está destinado a ser un coloso para la iglesia de Santa María Dei Fiori y los tres hombres que quieren trabajarlo se llaman Andrea Sansovino, Leonardo Da Vinci y Miguel Ángel Buonarroti. Hay que advertir que el bloque tiene un pedazo inservible porque había sido antes mal trabajado por Agostino di Duccio.
Miguel Ángel fue quien esculpió la roca porque hizo dos compromisos nadie pudo emular. El primero es que trabajaría el bloque desde la parte inservible y el segundo es que su obra sería de una sola pieza (Ex Uno Lapide), esto último motivado por la versión de Plinio expuesta en nuestra segunda estampa. Si alguien pudo hacer de una sola pieza a Laocoonte y sus hijos, Miguel Ángel dijo que él también podría.
Así es como entre 1501 y 1504 el mundo supo que en este tremendo bloque habitaba un hombre de poco más de cinco metros de alto con un peso de más de cinco mil kilos. Es El David.
De regreso a nuestra segunda estampa, nada más hay que agregar que Laocoonte y sus hijos se encontró por esos años en Roma y que no constaba de una sola pieza, sino de tres, de tal manera que Miguel Ángel hizo lo que ningún ser humano ha hecho desde entonces: su obra sí es de una sola pieza. Aunque sobre todo, descubrió, como he dicho, lo que nunca nadie vio, la escultura del rey David bíblico a punto de enfrentar a Goliat.