El mito es un sistema de creencias, coherente y completo, que da sentido y orientación. Tiene principio, desarrollo, pero no fin y como tal siempre está abierto y en permanente construcción. El mito es el todo que ofrece la dirección estratégica y expresa el sentido último de la acción de gobierno.
Las tareas de todos los días, las acciones tácticas, por sí mismas no logran dar cuenta del proyecto por más exitosas que éstas sean. La suma de las partes no constituye el todo y por lo mismo se requiere de un envolvente, el mito, que manifiesta de dónde se vienen y hacia dónde se va.
El mito es una formulación breve, pero al mismo tiempo completa, que se explica en sí misma y como tal es capaz de articular el pasado con el presente y el futuro por venir. El mito es el compendio del proyecto político que se quiere implementar.
La formulación del mito no es mistificación sino un planteamiento racional que se expresa en un relato capaz de despertar y mantener la esperanza, movilizar las voluntades y conducir los esfuerzos en la consecución de lo que se persigue.1
La función el mito
El mito de gobierno permite que quien participa en él se sienta parte y se asuma no sólo como simpatizante sino también constructor del mismo. La apropiación del mito, que lo es del proyecto de gobierno, garantiza y eleva los niveles de gobernanza.
Su propuesta explica lo que se quiere hacer y da seguridad a la ciudadanía de que se sabe hacia dónde ir y también cómo lograrlo. Eso, a su vez, permite que ella asuma al gobierno como propio. Esto implica que se apropie, haga suyo, los sustentos el proyecto y acepte a los dirigentes que lo conducen.
La expresión simbólica que exige todo mito ofrece no sólo el contenido programático sino también propone los elementos de carácter afectivo y emocional que envuelven la acción y dan sentido de identidad y pertenecía al proyecto y al grupo que tiene a su cargo la conducción.
El mito produce esperanza, seguridad y protección en la sociedad. Actúa como una coraza que permite enfrentar y superar las dificultades. Fortalece a las personas y les permite siempre estar ubicadas en la realidad de la que son parte, pero también del estado que guarda el proyecto que se lleva a cabo.
La construcción y comunicación simbólica del mito ofrece la posibilidad para el gobierno construya la argumentación que, desde el todo, ofrezca el sentido permanente y renovado de la acción y mantenga la esperanza de que si se sigue esa dirección se obtendrá lo que se busca.
La construcción del mito
El mito de gobierno se funda o construye a partir de cuatro fuentes:
a)La historia personal: la vida del gobernante da lugar a una narrativa que amerita ser contada. Es la persona que viene de abajo y logra triunfar por su propio esfuerzo. Los casos de Lula da Silva, el obrero de los barrios marginales que llega a ser presidente, y de Barack Obama, el primer presidente afroamericano, son buenos ejemplos.
b)Un evento fundacional: el gobernante realiza un acto que lo sitúa como alguien excepcional por su valor o entereza ante las circunstancias. Es la persona que realiza un acto heroico o rompe con el pasado. Un ejemplo es Cuauhtémoc Cárdenas que abandona el PRI, para iniciar la construcción de una alternativa.
c)La construcción de una historia: el gobernante a partir de una acción sistemática y constante, a lo largo del tiempo, se hace de una trayectoria que lo identifica y distingue. Es el caso de Andrés Manuel López Obrador que tiene trabajando en su imagen ya más de 20 años y también el de Josefina Vázquez Mota.
d)El posicionamiento de la marca: la historia y trayectoria del gobernante no resulta atractiva. Es el burócrata o cuadro técnico que logra posicionarse a partir de la marca reconocida a la que pertenece (partido) que se dimensiona con una intensa publicidad. Es el caso de Enrique Peña Nieto y también de los gobernadores más jóvenes del PRI.
La formulación
La estructuración del mito de gobierno exige se responda a las siguientes preguntas: ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué nos proponemos hacer para conseguir el fin? ¿Qué vamos a obtener si lo logramos? ¿Qué pasaría si no lo hacemos?
El mito exige que se le formule en una narrativa, una historia, ágil y creíble, que se sustente en sí misma, que da sentido e ilumina el accionar diario, de suyo parcial y fragmentado, en el marco de un proyecto de gran envergadura.
Esta narrativa no puede cambiar en lo esencial, pero sí exige que se le renueve de manera permanente, para mantenerse siempre atractiva a la ciudadanía y así nunca perder su papel de aglutinador y convocante. La historia no cambia, pero sí el ángulo de mirada, para subrayar o destacar una de sus partes; la que mejor responda al momento.
Nota
1Un desarrollo más amplio del tema se encuentra en: “Proyecto general de gobierno y mito de gobierno”, Elizalde H., Luciano; Fernádez Pedemonte, Damián; Riorda, Mario, “La construcción del consenso: gestión de la comunicación gubernamental”, La Crujía, Argentina, 2006.