Hace algún tiempo el escritor de Apocalípticos e integrados, Umberto Eco, alertó sobre los peligros de Internet al indicar que está generando una especie de solipsismo desenfrenado que se reflejaba en que cada persona usuaria de la red sostiene su punto de vista como el más importante, lo que deriva en que cada uno termine por pensar que su posición es la única que vale, diluyendo los referentes culturales comunes para abordar diversos aspectos.
Eco reconoce que una de las grandes virtudes de la red está en fomentar la libertad de expresión, que genera una especie de libre circulación de ideas o un mercado conceptual, pero el problema es que esto se ve minado cuando se privilegia en el ciberespacio la puesta en línea de contenidos egocéntricos. Hay otras posturas como la del Papa que en cambio indican que el ciberespacio se ha convertido en algo peligroso que erosiona los fundamentos de convivencia humana.
Intolerancia católica
El jefe mayor de los católicos, el papa Benedicto XVI, llegó a Brasil desenvainando el cuchillo y de inmediato envió una dedicatoria a los legisladores de la Asamblea del Distrito Federal. Apenas desembarcó en ese país advirtió que excomulgará a todos los diputados que no rechacen cualquier propuesta o ley que despenalice el aborto, como ya ha ocurrido en nuestro país.
Benedicto XVI está muy lejos de entender los tiempos que corren, su falta de carisma va acompañada de una actitud conservadora en diversos terrenos. A diferencia de su antecesor, por ejemplo, está muy lejos de percatarse del papel que juegan los medios e incluso, contrario a Juan Pablo II, tiene una aversión por la red.
Recordemos que Karol Wojtyla no sólo fue el primer Papa mediático, también fue el primer pontífice que se apoyó en la red para difundir su mensaje teológico.
Desde mediados de los años 90 Juan Pablo II dio luz verde para que el Vaticano tuviera su sitio en Internet y se tornara en uno de sus medios de difusión. Incluso patrocinó y pagó a investigadores en nuevas tecnologías para saber cómo usar la red para difundir sus postulados cristianos.
Desde que inició su papado Benedicto XVI ha sido enfático en marcar su distancia de los medios, criticar el relativismo de estos tiempos, sancionar la literatura que considera contraria a la promoción de la fe católica o que distorsiona el cristianismo como la saga de Harry Potter, cuestionar a las ciencias de punta porque ponen en predicamento los fundamentos de la vida y la fe misma. En el caso concreto de Internet el Papa, si bien dice que es un instrumento para que los jóvenes propaguen y alimenten su fe católica, piensa que tiene más peligros que virtudes porque incluye contenidos que están en contra de la fe católica.
El Papa no cuestiona precisamente que la red erosione el principio de tolerancia y respeto a la diversidad que reclama Eco, sino que ésta carece de sentido al no propagar lo bueno y verdadero, porque no se torna en una caja de resonancia del credo católico. Lo que menos le interesa al Papa es que Internet sea un espacio de convergencia y diálogo, como promociona Eco, entre ciudadanos de diferentes naciones.
No cabe duda que la red puede tener varios defectos, pero si algo debe promoverse es que se torne, como dice Cass R. Sunstein, una experiencia compartida, que es el principio en el cual se finca la democracia y no hacer de ella un espacio que termine por alimentar posiciones fundamentalistas, tal como parece proponerlo el Papa al querer que sea una extensión de la comunidad cristiana.