Google, Facebook y WhatsApp, me hacen recordar lo descrito en la novela 1984 de George Orwell, mejor conocida como “Big Brother”, que mientras se leía, parecía vivirse en una pesadilla. ¿Pero, acaso son ellos los únicos responsables en esta historia de la era digital?
Privacidad y responsabilidad de los usuarios
El derecho a la privacidad está consagrado en los marcos normativos de cada país y en la actualidad, la protección de datos personales ha adquirido una importancia capital en medio de esta oleada de proliferación del uso de Internet que conlleva desde luego, mayor acceso a la información. Ello desde el campo de acción de las instituciones que han sido creadas para velar por esa garantía, hoy derecho humano.
Lamentablemente, pareciera una contradicción cuando este tema se traslada a los hábitos de los usuarios, es entonces cuando la privacidad parece una ilusión ante la incursión de Internet. En tal sentido, se observa una tendencia cada vez mayor, a la desinhibición por parte los cibernautas, pues miles de situaciones y hechos que antes prevalecían celosamente resguardados en la esfera privada hoy no pueden permanecer en silencio. Pareciera existir una necesidad inusitada de divulgar quiénes somos, cómo somos, lo que nos gusta, lo que odiamos, lo que consumimos y sobre todo, lo que opinamos en todos los campos de la vida que se nos pongan enfrente -aunque muchas veces, no se tenga ni idea-, si son tendencia, hay que estar in.
Estos comportamientos se observan principalmente en Facebook, Twitter y principalmente Instagram. Muy a pesar de las recomendaciones que a diario se emiten para proteger la privacidad y que las mismas aplicaciones contienen, por lo menos para controlar el acceso a otros internautas.
¿En qué momento importa el tema? Sencillo: cuando alguna filtración afecta directamente, cuando desenmascara, cuando pone en evidencia o cuando exhibe temas “privados” en un espacio público virtual, cuando se daña a terceras personas, si ello no ocurre, carece de interés. Esto también es parte de una cultura digital en ciernes.
Es por eso que algunos especialistas le apuestan más a la generación de una cultura de la privacidad, de apropiación de este derecho, así como de la protección de los datos personales por parte de quienes hacen uso de los medios digitales, que a las medidas que intentan regular el comportamiento de las grandes empresas que hoy tienen en su poder volúmenesimpresionantes de información de millones de usuarios en el mundo entero y que seguirán bajo su resguardo, mientras aceptemos una y otra vez los términos en que ofrecen sus servicios, muchas veces sin leer estas condiciones.
Conclusiones
La responsabilidad de mantener protegidos los datos personales y la privacidad, no sólo es de las empresas es, ante todo, de los usuarios. Esto no cambiará mientras no se tenga claridad de que estos son un medio, no un fin.
Las tendencias predominantes en cuanto a los hábitos de los usuarios de Internet, nos hacen preguntar si con esta incursión tan profunda de la red en la vida de las personas, estamos asistiendo a una mutación ideológica en la población, en el sentido de que hoy podría estar más dispuesta a enajenar todo aquello que en un momento consideraba su esfera privada.
Surge la pregunta si esto pueda ser solamente parte de un proceso de nueva normalidad. La normalidad que impone laera digital y en la cual estas filtraciones quizá con el tiempo, dejen de representar un espectáculo y pierdan ese sentido del escándalo al menos por ese motivo.
Los nuevos cánones de la privacidaden los tiempos de la red, son terreno ignoto, no sabemos en dónde va a quedar esa línea divisoria, donde prácticamente lo privado pareciera estar en vías de extinción para los cibernautas.
En contraposición, las instituciones se rasgan las vestiduras por regular un lugar en el que la transformación es sla constante, en donde pareciera ser todo parte de un proceso, en donde aún no se logra el asentamiento de esta sociedad red, ¿tiene sentido establecer reglas?
Y aquí aplicaría la frase “El escándalo aquí no tiene lugar, cuando lo escandaloso es vivir en la virtualidad”.
Referencias
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